La vida es el don más preciado que nos entregó nuestro padre celestial, quien nos creó a su imagen y semejanza, por consiguiente es sagrada, por su origen, naturaleza, fin y sentido. Debemos valorarla, protegerla, amarla y conservarla.
Somos muchas las personas que hemos sido bendecidas por nuestro creador, gozando de buena salud, sin padecer ninguna enfermedad y/o limitación que nos reprima o constriña la oportunidad de interactuar con nuestro entorno, de movernos, desempeñarnos y disfrutar la inmensa belleza creada por el arquitecto del mundo para nosotros.
Pero a pesar de todo ello, y del valor sagrado e inviolable de la vida, en la actualidad evidenciamos cómo hemos perdido el respeto, valor y amor por ella, que muchas veces por circunstancias de la vida misma nos quejamos, despreciamos, rechazamos y hasta repudiamos ese don sagrado y maravilloso.
Ante todo este desdeño con nuestra vida, analizo el caso de un ángel de Dios que vino al mundo padeciendo parálisis cerebral, enfermedad que le comprometió funciones del cerebro y del sistema nervioso, afectándole la capacidad muscular, movimiento y habilidades motoras, ocasionándole discapacidad física y cognitivas.
No obstante a su enfermedad y discapacidad este maravilloso y angelical ser no desfalleció, por el contrario fue un agradecido con nuestro creador por la vida. Aunque no podía disfrutar a plenitud las maravillas del mundo, fue un abanderado del amor por la vida. A pesar de no lograr pronunciar palabras, mediante una bella sonrisa y cándida mirada expresaba su gratitud por el don de la vida y el inmenso amor brindado por sus padres, familiares y conocidos.
Fueron muchas las crisis y padecimientos que debió soportar este serafín, pero él no se amilanó, por el contrario, cada recaída o sufrimiento padecido lo afrontaba con mayor fuerza y decisión, aferrándose a la vida, demostrando con demasía su amor a la vida, sus extraordinarias ganas de vivir, convirtiéndose en un guerrero, un campeón, un ejemplo de vida.
Aunque su fuerza, decisión y ganas de vivir eran asombrosas y portentosas, la enfermedad seguía apaciguando sus fuerzas, disipando su vitalidad, las convulsiones, neumonía y otras afecciones fueron aminorando su salud, por lo que fue necesario recluirlo a la unidad de cuidados intensivos, pero su lucha, apego y amor por la vida, le permitió seguir dando la pelea, batallar hasta el final por vivir.
Fueron 15 días en UCI, resistiendo los avatares de la enfermedad, soportando procedimientos, aparatos, dando la lucha por recuperarse, para seguir dando fe y seguir viviendo, pero infortunadamente cada día su vida se fue apagando. Por eso Dios en su infinito amor, decidió acogerlo en su reino, cumplirle su promesa de vida eterna y llevarlo al paraíso para que hiciera parte de su corte de ángeles.
Hoy Sebastián, ese ángel enviado para llenar la vida de familiares y amigos de esperanza, alegría y amor, partió a mejor vida, dejando una profunda tristeza, dolor y vacío, pero sobre todo un gran legado y enseñanza: a pesar de las dificultades, padecimiento y sufrimientos, la vida es maravillosa, única y hermosa. Por eso todos los días de nuestra existencia debemos ser agradecidos, además de cuidar, proteger y dar gracias por tener vida.
Buen viaje, Sebas. Sé que ahora estás en el paraíso, llenándolo de alegría, amor y ternura. Nunca te olvidaremos y por siempre vivirá en nuestros recuerdos y corazones.