La ORG Corpovisionarios realizó un experimento psicosocial en el que logró demostrar cómo los seguidores de un líder político pueden llegar a estar de acuerdo con cualquier cosa que este diga, incluso, cuando sus aseveraciones vayan en sentido contrario a sus propias convicciones. El objetivo del ejercicio, dice Henry Murrain, director ejecutivo de Corpovisionarios, era […]
La ORG Corpovisionarios realizó un experimento psicosocial en el que logró demostrar cómo los seguidores de un líder político pueden llegar a estar de acuerdo con cualquier cosa que este diga, incluso, cuando sus aseveraciones vayan en sentido contrario a sus propias convicciones.
El objetivo del ejercicio, dice Henry Murrain, director ejecutivo de Corpovisionarios, era observar el sesgo político con el que seguidores de ciertos actores de la política colombiana asimilaban las posiciones sentadas por estos, asimismo, revisar hasta qué punto eran capaces de defenderlas. Los investigadores reunieron a 16 seguidores de Álvaro Uribe y a 16 seguidores de Gustavo Petro. A los uribistas les mostraron declaraciones de Petro, pero les dijeron que las había dicho Uribe, lo mismo hicieron con los petristas, les mostraron declaraciones de Álvaro Uribe como si hubiesen sido dichas por Petro.
El resultado de este ensayo (Fuente: Lo que digan Uribe o Petro – Revista Semana), que no resulta extraño para el ambiente populista que arropa el espectro político del país y parte de Latinoamérica, fue que una amplia mayoría de los ciudadanos que hicieron parte de la investigación, manifestaron estar de acuerdo con las afirmaciones que le fueron suministradas, deduzco que se debe al “origen” de estas.
Que este tipo de cosas sucedan es muy penoso, nos atan a seguir circulando por los campos de la tontería, ¿Dónde quedó el raciocinio y nuestro sentido de pertenencia? No se sabe, lo que sí está claro es que este virus es la secuela del fanatismo, del extremismo inocuo y del fervor dañino que le hemos untado al ejercicio de la política en Colombia. Aquí el hecho no es que se defiendan los ideales, teorías, o qué sé yo, de las figuras políticas del país, la cuestión radica en que hemos llegado quizás a los niveles más altos de ceguera, nos estamos privando de hacer política y ciudadanía de forma decorosa y sensata, algo que es muy grave.
El degeneramiento es palpable, es un absurdo que todavía existan debates que se fundamenten en las ofensas y no en el respeto, en la desproporcionalidad y no en la equidad, en los gritos y no en la moderación, en las calumnias y no en la materia probatoria, en la mentira y no en la honestidad, en la inmoralidad y no en la ética, en la crueldad y no en las humanidades, en el populismo y no en la democracia.
Populismo, más caudillismo, más falta de razonamiento, siempre arrojará como resultado la acción negativa de robustecer una crisis políticosocial que va en aumento, la demagogia. Si Pedro dice que hay que suprimir el sector privado de la economía y el mercado porque esto sólo favorece a los adinerados, ¿Por qué razón debemos estar de acuerdo? ¿Porque soy su seguidor y lo tengo como cual ser supremo? Hágame el favor. O si Juan plantea un Estado más militarista que social, con una actitud arcaica y desfasada, ¿Vamos a estar de acuerdo sólo porque goza de nuestros afectos políticos y todo lo que diga está bien y/o es verdad? Qué locura.
Dice Álvaro Vargas Llosa, en entrevista con El Espectador, que “al populismo latinoamericano lo caracteriza el mito y la utopía. El mito inventa un pasado que nunca existió y la utopía inventa un futuro que nunca existirá. El (o la) caudillo utiliza el mito y la utopía con mucha eficacia y nuestra cultura política es receptiva a ese discurso”. Hombre, hay que poner los pies sobre la tierra y afrontar nuestras realidades con toda la cordura y la ecuanimidad posible, no caigamos en las redes de la política barata, amiga del bochorno, la gritería y el oportunismo. Para que el cambio que pedimos a diario llegue a nuestras instituciones, y permanezca en ellas de forma sólida, debemos empezar por cambiar nuestra mentalidad y forma de percibir el panorama social, político, económico, jurídico y cultural de nuestro país.
Inyectémosle a la política colombiana una fuerte dosis de razón y convicción para combatir la irreflexión y la pasión. Acojamos planes, propuestas y programas en razón de su esencia y propósito, y no sólo con motivo de la persona que los formula.
Seguir a un político no está mal, lo que está mal es perder la noción de todo y dejarse atrapar por voces mansas o salvajes que sólo hacen emitir mensajes distorsionadores de la realidad y mercantilizadores del debate. Esto no puede seguir pasando, de lo contrario, lo vamos a lamentar. Estamos en el deber de reflexionar, ya se acercan las elecciones nuevamente. Entre tanto, el ejercicio hecho por Corpovisionarios deja un sinsabor, un mensaje: ‘Petro y Uribe nos tienen fregados’.
