Cuando la democracia se pronuncia no queda camino diferente a aceptar su sentencia, sobre todo en la jornada electoral que recién terminó, gracias a que los porcentajes de participación popular de una y otra campaña aumentaron, legitimando la elección del doctor Iván Duque como nuevo presidente de Colombia. Los que ganaron por lo pronto que […]
Cuando la democracia se pronuncia no queda camino diferente a aceptar su sentencia, sobre todo en la jornada electoral que recién terminó, gracias a que los porcentajes de participación popular de una y otra campaña aumentaron, legitimando la elección del doctor Iván Duque como nuevo presidente de Colombia.
Los que ganaron por lo pronto que festejen y los que perdimos aceptemos la derrota que se puede convertir en triunfo, si el presidente electo convierte las intenciones del discurso del domingo, en acciones del gobierno que comienza el siete de agosto. Cuando la propuesta es el fundamento del voto, el triunfo no lo determina la elección de un personaje sino la ejecución de los postulados que defendimos en campaña.
El presidente comenzó diciendo que no va a hacer trizas los acuerdos de La Habana e incluso mencionó como beneficiarios de algunas campañas del Estado a los guerrilleros reinsertados. Dijo también que la gratuidad de la educación pública tendrá especial atención en su gobierno, la desigualdad del conocimiento hace que la ignorancia refrende en las urnas los fraudes intelectuales de algunos candidatos o que creyendo en las películas de terror que inventan, muchos voten por físico miedo a perder lo que nunca han tenido.
Del vergonzoso sistema de salud colombiano, dejó claro que ejercerá estricta vigilancia a la criminal intermediación de las EPS, para evitar la ocurrencia de detestables prácticas como los paseos de la muerte. Anunció una lucha frontal contra la corrupción, ojalá cumpla porque nuestro problema no es la guerrilla ni el narcotráfico, es la destinación irregular de los dineros públicos en los bolsillos particulares. Tengamos fe que así sea.
Me llamó la atención que mientras seguidores radicales desconocían que la campaña política se había acabado a las cuatro de la tarde del domingo, vomitando odios, burlas resentimientos y sed de vengar lo que no ha ocurrido, paradójicamente el presidente decía que no había vencedores ni vencidos, en una frase que puede ser meramente protocolaria en un discurso de victoria, pero que también puede estar mostrando la condición de estadista que necesita el mandatario de un país que sueña con reconciliarse.
Así es, el pueblo colombiano quiere unión en medio de la diversidad de ideas. Los ocho millones de votos que sacó Gustavo Petro también le dan la legitimidad para ejercer la oposición, juiciosamente, estudiando temas trascendentales para la normalización de nuestro país como la restitución de tierras, el manejo responsable del medio ambiente en las actividades económicas y todo lo que el ejercicio del poder vaya poniendo en el tapete.
El reto entonces para el presidente será ir dejando sin discurso a la oposición, incluyendo en las inversiones públicas a quienes han padecido doscientos años de olvido y sentando sólidas bases de reconciliación para que el pueblo colombiano esté seguro de haber quedado bien representado. ¡Viva la democracia! Un abrazo.
[email protected]
@antoniomariaA
Cuando la democracia se pronuncia no queda camino diferente a aceptar su sentencia, sobre todo en la jornada electoral que recién terminó, gracias a que los porcentajes de participación popular de una y otra campaña aumentaron, legitimando la elección del doctor Iván Duque como nuevo presidente de Colombia. Los que ganaron por lo pronto que […]
Cuando la democracia se pronuncia no queda camino diferente a aceptar su sentencia, sobre todo en la jornada electoral que recién terminó, gracias a que los porcentajes de participación popular de una y otra campaña aumentaron, legitimando la elección del doctor Iván Duque como nuevo presidente de Colombia.
Los que ganaron por lo pronto que festejen y los que perdimos aceptemos la derrota que se puede convertir en triunfo, si el presidente electo convierte las intenciones del discurso del domingo, en acciones del gobierno que comienza el siete de agosto. Cuando la propuesta es el fundamento del voto, el triunfo no lo determina la elección de un personaje sino la ejecución de los postulados que defendimos en campaña.
El presidente comenzó diciendo que no va a hacer trizas los acuerdos de La Habana e incluso mencionó como beneficiarios de algunas campañas del Estado a los guerrilleros reinsertados. Dijo también que la gratuidad de la educación pública tendrá especial atención en su gobierno, la desigualdad del conocimiento hace que la ignorancia refrende en las urnas los fraudes intelectuales de algunos candidatos o que creyendo en las películas de terror que inventan, muchos voten por físico miedo a perder lo que nunca han tenido.
Del vergonzoso sistema de salud colombiano, dejó claro que ejercerá estricta vigilancia a la criminal intermediación de las EPS, para evitar la ocurrencia de detestables prácticas como los paseos de la muerte. Anunció una lucha frontal contra la corrupción, ojalá cumpla porque nuestro problema no es la guerrilla ni el narcotráfico, es la destinación irregular de los dineros públicos en los bolsillos particulares. Tengamos fe que así sea.
Me llamó la atención que mientras seguidores radicales desconocían que la campaña política se había acabado a las cuatro de la tarde del domingo, vomitando odios, burlas resentimientos y sed de vengar lo que no ha ocurrido, paradójicamente el presidente decía que no había vencedores ni vencidos, en una frase que puede ser meramente protocolaria en un discurso de victoria, pero que también puede estar mostrando la condición de estadista que necesita el mandatario de un país que sueña con reconciliarse.
Así es, el pueblo colombiano quiere unión en medio de la diversidad de ideas. Los ocho millones de votos que sacó Gustavo Petro también le dan la legitimidad para ejercer la oposición, juiciosamente, estudiando temas trascendentales para la normalización de nuestro país como la restitución de tierras, el manejo responsable del medio ambiente en las actividades económicas y todo lo que el ejercicio del poder vaya poniendo en el tapete.
El reto entonces para el presidente será ir dejando sin discurso a la oposición, incluyendo en las inversiones públicas a quienes han padecido doscientos años de olvido y sentando sólidas bases de reconciliación para que el pueblo colombiano esté seguro de haber quedado bien representado. ¡Viva la democracia! Un abrazo.
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@antoniomariaA