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¿Pecado? ¿Qué es eso?

Nos encontramos en el domingo XXVI del Tiempo Ordinario, y el relato del Evangelio que se lee en la Misa de este día (Marcos 9, 38-48) parece ser a simple vista la expresión descabellada del menos cuerdo de los fanáticos religiosos.

En efecto, Jesús dice cosas que realmente suenan difíciles y que rayan en el umbral de lo absurdo. Es cierto que ya le hemos escuchado decir cosas como “no os resistáis al mal… al que te hiera en una mejilla preséntale la otra… devolved bien por mal”, etc., pero esta vez va más allá, y eso le ha traído como consecuencia la pérdida de no pocos seguidores a lo largo de la historia.

¿Qué es lo que dice Jesús? “Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela… si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo… si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo…” ¡Caray! Eso no solo suena radical, sino ilógico y tonto, más si se considera que en el concepto de “pecado” nunca hemos logrado ponernos de acuerdo y que, incluso, muchos quisieran eliminarlo del vocabulario.

Así es Jesús, siempre dice la verdad, y no anda por ahí disfrazando las palabras para que suenen bonitas o menos duras, causa controversia con sus declaraciones, se enfrenta a quienes pretenden desviar al pueblo de la verdadera religiosidad y se gana incomprensiones y enemigos que le llevarán a la cruz. Sin embargo, hay que saber entender las palabras de Jesús porque, de no ser así, tendríamos que vivir en una sociedad de tuertos, cojos y mancos. ¿Quién no ha pecado con sus ojos?, ¿Quién no ha dirigido sus pasos hacia el mal? ¿Quién puede decir que sus manos se encuentran libres de culpa? Yendo un poco más allá, tendríamos que preguntar: ¿Quién no ha planeado, pensado, maquinado el mal? Si hacemos una interpretación literal de las palabras de Jesús todos deberíamos propinarnos un fuerte golpe en el cerebro y mutilar por doquier nuestro cuerpo. Afortunadamente no es eso lo que quiere el Señor.

Antes que nada debemos aclarar lo que es el pecado, y en este mundo de religiosidades moralistas, que ven pecado en todo, de conciencias laxas para las que nada es pecado y de utópicos que pretenden eliminar del panorama los conceptos de bien y mal, la cosa no resulta fácil. No obstante, me atrevo a citar las palabras de San Basilio que, a mi juicio, constituyen una excelente definición: “En esto consiste precisamente el pecado, en el uso desviado y contrario a la voluntad de Dios de las facultades que él nos ha dado para practicar el bien”.

Realmente este concepto es un alivio para quienes estábamos ya dando filo al cuchillo para comenzar a obedecer el extraño mandato de Jesús. La mano, el pie, el ojo y todo lo que tenemos (físico, espiritual, sentimental o intelectual) son dones, que debemos usar rectamente bajo la mirada de Dios, buscando siempre el bien propio y el de los demás. Cortarlos, cuando sean ocasión de pecado, significa no utilizarlos para el mal.

Nosotros somos los únicos seres de la naturaleza capaces de actuar no simplemente llevados por el instinto o las necesidades de nuestro cuerpo, sino guiados por la razón y la conciencia, y son precisamente la razón y la conciencia las que deben marcar el rumbo de nuestras decisiones y omisiones. A través de nuestra razón y nuestra conciencia podemos escuchar la voz de Dios, incluso siendo ateos. Feliz domingo.

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