EDITORIAL

Telarañas que rondan los ojos de muchos en Valledupar

Ya habíamos abordado el tema en estas líneas, pero de manera muy superficial. Lo delicado del asunto amerita un análisis riguroso. El escaneo del iris a cambio de incentivos económicos es un fenómeno que se presenta en Valledupar y que genera muchas preguntas sin respuestas convincentes. No hay claridad sobre ¿qué se hace con el […]

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Ya habíamos abordado el tema en estas líneas, pero de manera muy superficial. Lo delicado del asunto amerita un análisis riguroso. El escaneo del iris a cambio de incentivos económicos es un fenómeno que se presenta en Valledupar y que genera muchas preguntas sin respuestas convincentes.

No hay claridad sobre ¿qué se hace con el iris de sus ciudadanos? Desde que en el año 2024 se conocieron las primeras noticias sobre el particular, en capitales como Bucaramanga, ese proceso ha estado rodeado de controversia. Lo que inicialmente fue presentado como una avanzada tecnológica para diferenciar a los humanos de los bots (programas que realizan tareas automatizadas) ha terminado en un mar de misterio para la ciudadanía.

Las especulaciones van y vienen sobre este asunto en Valledupar, donde la llegada del ‘Orb’, (dispositivo que captura imágenes oculares), ha levantado una nube de dudas, suspicacias y temores legítimos en mucha gente, menos en esas personas que obligadas por la necesidad acuden a exponer su rostro para tal operación.

Son largas la filas en busca de convertir tokens digitales (claves de seis dígitos) en dinero, todo a cambio de entregar información biométrica a una empresa de la cual la mayoría de los ciudadanos no conoce su alcance real.

Los voceros de esa empresa, en declaraciones a EL PILÓN aseguraron que esta no almacena las imágenes, que “los datos se anonimizan” y que “no se construye una base de datos biométrica”. También sostuvieron que no pagan con dinero, sino con tokens digitales intercambiables para muchas transacciones, eventualmente, por criptomonedas. Sin embargo, en las calles de Valledupar persiste una pregunta elemental: ¿de dónde sale tanta plata? ¿Cómo se sostiene si su promesa no es lucrativa ni comercial?

En esta ciudad, se habla de entre 300 y 400 personas que cada día acuden a vender su iris a cambio de un monto que oscila entre $50.000 y $80.000. Multiplicado por jornadas completas, el capital movilizado es muy alto. ¿Quién financia esta operación? ¿Con qué finalidad? ¿Cómo se recupera la inversión? ¿Qué control hay sobre el uso futuro de estos datos?

Inquieta que, en países como España y Portugal, las operaciones fueron suspendidas. En Colombia no se ha producido un pronunciamiento oficial sobre si el modelo cumple con la Ley de Protección de Datos Personales.

Pese a que se diga lo contrario, lo cierto es que en la práctica se está creando un incentivo económico por entregar una parte del cuerpo, un elemento irreemplazable de la identidad humana.

Los responsables del proceso argumentan que el código del iris “no está vinculado a nombre, teléfono o dirección”, sin embargo, expertos en informática aseguran que eso no elimina el riesgo porque “las tecnologías de reidentificación son cada vez más avanzadas”.

Todo indica que no hay claridad suficiente ni siquiera por parte de las autoridades, tal como lo corroboran las declaraciones radiales del secretario de Gobierno de Valledupar, Félix Valera, quien, a pesar de estar actuando sobre el caso, no brindó tranquilidad sobre la legalidad de esa operación.

Aquí no es suficiente que la empresa se declare legal, es urgente una auditoría pública sobre lo que está ocurriendo con los datos de los vallenatos. La Superintendencia de Industria y Comercio, la Defensoría del Pueblo y el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones deben actuar rápido.

Muy acertada la opinión de un cibernauta cuando dijo que “Valledupar no puede convertirse en un laboratorio de prueba para intereses que aún no se comprenden del todo. Lo mínimo que merece su gente es claridad absoluta”. En eso debemos estar de acuerdo todos.

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