En las jornadas del Instituto Colombiano de derecho tributario, que deliberaron en Cartagena la semana pasada hubo un amplio consenso en torno a las siguientes preguntas, que siguen a la espera de una respuesta convincente:
Según afirmación del director de Anif, el déficit fiscal en el 2016 ascenderá a 4,1% del PIB que equivale a casi 34 billones de pesos. ¿Cómo se financiará dicho déficit? No se sabe.
¿A base de más endeudamiento? Pero entonces reventaremos la regla fiscal que el gobierno se ha comprometido solemnemente a cumplir.
¿Mediante más recortes en el gasto público? Probablemente habrá más recortes en las semanas que vienen. El propio gobierno así lo ha anunciado. Pero el déficit es de tal magnitud que aún con recortes sangrientos no es factible compensar el hueco que existe en las finanzas públicas del país.
Así las cosas, solo aumentando los ingresos fiscales en 2016 será posible manejar el profundo desajuste que exhiben las cuentas públicas del país. Esto en buen romance se llama reforma tributaria. ¿Pero será posible hacerla este año, durante el segundo semestre? Sobre esto hubo también seria dudas en las jornadas del instituto colombiano de derecho tributario.
En primer lugar, porque la cronología escogida dice así: para no revolver el tema tributario con el debate de la paz, primero habrán de firmarse los acuerdos de La Habana y votarse el plebiscito en el primer semestre, y luego, en el segundo, tramitarse la reforma tributaria. Pero, ¿qué pasaría si la firma de los acuerdos y el plebiscito se postergan para el segundo semestre, como no es improbable que suceda? Pues que la reforma tributaria, tan cacareada y tan urgente, quedaría para el 2017.
Y si tal cosa sucede, recuérdese, el 2017 ya es un año preelectoral. ¿Habrá condiciones políticas adecuadas para votarla en ese momento? ¿No será tardía para entonces?
Además, todo lo que se relacione con la imposición directa, por ser impuestos de periodo, solo entrarían a regir en el 2018. ¿No sería demasiado tarde esto cuando toda la estantería fiscal del país está haciendo agua?
Y si en el 2016 hay congestión entre tramite de legislación sobre paz y reforma, en el 2017 también habrá problemas. Un elemento de la nueva reforma parece ser que serán ineludibles modificaciones en la base y en las tarifas del IVA. Si este es un ingrediente incómodo ahora pues puede interferir las decisiones del proceso de paz, con igual razón sucederá en el 2017, cuando se levante el telón del debate presidencial.
Hubo consenso en el sentido de que se desaprovechó el momento apropiado que tuvo el país para darse una buena reforma tributaria integral que fue 2014. En vez del esperpento de reforma que se tramitó en aquel momento, que elevó las tarifas empresariales a uno de los niveles más altos del mundo, se pudo diseñar una reposada reforma integral a la tributación. Cosa que no se hizo.
Las reformas tributarias integrales son como las hidroeléctricas, se recordó: hay que hacerlas cuando no se necesitan pues cuando se necesitan no hay tiempo de hacerlas.
Eso es lo que parece estar sucediendo ahora: el tiempo político para hacer una buena reforma integral parece haberse agotado. Sería lastimoso que por salir del paso se tramitara en esta ocasión una reforma meramente recaudatoria.
¿Qué opinarán los mercados que ya muestran nerviosismo, y las agencias calificadoras de riesgos, sobre estas marchas y contramarchas tributarias?