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Columnista - 14 octubre, 2021

¿Por qué gusta el Juego del Calamar de Netflix?

El Juego de Calamar es una serie de Netflix que se recrea en  juegos infantiles y el que pierde muere. Es truculenta y despiadada. Son asesinatos viles. En 9 capítulos eliminan fríamente, al punto que da escalofríos, 461 personas. La serie tiene dos bandos, de un lado los perdedores de la vida y del capitalismo […]

El Juego de Calamar es una serie de Netflix que se recrea en  juegos infantiles y el que pierde muere. Es truculenta y despiadada. Son asesinatos viles. En 9 capítulos eliminan fríamente, al punto que da escalofríos, 461 personas.

La serie tiene dos bandos, de un lado los perdedores de la vida y del capitalismo salvaje y que entran a jugar porque son los desahuciados del sistema, los que perdieron todo. En el lado opuesto están los ganadores del sistema, los que tienen todo, están aburridos y buscan nuevas entretenciones. El premio lo gana  una persona y es plata, mucha plata y por la plata baila el perro. En este caso, también mata.

Los capítulos muestran que algo no va bien en la sociedad, describe una sociedad enferma y cruel. En los juegos hay competencia pero sobre todo sobrevivencia, traición y desconfianza. Sin confianza el concepto de comunidad desaparece y se abre espacio la individualidad, la codicia. El juego desnuda la cara oscura de la condición humana y presenta al hombre  como un objeto desechable -al que matan como moscas-  y que tiene dificultades para establecer lazos afectivos. Es la “sociedad del cansancio” de Byung-Chul Han en la que se vive agotado, deprimido, defraudado pero que necesita circo. En la serie  al igual que en la vida digital de hoy día, que no tiene pare ni interrupción, la sorpresa y la incertidumbre la recorren de principio a fin.

Pero la suerte no está echada. El mundo está cambiando. Las nuevas generaciones tienen una agenda de sostenibilidad y ello implicará humanizar el capitalismo, volverlo ético. La economía social de mercado va en esa dirección; además, la economía está entrado en una nueva época, la de la sostenibilidad. Y la presión migratoria a países ricos obligará a impulsar el desarrollo en los estados pobres.

El juego del Calamar es un fenómeno mundial. ¿Por qué gusta si es tan violenta? Porque tiene una series de elementos que atrapan.

Por ejemplo, rememora la infancia. Los juegos que muestra son  de niños y esa época es la de ideales nobles. La máscara hace parte de la serie y la máscara es anonimato;  detrás de ella las personas ocultan su identidad y ello les permite hacer cosas que sin ella nunca harían. El antifaz desinhibe.  Es lo que pasa en Twitter, el anonimato y la distancia digital impulsan al ser humano a vomitar lo peor de él y así, en el caso del juego, asesinan sin compasión. Netflix con la máscara desenmascara lo ruin y el que ve la serie se pone, también, la careta y desde ahí, escupe.

Hay otras razones: libera, pero en la intimidad, emociones primitivas como la venganza y las ganas de hacer daño; tiene fuerza narrativa y dramática; ofrece una crítica a una realidad compleja -el capitalismo salvaje-;  ayuda a entender la sicología  humana, sus  defectos  y ello conecta con el inconsciente y  así atrapa al televidente.

@enriqueha

Columnista
14 octubre, 2021

¿Por qué gusta el Juego del Calamar de Netflix?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Enrique Herrera Araujo

El Juego de Calamar es una serie de Netflix que se recrea en  juegos infantiles y el que pierde muere. Es truculenta y despiadada. Son asesinatos viles. En 9 capítulos eliminan fríamente, al punto que da escalofríos, 461 personas. La serie tiene dos bandos, de un lado los perdedores de la vida y del capitalismo […]


El Juego de Calamar es una serie de Netflix que se recrea en  juegos infantiles y el que pierde muere. Es truculenta y despiadada. Son asesinatos viles. En 9 capítulos eliminan fríamente, al punto que da escalofríos, 461 personas.

La serie tiene dos bandos, de un lado los perdedores de la vida y del capitalismo salvaje y que entran a jugar porque son los desahuciados del sistema, los que perdieron todo. En el lado opuesto están los ganadores del sistema, los que tienen todo, están aburridos y buscan nuevas entretenciones. El premio lo gana  una persona y es plata, mucha plata y por la plata baila el perro. En este caso, también mata.

Los capítulos muestran que algo no va bien en la sociedad, describe una sociedad enferma y cruel. En los juegos hay competencia pero sobre todo sobrevivencia, traición y desconfianza. Sin confianza el concepto de comunidad desaparece y se abre espacio la individualidad, la codicia. El juego desnuda la cara oscura de la condición humana y presenta al hombre  como un objeto desechable -al que matan como moscas-  y que tiene dificultades para establecer lazos afectivos. Es la “sociedad del cansancio” de Byung-Chul Han en la que se vive agotado, deprimido, defraudado pero que necesita circo. En la serie  al igual que en la vida digital de hoy día, que no tiene pare ni interrupción, la sorpresa y la incertidumbre la recorren de principio a fin.

Pero la suerte no está echada. El mundo está cambiando. Las nuevas generaciones tienen una agenda de sostenibilidad y ello implicará humanizar el capitalismo, volverlo ético. La economía social de mercado va en esa dirección; además, la economía está entrado en una nueva época, la de la sostenibilidad. Y la presión migratoria a países ricos obligará a impulsar el desarrollo en los estados pobres.

El juego del Calamar es un fenómeno mundial. ¿Por qué gusta si es tan violenta? Porque tiene una series de elementos que atrapan.

Por ejemplo, rememora la infancia. Los juegos que muestra son  de niños y esa época es la de ideales nobles. La máscara hace parte de la serie y la máscara es anonimato;  detrás de ella las personas ocultan su identidad y ello les permite hacer cosas que sin ella nunca harían. El antifaz desinhibe.  Es lo que pasa en Twitter, el anonimato y la distancia digital impulsan al ser humano a vomitar lo peor de él y así, en el caso del juego, asesinan sin compasión. Netflix con la máscara desenmascara lo ruin y el que ve la serie se pone, también, la careta y desde ahí, escupe.

Hay otras razones: libera, pero en la intimidad, emociones primitivas como la venganza y las ganas de hacer daño; tiene fuerza narrativa y dramática; ofrece una crítica a una realidad compleja -el capitalismo salvaje-;  ayuda a entender la sicología  humana, sus  defectos  y ello conecta con el inconsciente y  así atrapa al televidente.

@enriqueha