Una de las primeras cosas que hizo el ex presidente Andrés Pastrana al asumir su mandato en 1998, fue tirarle un salvavidas a los 800.000 colombianos que tenían gravemente embolatadas los ahorros de toda una vida que habían confiado al sistema cooperativo.
En octubre de ese año, por decisión presidencial se decretó la emergencia económica con el fin de permitir la toma de decisiones que posteriormente comprobaron ser exitosas. Eliminó la banda cambiaria, redujo las tasas de interés del 50% al 12%, desactivó la monumental crisis del sistema financiero -que estuvo a punto de estallar-, firmó un ambicioso programa de crédito con la banca multilateral -que le devolvió confianza al país-, le quebró el espinazo a la inflación de dos dígitos y organizó un programa de ayudas a los deudores hipotecarios como no se había diseñado en Colombia desde la crisis de los años treinta.
Fui parte del equipo de profesionales a quienes nos encomendaron la misión de devolver al campo miles de productores quebrados por la caída de los precios del mercado, los prolongados veranos, y la ola de secuestros y vacunas de las FARC. Siendo Ministro de Agricultura Carlos Murgas, logramos diseñar y ejecutar tres estrategias para rehabilitar a miles de familias campesinas que viven en casitas de barro con techo de palma, bañadas por pétalos de veraneras; campesinos de alpargatas que aran la tierra antes que canten los gallos.
A través de un programa que bautizamos con el nombre de Programa de Reactivación Agropecuaria (PRAN) recogimos la cartera que 37.000 campesinos tenían con los bancos y que sumaban alrededor de 350.000 millones de pesos. Con ello, los rehabilitamos como sujeto de crédito para que pudieran producir nuevamente en condiciones rentables y de manera sostenible.
Paso seguido, le quitamos a los políticos clientelistas la ineficiente Caja Agraria, una entidad con una pesada carga burocrática que no cumplía con su función principal de otorgarle créditos a nuestros campesinos. En su lugar, constituimos el Banco Agrario, y se puso al servicio de los productores del campo una entidad eficiente en la irrigación y colocación de los créditos. Infortunadamente, el Presidente Santos acaba de entregárselo nuevamente a los políticos con los desastrosos resultados que ya conocen.
Para lograr un crecimiento en la inversión del campo establecimos en un 40% de Incentivo a la Capitalización Rural (ICR) en cultivos de tardío rendimiento, maquinaria y equipos para proyectos que fueran desarrollados en alianza entre campesinos e industriales, y además, se le avalaba la deuda a los productores hasta en un 80% del valor del crédito. Con estas medidas logramos en gran parte modernizar el parque de maquinaria y equipos y sembrar mas un millón de hectáreas de palma, caucho, frutales y cacao en corredores geográficos que antes eran sembrados de cultivos ilícitos. La asistencia técnica la prestábamos a través de las organizaciones gremiales y campesinas.
Los gobiernos posteriores de Uribe y Santos, hicieron grandes esfuerzos por impulsar el crecimiento y la competitividad del sector agrario, pero hay que ser honestos, estos no han sido suficientes para saldar la enorme deuda que tenemos los colombianos con estas humildes familias campesinas que alimentan día a día mas de 47 millones de colombianos. Ya es hora que los 3 millones de campesinos que laboran en el campo, tengan por lo menos una pensión de dos salarios mínimo subvencionada por el Estado.