@camilopintom
La ORG Corpovisionarios realizó un experimento psicosocial en el que logró demostrar cómo los seguidores de un líder político pueden llegar a estar de acuerdo con cualquier cosa que este diga, incluso, cuando sus aseveraciones vayan en sentido contrario a sus propias convicciones. El objetivo del ejercicio, dice Henry Murrain, director ejecutivo de Corpovisionarios, era […]
La ORG Corpovisionarios realizó un experimento psicosocial en el que logró demostrar cómo los seguidores de un líder político pueden llegar a estar de acuerdo con cualquier cosa que este diga, incluso, cuando sus aseveraciones vayan en sentido contrario a sus propias convicciones.
El objetivo del ejercicio, dice Henry Murrain, director ejecutivo de Corpovisionarios, era observar el sesgo político con el que seguidores de ciertos actores de la política colombiana asimilaban las posiciones sentadas por estos, asimismo, revisar hasta qué punto eran capaces de defenderlas. Los investigadores reunieron a 16 seguidores de Álvaro Uribe y a 16 seguidores de Gustavo Petro. A los uribistas les mostraron declaraciones de Petro, pero les dijeron que las había dicho Uribe, lo mismo hicieron con los petristas, les mostraron declaraciones de Álvaro Uribe como si hubiesen sido dichas por Petro.
El resultado de este ensayo (Fuente: Lo que digan Uribe o Petro – Revista Semana), que no resulta extraño para el ambiente populista que arropa el espectro político del país y parte de Latinoamérica, fue que una amplia mayoría de los ciudadanos que hicieron parte de la investigación, manifestaron estar de acuerdo con las afirmaciones que le fueron suministradas, deduzco que se debe al “origen” de estas.
Que este tipo de cosas sucedan es muy penoso, nos atan a seguir circulando por los campos de la tontería, ¿Dónde quedó el raciocinio y nuestro sentido de pertenencia? No se sabe, lo que sí está claro es que este virus es la secuela del fanatismo, del extremismo inocuo y del fervor dañino que le hemos untado al ejercicio de la política en Colombia. Aquí el hecho no es que se defiendan los ideales, teorías, o qué sé yo, de las figuras políticas del país, la cuestión radica en que hemos llegado quizás a los niveles más altos de ceguera, nos estamos privando de hacer política y ciudadanía de forma decorosa y sensata, algo que es muy grave.
El degeneramiento es palpable, es un absurdo que todavía existan debates que se fundamenten en las ofensas y no en el respeto, en la desproporcionalidad y no en la equidad, en los gritos y no en la moderación, en las calumnias y no en la materia probatoria, en la mentira y no en la honestidad, en la inmoralidad y no en la ética, en la crueldad y no en las humanidades, en el populismo y no en la democracia.
Populismo, más caudillismo, más falta de razonamiento, siempre arrojará como resultado la acción negativa de robustecer una crisis políticosocial que va en aumento, la demagogia. Si Pedro dice que hay que suprimir el sector privado de la economía y el mercado porque esto sólo favorece a los adinerados, ¿Por qué razón debemos estar de acuerdo? ¿Porque soy su seguidor y lo tengo como cual ser supremo? Hágame el favor. O si Juan plantea un Estado más militarista que social, con una actitud arcaica y desfasada, ¿Vamos a estar de acuerdo sólo porque goza de nuestros afectos políticos y todo lo que diga está bien y/o es verdad? Qué locura.
Dice Álvaro Vargas Llosa, en entrevista con El Espectador, que “al populismo latinoamericano lo caracteriza el mito y la utopía. El mito inventa un pasado que nunca existió y la utopía inventa un futuro que nunca existirá. El (o la) caudillo utiliza el mito y la utopía con mucha eficacia y nuestra cultura política es receptiva a ese discurso”. Hombre, hay que poner los pies sobre la tierra y afrontar nuestras realidades con toda la cordura y la ecuanimidad posible, no caigamos en las redes de la política barata, amiga del bochorno, la gritería y el oportunismo. Para que el cambio que pedimos a diario llegue a nuestras instituciones, y permanezca en ellas de forma sólida, debemos empezar por cambiar nuestra mentalidad y forma de percibir el panorama social, político, económico, jurídico y cultural de nuestro país.
Inyectémosle a la política colombiana una fuerte dosis de razón y convicción para combatir la irreflexión y la pasión. Acojamos planes, propuestas y programas en razón de su esencia y propósito, y no sólo con motivo de la persona que los formula.
Seguir a un político no está mal, lo que está mal es perder la noción de todo y dejarse atrapar por voces mansas o salvajes que sólo hacen emitir mensajes distorsionadores de la realidad y mercantilizadores del debate. Esto no puede seguir pasando, de lo contrario, lo vamos a lamentar. Estamos en el deber de reflexionar, ya se acercan las elecciones nuevamente. Entre tanto, el ejercicio hecho por Corpovisionarios deja un sinsabor, un mensaje: ‘Petro y Uribe nos tienen fregados’.
@camilopintom