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Columnista - 10 febrero, 2015

Resucitó Joselito Carnaval

Un decreto del señor Alcalde acaba de resucitar a Joselito Carnaval a dos años exactos de su aleve muerte a manos de otra decisión municipal. Inicia bien el año. Momo, Baco y Arlequín están de regreso. Pero nada hay menos autoritario y más democrático que un carnaval. Una fiesta de tradición y raigambre popular, con […]

Un decreto del señor Alcalde acaba de resucitar a Joselito Carnaval a dos años exactos de su aleve muerte a manos de otra decisión municipal. Inicia bien el año. Momo, Baco y Arlequín están de regreso.

Pero nada hay menos autoritario y más democrático que un carnaval. Una fiesta de tradición y raigambre popular, con más de 100 años de historia en Valledupar, música y coreografía propia, y con raíces tan profundas en nuestro folclor que es difícil matarla o revivirla a punta de decretos.
Quizás por eso el Alcalde ha nombrado a Carlos Maldonado, reconocido trabajador de la cultura, para que lidere las acciones que faciliten su retorno. Este año no habrá desfiles y el jolgorio se limitará a recintos cerrados. Una diversión a medias, un carnaval con corsé, mutilado, pero algo es algo.

Algunos reducen esta fiesta a unos días de bailes, tragos e irreverencias, pero el carnaval es, por supuesto, más que mamagallísmo. Por eso hay que prepararlo con tiempo, no un mes antes. El año entrante debe organizarse con la gente, desde abajo, como lo merece una ciudad con la magia de Valledupar.
Sí, el carnaval es mucho más. Es una expresión de cultura, arte, danzas y academia que genera una dinámica económica no desdeñable. Ya comienzan a moverse en los barrios las modistas, tamboras, bailarines, conjuntos, artesanos, coreógrafos, empresarios de la música, actividades todas que generan trabajo y benefician a miles de personas.

Los carnavales mueven la economía de la ciudad, como lo hace el Festival y lo harían una serie de eventos lúdicos, culturales, religiosos, académicos, gremiales, deportivos, que se organicen para atraer visitantes durante todo el año, que dejen ingresos, creen empleo, prosperidad, bienestar, buen vivir.
Para que esto sea posible se requiere un mínimo de institucionalidad. Es un error, por ejemplo, organizar el carnaval con una junta central a la vieja usanza, cuando lo que se necesita es replicar el modelo organizativo exitoso de Barranquilla, y, crear un instituto de cultura y turismo, con amplio presupuesto y capacidad técnica, para que venda a Valledupar como ciudad turística.

Vivimos un boom de la construcción en vivienda, obras públicas, centros comerciales. Se siente un aire de prosperidad y cambio, pero todo está lamentablemente matizado por una cultura de la ilegalidad y la intolerancia que hace a la ciudad invivible.

Por eso, nada es más necesario que un programa de cultura ciudadana que mejore la convivencia, el respeto a las normas y leyes, vuelva sagrado el espacio público, reduzca la contaminación visual y auditiva y, en fin, haga la ciudad más amable y acogedora para sus habitantes y los turistas que la visiten. O nos civilizamos o nos civilizamos. No hay alternativa. La vida es un carnaval.
@rodoquinteromer

Columnista
10 febrero, 2015

Resucitó Joselito Carnaval

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodolfo Quintero Romero

Un decreto del señor Alcalde acaba de resucitar a Joselito Carnaval a dos años exactos de su aleve muerte a manos de otra decisión municipal. Inicia bien el año. Momo, Baco y Arlequín están de regreso. Pero nada hay menos autoritario y más democrático que un carnaval. Una fiesta de tradición y raigambre popular, con […]


Un decreto del señor Alcalde acaba de resucitar a Joselito Carnaval a dos años exactos de su aleve muerte a manos de otra decisión municipal. Inicia bien el año. Momo, Baco y Arlequín están de regreso.

Pero nada hay menos autoritario y más democrático que un carnaval. Una fiesta de tradición y raigambre popular, con más de 100 años de historia en Valledupar, música y coreografía propia, y con raíces tan profundas en nuestro folclor que es difícil matarla o revivirla a punta de decretos.
Quizás por eso el Alcalde ha nombrado a Carlos Maldonado, reconocido trabajador de la cultura, para que lidere las acciones que faciliten su retorno. Este año no habrá desfiles y el jolgorio se limitará a recintos cerrados. Una diversión a medias, un carnaval con corsé, mutilado, pero algo es algo.

Algunos reducen esta fiesta a unos días de bailes, tragos e irreverencias, pero el carnaval es, por supuesto, más que mamagallísmo. Por eso hay que prepararlo con tiempo, no un mes antes. El año entrante debe organizarse con la gente, desde abajo, como lo merece una ciudad con la magia de Valledupar.
Sí, el carnaval es mucho más. Es una expresión de cultura, arte, danzas y academia que genera una dinámica económica no desdeñable. Ya comienzan a moverse en los barrios las modistas, tamboras, bailarines, conjuntos, artesanos, coreógrafos, empresarios de la música, actividades todas que generan trabajo y benefician a miles de personas.

Los carnavales mueven la economía de la ciudad, como lo hace el Festival y lo harían una serie de eventos lúdicos, culturales, religiosos, académicos, gremiales, deportivos, que se organicen para atraer visitantes durante todo el año, que dejen ingresos, creen empleo, prosperidad, bienestar, buen vivir.
Para que esto sea posible se requiere un mínimo de institucionalidad. Es un error, por ejemplo, organizar el carnaval con una junta central a la vieja usanza, cuando lo que se necesita es replicar el modelo organizativo exitoso de Barranquilla, y, crear un instituto de cultura y turismo, con amplio presupuesto y capacidad técnica, para que venda a Valledupar como ciudad turística.

Vivimos un boom de la construcción en vivienda, obras públicas, centros comerciales. Se siente un aire de prosperidad y cambio, pero todo está lamentablemente matizado por una cultura de la ilegalidad y la intolerancia que hace a la ciudad invivible.

Por eso, nada es más necesario que un programa de cultura ciudadana que mejore la convivencia, el respeto a las normas y leyes, vuelva sagrado el espacio público, reduzca la contaminación visual y auditiva y, en fin, haga la ciudad más amable y acogedora para sus habitantes y los turistas que la visiten. O nos civilizamos o nos civilizamos. No hay alternativa. La vida es un carnaval.
@rodoquinteromer