Por: JACOBO SOLANO CERCHIARO*
El arte de hacer política se define como el proceso orientado ideológicamente hacia la toma de decisiones para la consecución de los objetivos de un grupo, pero más allá de esto la gran pregunta es ¿cómo afecta la política a los ciudadanos y de qué forma?
Los enclaves autoritarios no se acabaron con la Constitución del 91, muchos persisten y minan la capacidad institucional de responder a los requerimientos de la sociedad y siguen erosionando la ‘naturaleza’ democrática del sistema. Lo peor es que la dama ciudadanía se casó por conveniencia con el caballero sistema político, generando consecuencias que pagan sus hijos, nosotros. En la sociedad civil se nota una creciente despolitización. Los casos de corrupción enseñaron a odiar lo político, desde el fraude de Misael Pastrana en los 70; pasando por Soto Prieto y sus 13 millones de dólares, en los años 80; el Proceso 8000 de Ernesto Samper en los 90; hasta el escándalo de los Nule, que hoy nos conmociona. Colombia es un país acostumbrado a la corrupción que se ha enquistado y se ha transformado en una cultura del todo vale. Culpamos a los gobiernos de turno, pero el mal es de la sociedad como tal, llámese empresa privada, sector público, gremios y los partidos políticos, tanto tradicionales como los de garaje, que se han convertido en fabrica de avales con un poder inusitado; sus directores definen de un plumazo, el futuro de poblaciones con posiciones y que afectan el proceso democrático en las cuales siempre impera el amiguismo y en algunos casos hasta el poder económico. No se respetan trabajos electorales y a veces pesa más una recomendación, que una buena plataforma programática que piense en la gente.
Pero no por ello debemos desprendernos de la política como ciencia transformadora de las sociedades, lo malo no es la política, sino nuestros políticos que han asumido la responsabilidad con un carácter clanistico, buscando beneficios para unos pocos y olvidando su deber con la comunidad, angustiada por problemas sociales que impiden el desarrollo, sobre todo en la regiones donde es más evidente la política siniestra que utiliza mecanismos absolutistas que generan exclusión. Se aproxima un nuevo proceso electoral y debemos enfocarnos en movimientos políticos independientes y sobre todo en brindar opciones alejadas de la polarización, de las derechas extremistas y las izquierdas anquilosadas, buscar opciones frescas y renovadoras que encarnen nuevas maneras de hacer proselitismo para recuperar las buenas costumbres de una ciencia muy bonita, pero que tiene muy mala fama. Un gran paso es pensar en la mujer como alternativa y en la juventud como eje de transformación, todo sustentado en la academia y en los centros de liderazgo y pensamiento.
*Twitter: @JACOBOSOLANOC





