BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Según el Ministerio de Educación Nacional el 23% de universitarios en Colombia no puede elaborar un texto organizado y comprensible. Este tipo de dificultades tiene sus raíces en la educación básica y la media; ciclos en los que muchos estudiantes no tienen una orientación clara, precisa y de calidad para el mejoramiento de los niveles de lectura y con ello la escritura de textos.
Al gobierno, después de tantas décadas de indiferencia, le comienza a preocupar que los estudiantes colombianos poco lean y escriban con eficiencia; tal vez una de las causas sea que sus profesores presentan los mismos problemas. Aunque el tema cause molestia, la realidad resulta peor: nuestros docentes poco leen y casi nada escriben, lo que se constituye en una debilidad para modelar procesos de lecto-escritura en los estudiantes, pues al no poder poner el ejemplo, los docentes de otras áreas abandonan esta obligación, para dejársela solo a los profesores de lengua castellana.
La falta de control de las Secretarías de Educación y los problemas de formación en universidades con facultades de educación donde hay pocos profesores con formación avanzada; esto es, con maestrías y doctorados, ha hecho que los nuevos licenciados salgan al mercado laboral con poca formación en comprensión lectora y redacción de textos, lo que repercute en la calidad del servicio que se le brinda a los estudiantes. Centros de educación superior como la Universidad Popular del Cesar a menudo improvisan con su planta docente, trayendo de las escuelas y colegios a maestros sin formación avanzada para formar a los futuros licenciados, lo que hoy está afectando los niveles de calidad.
Así las cosas, si los profesores no leen, ni escriben, ¿cómo pueden exigir a sus estudiantes que lean y redacten con eficiencia?. El déficit en la lectura y escritura obliga a los colegios a modificar su estrategia educativa, pero – sobre todo- a capacitar maestros para mejorar los niveles de lecturabilidad.
La baja calidad académica en lectura y escritura en el sector público, en la mayoría de los casos obedece a la falta de compromiso de administrativos y docentes, pues muchos colegios le han apostado más a instruir o capacitar para resolver una prueba Icfes o Saber, que a brindar una formación integral al estudiante.
De ahí que los altos puntajes se han vuelto elemento de consumo para promocionar sus servicios educativos, pero la realidad se hace distinta y contraria cuando el estudiante llega a la universidad y necesita desarrollar procesos de comprensión de lectura y escritura más complejos.
Los departamentos de La Guajira y el Cesar presentan los peores niveles de calidad educativa, solo superiores al Chocó, pues hay problemas profundos en la manera de concebir la lectura y escritura desde la básica y media. Esto se refleja en las pruebas Saber, en la que solo algunos colegios privados alcanzan niveles superiores, y en la vida universitaria, donde empiezan a aparecer las verdaderas dificultades.
Esta cifra vergonzosa demuestra que los gobernantes han estado interesados en apostarle más a otros renglones del desarrollo, que a la educación como vehículo de progreso. El rezago académico que presenta la región Caribe, especialmente estos dos departamentos es enorme y sigue en aumento, porque no hay políticas de gobierno que reflejen interés en mejorar los niveles de calidad de la educación. De nada sirve construir mega colegios, sino capacitamos y formamos a nuestros docentes con maestrías y doctorados para que reflejen cambios en la manera de orientar los procesos educativos.
La docencia responsable debe promover espacios de interacción de ideas y propuestas a través de la lectura, escritura e investigación. Al practicar lectura y escritura como vehículos de comprensión social, histórica, y cultural transitaremos en una pedagogía moderna. Para esto, las Secretarías de Educación Departamental y Municipal, deben implementar estrategias de capacitación y formación avanzada en lecto-escritura a los profesores, para que sean multiplicadores y generadores de conocimiento en una época en la que la internet, los videojuegos y las redes sociales poco espacio dejan a los estudiantes para la lectura y escritura de textos.
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