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Columnista - 12 enero, 2021

Sabiduría o insensatez

Hay  personajes de la vida pública que  cuando se sienten con poder se vuelven frívolos,  se llenan  de un egocentrismo que los convierte en seres fastidiosos;  miran a los demás con desdén y tratan a sus subalternos con displicencia. Quienes están  a su alrededor, colaboradores y más,   les miran con escepticismo y algo de […]

Hay  personajes de la vida pública que  cuando se sienten con poder se vuelven frívolos,  se llenan  de un egocentrismo que los convierte en seres fastidiosos;  miran a los demás con desdén y tratan a sus subalternos con displicencia. Quienes están  a su alrededor, colaboradores y más,   les miran con escepticismo y algo de temor; viven muy pendientes de lo que hacen para saludarlos con solemnidad, mostrarse lo más sumisos posible y de esta manera ganarse su simpatía.

Que tristeza que esto se dé en pleno siglo XXI,  y no estoy hablando por hablar, ni inventando vainas para echarle agua sucia a uno u otro personaje. Revise su entorno, mire actitudes  y me dirá si tengo o no la razón. No hay derecho.

Dice Eclesiastés 7: “Mejor es la buena  fama que el buen ungüento  y mejor el día  de la muerte que el día del nacimiento”. 

Los principios y valores son elementos que  nos deben servir para ser mejores seres humano,  tratar con dignidad a los que están en situaciones de subalternidad;   con respeto pero con gallardía a los que están  por encima,  en un nivel de jerarquía laboral. 

En el mejor de los casos la situación debe ser de respeto mutuo, trato humanizado, actitudes de inclusión,  donde prevalezca la confianza y  desde luego un proceso que garantice que esos elementos son dignos de ser llevados y reconocidos en un líder que se gane la buena vibra de esos  servidores públicos  que están allí al servicio de la comunidad,  no de ellos como seres omnipotentes.

Se olvidan que en época de campañas  eran amigables, repartiendo abrazos y compartiendo en los sitios más  humildes de la ciudad.

Luego de elegidos todo esto se olvida y hasta groseros se vuelven. No contestan teléfonos  mucho menos mensajes de WhatsApp; aquellos que fueron importantes en su elección se convierten en sus primeros olvidados  y a veces hasta en sus primeros enemigos. 

Ahora bien, está de boga el tema de revocatoria de mandato, pero también hace poco salieron  resultados de encuestas que dan popularidad de mandatarios en porcentajes altos. La pregunta es: ¿A quién le creemos? ¿Se está buscando el origen de la fiebre entre las sábanas?  ¡No sé, Ernesto, no sé!

Quizás los responsables de todos estos episodios  seamos nosotros mismos, no estamos actuando de acuerdo con nuestro verdadero nivel; endiosando de manera equivocada a quienes deben representar nuestra dignidad administrativa. Ellos se deben a nosotros, hay que entenderlo.

Al final del ejercicio terminamos convencidos, siempre, que nos equivocamos y que escogimos al que no era, se convierte esto en una pelea de nunca acabar y siendo honestos nos merecemos los administradores que tenemos y hemos tenido por sinvergüenzas y  masoquistas. 

¿Seguimos dormidos o despertamos? Humm…  amanecerá  y veremos dijo el ciego.  Sólo Eso.

Columnista
12 enero, 2021

Sabiduría o insensatez

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Hay  personajes de la vida pública que  cuando se sienten con poder se vuelven frívolos,  se llenan  de un egocentrismo que los convierte en seres fastidiosos;  miran a los demás con desdén y tratan a sus subalternos con displicencia. Quienes están  a su alrededor, colaboradores y más,   les miran con escepticismo y algo de […]


Hay  personajes de la vida pública que  cuando se sienten con poder se vuelven frívolos,  se llenan  de un egocentrismo que los convierte en seres fastidiosos;  miran a los demás con desdén y tratan a sus subalternos con displicencia. Quienes están  a su alrededor, colaboradores y más,   les miran con escepticismo y algo de temor; viven muy pendientes de lo que hacen para saludarlos con solemnidad, mostrarse lo más sumisos posible y de esta manera ganarse su simpatía.

Que tristeza que esto se dé en pleno siglo XXI,  y no estoy hablando por hablar, ni inventando vainas para echarle agua sucia a uno u otro personaje. Revise su entorno, mire actitudes  y me dirá si tengo o no la razón. No hay derecho.

Dice Eclesiastés 7: “Mejor es la buena  fama que el buen ungüento  y mejor el día  de la muerte que el día del nacimiento”. 

Los principios y valores son elementos que  nos deben servir para ser mejores seres humano,  tratar con dignidad a los que están en situaciones de subalternidad;   con respeto pero con gallardía a los que están  por encima,  en un nivel de jerarquía laboral. 

En el mejor de los casos la situación debe ser de respeto mutuo, trato humanizado, actitudes de inclusión,  donde prevalezca la confianza y  desde luego un proceso que garantice que esos elementos son dignos de ser llevados y reconocidos en un líder que se gane la buena vibra de esos  servidores públicos  que están allí al servicio de la comunidad,  no de ellos como seres omnipotentes.

Se olvidan que en época de campañas  eran amigables, repartiendo abrazos y compartiendo en los sitios más  humildes de la ciudad.

Luego de elegidos todo esto se olvida y hasta groseros se vuelven. No contestan teléfonos  mucho menos mensajes de WhatsApp; aquellos que fueron importantes en su elección se convierten en sus primeros olvidados  y a veces hasta en sus primeros enemigos. 

Ahora bien, está de boga el tema de revocatoria de mandato, pero también hace poco salieron  resultados de encuestas que dan popularidad de mandatarios en porcentajes altos. La pregunta es: ¿A quién le creemos? ¿Se está buscando el origen de la fiebre entre las sábanas?  ¡No sé, Ernesto, no sé!

Quizás los responsables de todos estos episodios  seamos nosotros mismos, no estamos actuando de acuerdo con nuestro verdadero nivel; endiosando de manera equivocada a quienes deben representar nuestra dignidad administrativa. Ellos se deben a nosotros, hay que entenderlo.

Al final del ejercicio terminamos convencidos, siempre, que nos equivocamos y que escogimos al que no era, se convierte esto en una pelea de nunca acabar y siendo honestos nos merecemos los administradores que tenemos y hemos tenido por sinvergüenzas y  masoquistas. 

¿Seguimos dormidos o despertamos? Humm…  amanecerá  y veremos dijo el ciego.  Sólo Eso.