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Columnista - 3 julio, 2010

Palabras fascinantes

Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA Debo a un llamado de Héctor Rojas Herazo y a la vocación pedagógica de Lauchlin Currie mi interés constante por el origen y el significado de las palabras. En uno de los textos de Señales y Garabatos del Habitante, Rojas Herazo escribió que es bueno leer el diccionario, y no sólo […]

Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA

Debo a un llamado de Héctor Rojas Herazo y a la vocación pedagógica de Lauchlin Currie mi interés constante por el origen y el significado de las palabras. En uno de los textos de Señales y Garabatos del Habitante, Rojas Herazo escribió que es bueno leer el diccionario, y no sólo consultarlo, porque “el diccionario es la novela del idioma, el gran cuento de las palabras. Allí está –con su pasión, con su calor y su sabor propios- la biografía de cada vocablo”.
Por su parte, el profesor Currie, en sus clases de macroeconomía en la Universidad Nacional, a mediados de los años 60, sin dominar muy bien el español, hacía notables esfuerzos para que sus discípulos huyeran de la tiranía de las palabras. Condición de la que se es víctima cuando se da por sentado el significado de ciertas expresiones, sin indagar lo que con ellas se quiere decir.
Anotaciones que están motivadas por la lectura  de dos libros  de singular valía. El primero de ellos, titulado La Fascinante Historia de las Palabras, es de la autoría de Ricardo Soca quien escarba, con tino y oficio, en el mundo de la etimología de las palabras.
Bellamente ilustrado por la editorial colombiana Rey Naranjo Editores, y con más de 500 entradas registradas a manera de diccionario, el libro de Soca se puede leer, como diría Beremundo el Lelo al narrar sus oficios y mesteres, en sin orden. Lo cual permite asociar, en cuestión de instantes, a Latinus, rey de los primitivos pobladores de la Península Itálica, con Prudencio Miguel Reyes, un talabartero que vivió en Montevideo a comienzos del siglo XX.
Ello porque por estos días los habitantes de Sudamérica nos enorgullecemos  del éxito que los equipos de esta parte del mundo han tenido en el mundial de futbol, en nuestra condición de hinchas latinoamericanos. Denominación esta última  que debemos conjuntamente  a Reyes y a  Latinus, pues el primero nos legó  el  nombre de  la condición y el segundo la primera parte del  gentilicio.
El ascendiente  de Latinus en nuestro gentilicio es relativamente conocido. Más  interesante es la  influencia que por estos días tiene en nuestro hablar el talabartero uruguayo. Según Saco, Prudencio Miguel Rey estaba encargado de inflar (hinchar) los balones del equipo  Nacional de Montevideo y por eso era conocido  como el hincha. Más precisamente, “durante los partidos otros aficionados solían comentar ante las ruidosas demostraciones de Reyes: mirá como grita el hincha. Y poco a poco la palabra hincha se fue aplicando a los partidarios del Nacional que más gritaban en los partidos. Más tarde se extendió a los demás y finalmente a los partidarios de todos los clubes”.
El segundo libro que suscita este comentario se titula Cuchillo de Luna y es de la autoría del poeta, escritor y periodista sucreño Cristo García Tapia, quien otra vez convocó a la poesía para dejar constancia, entre otros hechos, de que ha visto a Ítaca en lejanía, ha visitado con ternura el mundo de su infancia, y ha navegado en aguas imaginarias en donde atisbó “la procesión de soledades que es el mundo, la brevedad del día que en nosotros acontece”.
Siempre gota abisal de música secreta, García Tapia vuelve poesía la vida cotidiana de las gentes de Sucre cuando anuncia que uno que va a morir vendrá a  preguntar ” si se me ofrece algo en la otra vida, alguna deuda por cobrar, una carta de amor, el nombre de alguien ya olvidado.”
García y Soca han producido libros maravillosos puesto que ambos seducen y atraen a los lectores con el brillo de sus fascinantes palabras.

