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Editorial - 17 julio, 2021

Rafael Carrillo, a 25 años de su muerte

El Cesar ha tenido destacados profesionales en las áreas del saber, pero un intelectual puro, entregado a las faenas del espíritu, a la vida intelectual rigurosa,   solo lo encontramos en el maestro Rafael Carrillo, quien se dedicó a una disciplina que trata  problemas abstractos y universales. A los profanos en esta materia nos ha gustado […]

El Cesar ha tenido destacados profesionales en las áreas del saber, pero un intelectual puro, entregado a las faenas del espíritu, a la vida intelectual rigurosa,   solo lo encontramos en el maestro Rafael Carrillo, quien se dedicó a una disciplina que trata  problemas abstractos y universales.

A los profanos en esta materia nos ha gustado escudriñar la vida de estos personajes que,  en años anteriores,  nos parecían extraños, como si no pertenecieran a este mundo, hablaban de cosas o temas con una profundidad, cuando los del común creíamos tan claras y presentes que no era necesario buscar el origen o la causa de su existencia.

Hablar de Dios, de la muerte, o el origen del universo, nos parecían no trascendentales, por la enseñanza católica que teníamos a través de la fe. Las otras dos, eran obra del “Supremo” y punto. Esa fue la enseñanza sin controversia que se impartía. Los filósofos  encuentran otras explicaciones.

Su aporte a la cultura intelectual del país es digno de admirarse, máxime cuando ella proviene de un hombre provinciano, nacido en una aldea como Atánquez para la época en que hizo sus primeros años escolares. Inicia su trajinar a lomo de mula por más de diez horas, luego en barco y tren para trasladarse a Bogotá a realizar sus estudios superiores, y luego cumplir su sueño de verse en una universidad alemana, cuando ello le estaba reservado  a personas de  condiciones económicas que no eran las suyas.

Llama la atención en el universo de su pensamiento, aparte de su aporte a la filosofía, la idea de quitarle al clero la intervención en la educación pública, en una época donde era un sacrilegio mencionarlo por el poder de la Iglesia católica amparada en el llamado ‘concordato’ y en el respaldo de un influyente partido. De otra parte, su obsesión para que la Universidad Nacional no solo graduara profesionales, sino que entregara a la sociedad un hombre culto. La primera una idea progresista entonces; la segunda, propia de un humanista.

En el libro ‘La vocación filosófica de Rafael Carrillo’ de reciente edición y cuyo autor es nuestro colaborador Carlos Elías Lúquez Carrillo, se advierte el esfuerzo de este por tratar de escribirlo para un público lo más amplio posible y no para los especializados. Su método didáctico lo hace comprensivo para los lectores aficionados de esta disciplina. Nos interesó su lectura, que en un comienzo pensamos iba hacer difícil, pero no, su autor nos muestra la vida y obra del filósofo de una manera que despierta interés conocerlo. Distinta a la obra escrita del filósofo, que requiere un conocimiento especial de su pensamiento. Al igual que las ‘Corrientes Filosóficas’ que son una de las formas de estudio de la disciplina, como abordarlo por las épocas antiguas, media, moderna y contemporánea. Con el fin de extender ese conocimiento a nuestros lectores entrevistamos a Lúquez Carrillo el pasado mes de marzo,  y le publicamos varias crónicas, orientadas a la comunidad educativa. Consultar su libro y los documentos periodísticos de EL PILÓN son un buen camino para acercarnos a este paradigma de la  cultura intelectual latinoamericana.

Editorial
17 julio, 2021

Rafael Carrillo, a 25 años de su muerte

El Cesar ha tenido destacados profesionales en las áreas del saber, pero un intelectual puro, entregado a las faenas del espíritu, a la vida intelectual rigurosa,   solo lo encontramos en el maestro Rafael Carrillo, quien se dedicó a una disciplina que trata  problemas abstractos y universales. A los profanos en esta materia nos ha gustado […]


El Cesar ha tenido destacados profesionales en las áreas del saber, pero un intelectual puro, entregado a las faenas del espíritu, a la vida intelectual rigurosa,   solo lo encontramos en el maestro Rafael Carrillo, quien se dedicó a una disciplina que trata  problemas abstractos y universales.

A los profanos en esta materia nos ha gustado escudriñar la vida de estos personajes que,  en años anteriores,  nos parecían extraños, como si no pertenecieran a este mundo, hablaban de cosas o temas con una profundidad, cuando los del común creíamos tan claras y presentes que no era necesario buscar el origen o la causa de su existencia.

Hablar de Dios, de la muerte, o el origen del universo, nos parecían no trascendentales, por la enseñanza católica que teníamos a través de la fe. Las otras dos, eran obra del “Supremo” y punto. Esa fue la enseñanza sin controversia que se impartía. Los filósofos  encuentran otras explicaciones.

Su aporte a la cultura intelectual del país es digno de admirarse, máxime cuando ella proviene de un hombre provinciano, nacido en una aldea como Atánquez para la época en que hizo sus primeros años escolares. Inicia su trajinar a lomo de mula por más de diez horas, luego en barco y tren para trasladarse a Bogotá a realizar sus estudios superiores, y luego cumplir su sueño de verse en una universidad alemana, cuando ello le estaba reservado  a personas de  condiciones económicas que no eran las suyas.

Llama la atención en el universo de su pensamiento, aparte de su aporte a la filosofía, la idea de quitarle al clero la intervención en la educación pública, en una época donde era un sacrilegio mencionarlo por el poder de la Iglesia católica amparada en el llamado ‘concordato’ y en el respaldo de un influyente partido. De otra parte, su obsesión para que la Universidad Nacional no solo graduara profesionales, sino que entregara a la sociedad un hombre culto. La primera una idea progresista entonces; la segunda, propia de un humanista.

En el libro ‘La vocación filosófica de Rafael Carrillo’ de reciente edición y cuyo autor es nuestro colaborador Carlos Elías Lúquez Carrillo, se advierte el esfuerzo de este por tratar de escribirlo para un público lo más amplio posible y no para los especializados. Su método didáctico lo hace comprensivo para los lectores aficionados de esta disciplina. Nos interesó su lectura, que en un comienzo pensamos iba hacer difícil, pero no, su autor nos muestra la vida y obra del filósofo de una manera que despierta interés conocerlo. Distinta a la obra escrita del filósofo, que requiere un conocimiento especial de su pensamiento. Al igual que las ‘Corrientes Filosóficas’ que son una de las formas de estudio de la disciplina, como abordarlo por las épocas antiguas, media, moderna y contemporánea. Con el fin de extender ese conocimiento a nuestros lectores entrevistamos a Lúquez Carrillo el pasado mes de marzo,  y le publicamos varias crónicas, orientadas a la comunidad educativa. Consultar su libro y los documentos periodísticos de EL PILÓN son un buen camino para acercarnos a este paradigma de la  cultura intelectual latinoamericana.