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Editorial - 4 abril, 2021

Protege al prójimo como a ti mismo, tu compromiso cristiano

Hoy culmina la Semana Santa, la tradición cristiana que rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, un hecho histórico narrado con maestría por los evangelistas, quienes más que biógrafos fueron catequistas que recalcaron u omitieron detalles dependiendo de la comunidad a quienes dirigían el Evangelio o la Buena Noticia, si nos aferramos al significado literal de la palabra griega.

Hoy culmina la Semana Santa, la tradición cristiana que rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, un hecho histórico narrado con maestría por los evangelistas, quienes más que biógrafos fueron catequistas que recalcaron u omitieron detalles dependiendo de la comunidad a quienes dirigían el Evangelio o la Buena Noticia,  si nos aferramos al significado literal de la palabra griega.

Junto a la misa dominical obligatoria, el Corpus Christi o las devociones marianas, la Semana Santa fue una de las tantas tradiciones recibidas en América Latina producto de la colonización europea iniciada en 1492 con la aventura de Cristóbal Colón. La colonización fue una gran empresa con fines económicos extractivistas y al mismo tiempo un reto a las órdenes mendicantes que creían firmemente en el mandato evangélico de “Id y anunciad la Buena Nueva al mundo entero”. Del choque entre estas dos dimensiones se produjo una corriente de pensamiento conocida como el Iusnaturalismo Hispánico que, iniciada por los dominicos de la Universidad de Salamanca, defendía la calidad de persona de los aborígenes americanos y gracias a la cual tenemos hoy el Derecho Internacional Humanitario.

Este año, por el covid-19, las celebraciones litúrgicas se confinaron a las cuatro paredes de los templos, con aforo limitado, en una clara reproducción moderna de las catacumbas, lugares donde los primeros cristianos se reunían a salvo de la persecución romana. Los tradicionales pasos no recorrieron en procesión las acostumbradas calles para evitar aglomeraciones, pero estas se hicieron presentes y fueron noticia a nivel local, regional y mundial, a pesar de las recomendaciones de las autoridades civiles y médicas. 

El padecimiento cristiano nos hace invocar frente al miedo,  el sufrimiento, el calvario de la pandemia de nuestros días, el más profundo de los principios de la solidaridad, el del amor al prójimo; aquél que resume el decálogo de los mandamientos así: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

En esta pandemia se nos viene otra ola más: la incidencia en números de casos nuevos reportados, porcentaje de ocupación de camas UCI y fallecidos por el letal virus va en aumento en  el país, la vacunación se realiza a media marcha en el mundo entero –la OMS responsabilizó a la Unión Europea por el ritmo de inmunización en su territorio-, mientras los seres humanos hacemos gala de nuestro instinto de autodestrucción: cada vez son más familiares los balnearios, parques y plazas a reventar, las fiestas clandestinas y el poco uso de las medidas de prevención como el tapabocas o el distanciamiento social. La ciudadanía está cansada, aburrida y solo políticas firmes y pedagogía pueden hacerle contrapeso a este sentimiento generalizado.

En Valledupar todavía estamos a tiempo. Es el momento de tomar decisiones correctas, implementar las medidas estrictas sí,  pero debe prevalecer la responsabilidad personal y comunitaria que nos permita alcanzar la otra orilla, pues si se quiere amar a Dios, protege al prójimo como a ti mismo. 

Editorial
4 abril, 2021

Protege al prójimo como a ti mismo, tu compromiso cristiano

Hoy culmina la Semana Santa, la tradición cristiana que rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, un hecho histórico narrado con maestría por los evangelistas, quienes más que biógrafos fueron catequistas que recalcaron u omitieron detalles dependiendo de la comunidad a quienes dirigían el Evangelio o la Buena Noticia, si nos aferramos al significado literal de la palabra griega.


Hoy culmina la Semana Santa, la tradición cristiana que rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, un hecho histórico narrado con maestría por los evangelistas, quienes más que biógrafos fueron catequistas que recalcaron u omitieron detalles dependiendo de la comunidad a quienes dirigían el Evangelio o la Buena Noticia,  si nos aferramos al significado literal de la palabra griega.

Junto a la misa dominical obligatoria, el Corpus Christi o las devociones marianas, la Semana Santa fue una de las tantas tradiciones recibidas en América Latina producto de la colonización europea iniciada en 1492 con la aventura de Cristóbal Colón. La colonización fue una gran empresa con fines económicos extractivistas y al mismo tiempo un reto a las órdenes mendicantes que creían firmemente en el mandato evangélico de “Id y anunciad la Buena Nueva al mundo entero”. Del choque entre estas dos dimensiones se produjo una corriente de pensamiento conocida como el Iusnaturalismo Hispánico que, iniciada por los dominicos de la Universidad de Salamanca, defendía la calidad de persona de los aborígenes americanos y gracias a la cual tenemos hoy el Derecho Internacional Humanitario.

Este año, por el covid-19, las celebraciones litúrgicas se confinaron a las cuatro paredes de los templos, con aforo limitado, en una clara reproducción moderna de las catacumbas, lugares donde los primeros cristianos se reunían a salvo de la persecución romana. Los tradicionales pasos no recorrieron en procesión las acostumbradas calles para evitar aglomeraciones, pero estas se hicieron presentes y fueron noticia a nivel local, regional y mundial, a pesar de las recomendaciones de las autoridades civiles y médicas. 

El padecimiento cristiano nos hace invocar frente al miedo,  el sufrimiento, el calvario de la pandemia de nuestros días, el más profundo de los principios de la solidaridad, el del amor al prójimo; aquél que resume el decálogo de los mandamientos así: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

En esta pandemia se nos viene otra ola más: la incidencia en números de casos nuevos reportados, porcentaje de ocupación de camas UCI y fallecidos por el letal virus va en aumento en  el país, la vacunación se realiza a media marcha en el mundo entero –la OMS responsabilizó a la Unión Europea por el ritmo de inmunización en su territorio-, mientras los seres humanos hacemos gala de nuestro instinto de autodestrucción: cada vez son más familiares los balnearios, parques y plazas a reventar, las fiestas clandestinas y el poco uso de las medidas de prevención como el tapabocas o el distanciamiento social. La ciudadanía está cansada, aburrida y solo políticas firmes y pedagogía pueden hacerle contrapeso a este sentimiento generalizado.

En Valledupar todavía estamos a tiempo. Es el momento de tomar decisiones correctas, implementar las medidas estrictas sí,  pero debe prevalecer la responsabilidad personal y comunitaria que nos permita alcanzar la otra orilla, pues si se quiere amar a Dios, protege al prójimo como a ti mismo.