Me parece acertado concluir que, para la mayoría de vallenatos, la remodelación de lugares de entretenimiento como parques y plazas han traído a Valledupar un aire fresco y renovador que desde hace tiempo necesitaba.
De la mano de estas mejorías, han tomado el escenario una cantidad de estatuas implantadas a lo largo del municipio y sus corregimientos que buscan engalanar y mantener fresca la memoria de la cultura y la historia vallenata.
Como ejemplo encontramos la estatua del maestro Leandro Díaz, a mi parecer, el mejor monumento realizado en nuestra ciudad pues plasma con minuciosos detalles los imperfectos naturales del rostro y el sentimiento de este gran compositor.
En lugares insulsos y en estado de deterioro, se encuentran las estatuas del fundador Hernando de Santana y el cacique Chimila, Upar. Ambos personajes imprescindibles en la historia de nuestro municipio.
En contraste, en los lugares más concurridos y llamativos se encuentran obras que exaltan la cultura vallenata. En Patillal, tierra de maestros, se encuentra el Parque de los Compositores donde, con sus monedas, podemos leer sobre los maestros Rafael Escalona, Tobías Enrique Pumarejo, Freddy Molina, entre otros.
Ahorrándonos un poco de gasolina, dentro del perímetro urbano, se encuentran ¨Los Tres Grandes¨. Diomedes Díaz, Poncho Zuleta y Jorge Oñate, la primera ¨nueva ola¨ de la música vallenata, engalanan al balneario Hurtado, y a su vuelta, la famosa silla de Diomedes Díaz, acompañado de Martín Elías Díaz. Dos monumentos atractivos para los visitantes pero carente de tamaño, detalle y finura, indignos de los Díaz. Tienen la apariencia, sin desmeritar al artista, de haber sido hecha a la carrera para la complacencia de cualquier persona luego de la muerte de estos personajes.
En tiempos más recientes, fue revelada la estatua de Carlos Vives en su famosa bicicleta. Un artista que, aunque oriundo de otras tierras, ha engrandecido nuestra música y cultura, convirtiéndolo, no solo en digno de su estatua, sino también del gran homenaje organizado por la Fundación de la Leyenda Vallenata.
Por último, encontramos en la glorieta ¨El país Vallenato¨, a unos escasos metros de algunos cambuches, donde niños duermen entre plásticos y ratas (la grandeza de los dirigentes se ven en la importancia de sus obras y la calidad de vida de su gente), la estatua de Peter Manjarrés, quien a mi parecer, no merece tal monumento, considerando la cantidad de personajes históricos y culturales que ha tenido nuestra región.
Señores gobernantes: los monumentos deben ser dignos de personajes insignes que hayan aportado grandes cosas a nuestra tierra. Abramos un poco los libros de historia, escrudiñemos el archivo municipal, desempolvemos las enciclopedias y hagamos obras de valor. Estatuas que realmente denoten la importancia de quienes representan y no simples figuritas con dedos frágiles. Hagamos memoria o de lo contrario, abramos una convocatoria para ver quién quiere una estatua.