En química, la saturación se produce cuando ya no es posible disolver más cierta sustancia en un solvente determinado; así pasa en los procesos socio-ecónomicos. En este estado se encuentra Colombia, saturada, donde el disolvente es el modelo económico y el soluto todos los problemas que padece la Nación.
Los problemas de una Nación son autóctonos, no se toman de otra cuyas causas y características pueden ser similares pero no las mismas. Así, nuestras dificultades y sus soluciones no proceden ni de Cuba ni de Venezuela ni del Foro de Sao Paulo; es pura carreta propagandística del manual de Goebbels para culpar a un tercero frente a nuestra incapacidad.
Los problemas de Colombia son un acumulado centenario de solutos que ya no se podrán disolver con el mismo elemento, el ácido plutocrático, ni catalizando las teorías neoliberales que concentran las riquezas, y por tanto el poder en pocas manos, sin el más leve asomo de redistribución social; la promesa de repartir después o del chocolate derramado, nunca ocurre. En el mundo, en 2018, el 1% de la población era dueña del 82% de la riqueza y 26 personas tenían la mitad de esa riqueza; en 2017 eran 43 personas; de un año a otro, los grandes tenedores se redujeron al 60.5%, una concentración voraz que incita a la marcha.
En Colombia, en 2017, el 10% más rico tubo ingresos promedios de $8.8 millones/mes/hogar, 34 veces lo que obtuvo el decil 1, el de los más pobres, que ganó $261.000, y en el año gravable de 2016, 71.3% de los 2.64 millones de declarantes devengaron menos de $100 millones/año. Ese año, en Colombia solo habían 26.711 ricos y 76 ultra ricos ganando más de $400 billones/año. Por otro lado, solo el 6.3% de la población ganaba más de 5 SMM, mientras que 61.5% ganaba menos de 1 SMM. Nuestra estructura de ingresos divide a la sociedad en unos estratos arbitrarios, excluyentes e insoportables.
En 2017, los pobres y vulnerables eran quiénes recibían menos de $590.398/mes, que cubre el 66.8% de la población; ese año, la línea de pobreza fue de $241.673; por su parte, la mal llamada clase media ganaba entre $590.398 y menos de $2.951.990, el 30.9% del total, y la clase alta, por encima de esta última cifra, el 2.3%. Una estructura de ingresos así ya es insoluta y está al borde de cacerolazos. Aquí solo hay dos clases, la que tiene poder económico y la que no lo tiene, en lo relativo a lo económico; pero el Estado colombiano está en deuda crónica con sus ciudadanos, sin solución de continuidad.
Parece que ya llegamos al límite de la tolerancia, nuestras calamidades tienen su propia génesis. La marcha del 21N y días siguientes es un campanazo dado no por el socialismo ni por el comunismo internacional que solo están en los libros de historia y en la mente tendenciosa de unos cuantos propagandistas criollos apegados a sus intereses, sino por el clamor de una muchedumbre irredenta y no escuchada en sus lamentos centenarios.
La solución de Colombia está en cuidados intensivos y requiere de un acto de altruismo de gobierno, gremios y grandes parásitos del Estado. La concertación es inevitable antes de que las marchas, tan satanizadas, se hagan permanentes y los grupos armados de toda laya de nuevo bañen de sangre el país y ahí será Troya. Quien tenga ojos que vea…