Columnista
3 julio, 2010

Palabras fascinantes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio Hernandez Gamarra

Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA Debo a un llamado de Héctor Rojas Herazo y a la vocación pedagógica de Lauchlin Currie mi interés constante por el origen y el significado de las palabras. En uno de los textos de Señales y Garabatos del Habitante, Rojas Herazo escribió que es bueno leer el diccionario, y no sólo […]


Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA

Debo a un llamado de Héctor Rojas Herazo y a la vocación pedagógica de Lauchlin Currie mi interés constante por el origen y el significado de las palabras. En uno de los textos de Señales y Garabatos del Habitante, Rojas Herazo escribió que es bueno leer el diccionario, y no sólo consultarlo, porque “el diccionario es la novela del idioma, el gran cuento de las palabras. Allí está –con su pasión, con su calor y su sabor propios- la biografía de cada vocablo”.
Por su parte, el profesor Currie, en sus clases de macroeconomía en la Universidad Nacional, a mediados de los años 60, sin dominar muy bien el español, hacía notables esfuerzos para que sus discípulos huyeran de la tiranía de las palabras. Condición de la que se es víctima cuando se da por sentado el significado de ciertas expresiones, sin indagar lo que con ellas se quiere decir.
Anotaciones que están motivadas por la lectura  de dos libros  de singular valía. El primero de ellos, titulado La Fascinante Historia de las Palabras, es de la autoría de Ricardo Soca quien escarba, con tino y oficio, en el mundo de la etimología de las palabras.
Bellamente ilustrado por la editorial colombiana Rey Naranjo Editores, y con más de 500 entradas registradas a manera de diccionario, el libro de Soca se puede leer, como diría Beremundo el Lelo al narrar sus oficios y mesteres, en sin orden. Lo cual permite asociar, en cuestión de instantes, a Latinus, rey de los primitivos pobladores de la Península Itálica, con Prudencio Miguel Reyes, un talabartero que vivió en Montevideo a comienzos del siglo XX.
Ello porque por estos días los habitantes de Sudamérica nos enorgullecemos  del éxito que los equipos de esta parte del mundo han tenido en el mundial de futbol, en nuestra condición de hinchas latinoamericanos. Denominación esta última  que debemos conjuntamente  a Reyes y a  Latinus, pues el primero nos legó  el  nombre de  la condición y el segundo la primera parte del  gentilicio.
El ascendiente  de Latinus en nuestro gentilicio es relativamente conocido. Más  interesante es la  influencia que por estos días tiene en nuestro hablar el talabartero uruguayo. Según Saco, Prudencio Miguel Rey estaba encargado de inflar (hinchar) los balones del equipo  Nacional de Montevideo y por eso era conocido  como el hincha. Más precisamente, “durante los partidos otros aficionados solían comentar ante las ruidosas demostraciones de Reyes: mirá como grita el hincha. Y poco a poco la palabra hincha se fue aplicando a los partidarios del Nacional que más gritaban en los partidos. Más tarde se extendió a los demás y finalmente a los partidarios de todos los clubes”.
El segundo libro que suscita este comentario se titula Cuchillo de Luna y es de la autoría del poeta, escritor y periodista sucreño Cristo García Tapia, quien otra vez convocó a la poesía para dejar constancia, entre otros hechos, de que ha visto a Ítaca en lejanía, ha visitado con ternura el mundo de su infancia, y ha navegado en aguas imaginarias en donde atisbó “la procesión de soledades que es el mundo, la brevedad del día que en nosotros acontece”.
Siempre gota abisal de música secreta, García Tapia vuelve poesía la vida cotidiana de las gentes de Sucre cuando anuncia que uno que va a morir vendrá a  preguntar ” si se me ofrece algo en la otra vida, alguna deuda por cobrar, una carta de amor, el nombre de alguien ya olvidado.”
García y Soca han producido libros maravillosos puesto que ambos seducen y atraen a los lectores con el brillo de sus fascinantes palabras.