Entre el 19 y el 26 de noviembre se estará llevando a cabo en Bogotá la cuarta edición del festival que titula esta columna. Cada vez son más las manifestaciones y eventos como éste, cuya finalidad es prevenir la violencia de género. Sin embargo, y pese al sinnúmero de protestas para poner freno al maltrato de las mujeres, aún se registran aumentos en las cifras de feminicidios en el país, sumado a los aún más dolorosos casos de abusos sexuales.
Como muestra de cuánto debería preocuparnos el tema, en menos de una semana se registraron tres actos de salvajismo contra mujeres en la ciudad de Valledupar y mañana este número puede ser superado; debemos seguir alzando la voz en señal de protesta, no sólo en memoria de Yisney, Sol Mery y Nadina, sino por todas aquellas víctimas fatales que eran hijas, madres, hermanas y ante todo, mujeres. ¡Ayer fueron ellas, mañana podemos ser nosotras!
Algunos insolentes tienen la osadía de culpar a las víctimas por el actuar de sus victimarios, como si fueran ellas quienes los instigaran a realizar actos que van desde golpizas, maltrato verbal, acoso y violencia sexual, hasta un atroz asesinato.
Aún podemos generar conciencia, la protesta es una forma, pero también es hora de educar a nuestros niños en términos de respeto por las niñas, y de exigir a los hombres un buen trato a nuestras mujeres, de lo contrario estaremos condenados a seguir en este machismo absurdo, que marca muchas regiones del país y que genera semejantes actos de violencia. Colombia es uno de los países con las tasas de feminicidio más altas del mundo.
Pese a que en el 2008, en el país se expidió la Ley 1257 para prevenir y sancionar la violencia y discriminación contra la mujer; y en el 2015 con la entrada en vigencia de la Ley 1761 se creó el tipo penal de feminicidio, el panorama no ha cambiado, por el contrario, es cada día más grave, lo cual demuestra que no es sólo cuestión de leyes.
¡Ya no más! No queremos ver con dolor a “La mujer en la ventana”, la letra de un canto que exige cesar los maltratos a las mujeres, así lo expresa su autor Carlos Vives: “una canción para cambiar comportamientos y pensar en el amor honesto hacia las mujeres”. Enseñemos como en esta canción a que “A una mujer no se toca, en la religión solo se sigue y se adora”.
Un “¡no nos dejemos!” no es suficiente; la mejor historia es aquella que se repite para mejorar como sociedad. Si olvidamos a aquellas que se sacrifican o fueron sacrificadas, estaremos continuamente repitiendo una historia apoyada en un repugnante patrón cultural, que invita al hombre a maltratar a la mujer.
¡Señores! el mejor puño es el que no se da. A las mujeres, ni con el pétalo de una rosa se deben tocar.
Por María F Daza Ovalle