Don Jesús Estrada Yepes, quien lleva trabajando casi 40 años en la Plaza Alfonso López como lustrabotas, sabe que algo no anda bien con el mítico árbol de mango que lleva más de 80 años sembrado en el lugar, porque ya no da la misma sombra de antes y los rayos del sol lo traspasan con más facilidad.
“Uno antes se sentaba debajo del palo de mango y este lo cobijaba a uno de la mejor manera, no se sentía el sol por ningún lado y ahora se siente que los rayos son más penetrantes. Debe ser que se está muriendo porque tiene muchas ramas secas”, mencionó Estrada Yepes, de 72 años, mientras levanta su mirada y repara la frondosidad del vegetal y señala que “ojalá me muera yo primero que el árbol”.
Todos los días desde bien temprano en la mañana, antes de que el sol comience a calentar en toda su intensidad, este hombre parte de su casa ubicada en el barrio Mareigua para venirse a resguardar debajo de las ramas del palo de mango, el mismo que sirve de testigo del sacrificio que ha hecho para levantar a su cinco hijos; por eso lo aprecia tanto y procura que su entorno esté aseado y que los turistas que llegan a frecuentarlo y a posar para la foto lo cuiden también. Asegura que esta ha sido una forma de retribuirle lo bien que el árbol se ha portado con él, al proporcionarle la sombra para hacer más cómodo su oficio.
Sin embargo, se lamenta que las autoridades no le hagan periódicamente manteamiento para evitar que su proceso de vida esté a punto de caducar.
“Mire esas ramas secas que tiene. Llevan meses ahí y yo no he visto a nadie que venga a quitarlas”, cuestiona el hombre de cabellera blanca, quien precisa que este árbol significa mucho para los habitantes de Valledupar.
Don Jesús Estrada Yepes no se equivoca en su afirmación porque este no es un árbol cualquiera, de los casi 80 mil que hay plantados en la capital del Cesar, este es un árbol que ha sido testigo silencioso de eternas noches de parrada de los más grandes juglares de la música vallenata, de tertulias entre amigos para debatir trascendentales temas. A través de los años se ha convertido en la mejor referencia para los escritores, periodistas, compositores, que relatan historias acerca del Festival de la Leyenda Vallenata.
Cuentan personas de la vieja data que para algún político o artista que se presentara en la tarima de la Plaza, era de buen presagio si conseguía que el público llagara más allá del palo de mango. Sin duda era un termómetro para calificar lo que sucedía en el lugar.
Es tanta la importancia de este emblemático árbol que la prensa nacional no ha escapado para tenerlo en cuenta. Por ejemplo, cuando cumplió 70 años el siete de agosto de 2007, El Tiempo le dedicó una página para contar el jolgorio que algunos vendedores ambulantes le hicieron con torta y brindis.
Por todo lo anterior y teniendo en cuenta el valor sentimental que los vallenatos profesan por este bien natural que al igual que sus raíces son bien profundos, se hace necesario protegerlo y salvaguardarlo para alargarle el tiempo de vida sin que presente deterioro y recupere su majestuosidad.
EL PILÓN visitó la plaza Alfonso López en compañía del biólogo Miguel Ángel Sierra, quien afirmó que el árbol de mango ha sido bastante maltratado y no ha recibo un buen trabajo de sostenimiento.
“Se han hecho algunos esfuerzos por salvarlo y eso me consta, pero el tiempo lo ha disminuido también. El crecimiento del árbol se ha estancado, debería ser más alto, más frondoso para la edad que tiene”, sostiene Sierra, quien detalla que algunos de los males que han atacado al vegetal han sido las plagas como las termitas, el comején y un parasito que lo ha asaltado por décadas, conocido como la pajarita. Además se han cometido errores a la hora de efectuar las podas y no lo han alimentado bien.
Recalcó que el cambio climático también ha afectado las condiciones árbol porque le ha quitado resistencia para mantenerse.
Para que no muera, además de hacerle un control fitosanitario, las personas, según Sierra, deberían solidarizarse con él y concientizarse que necesita de todos para seguir existiendo.
Si don Eloy Quintero Baute, patriarca que sembró el árbol de mango a principios de los años 40, estuviera vivo, seguramente estaría muy feliz al ver, que a pesar del tiempo y de las condiciones, el árbol sigue en pie, refrescando y alegrando la vida de los que se apostan debajo de sus ramas.
Inngry Jácome Serrano/ El Pilón.