Las fiestas que se realizan en esta pandemia, de tradición popular, abiertas y clandestinas, terminan en riñas, estos, heridos llegan a los centros hospitalarios a exigir atención inmediata y a chocar con el personal médico de turno, congestionando estas instituciones. Según datos suministrados a los medios de comunicación por la Policía Nacional, son 8.280 fiestas ocurridas recientemente.
La sociedad colombiana, encuentra momentos contradictorios y los expresa, la excusa de quienes participan en estas parrandas es que la cuarentena les produce fatiga; el caso es que los comparendos impuestos ni atemorizan ni persuaden a los indisciplinados.
Ante la situación que ya adquiere asomos o indicios de violencia, de manera reiterada. ¿Se deben aplicar sanciones más severas o medidas pedagógicas? Muchas personas de manera irresponsable sin justificación alguna desafían la letalidad de éste virus, enfiestándose sin calcular que por esos “momentos de escape”, como le llaman; de alegrías momentáneas, transportarán la enfermedad cuando regresen a sus casas.
Debemos evitar las aglomeraciones, montoneras incivilizadas, ya que éstas son el foco de propagación; a mayor agrupación de personas, serán más los contagiados y muertos a las próximas semanas. Es difícil, no imposible, abstenernos en el momento de ésas reuniones, intentémoslo. ¿Qué nos cuesta?
Las Fuerzas Militares y de Policía, han incorporado y formado personal con diferentes profesiones, que con tino y estrategias, podrán asumir medidas correctivas, persuadiendo, sin entrar en la represión; la práctica de ésta nueva modalidad, podría arrojar mejores resultados que el ejercicio de la fuerza, ya que se podría desbordar, resultando un abuso y exceso de autoridad que es un delito y quienes serían controlados, sin ser delincuentes, reaccionen como tal, atacando a la autoridad, lo que daría la oportunidad de judicializarlos.
Preguntamos: Ante éste desenfreno, ¿Quién tiene la culpa? Con énfasis tenemos que responder que la culpa es de cada quien que infrinja el orden, la ley seca, el toque de queda. La verdad es que no tenemos que culpar a este, aquel o aquella institución, así de sencillo. Ante la realidad de las cifras del aumento del contagio, nadie puede discutirlas o rebatirlas; son evidentes; el autocuidado, la prevención será fundamental para no incrementar esos datos de mortalidad.
Indudablemente estos actos de indisciplina y rebeldía, a todas luces, bajo el influjo del licor llevarán al caos y a no acatar la autoridad, sea cualquiera. Ese autocuidado debe nacer de nosotros, que no sea impuesto; no necesitamos un policía al lado, para asimilar un comportamiento que preservará nuestras vidas. La ciudadanía debe comprender que la normatividad que se emite es porque la situación puede desencadenar en algo más grave.
Debemos despertar el sumo interés por nuestra vida y la de nuestros semejantes más cercanos; contagiarnos de buena voluntad, concientizarnos que el virus es fatal. Con un trabajo en equipo, siendo un poco más dóciles, cumpliendo las medidas sanitarias, disminuiremos el contagio; las fiestas dejémoslas para después.