“He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro“: José Saramago, escritor portugués y Premio Nobel de Literatura 1998.
Es la premisa perfecta para llevar la fiesta en paz. Si hay una frase hecha que mejor apela al orden de manera coloquial y casi familiar es la de “tengamos la fiesta en paz”, que viene a ser un sinónimo de dejemos las cosas en orden, retomemos la normalidad, valoremos que hay cierta forma de hacer las cosas en las que nos sentimos todos cómodos.
El expresidente y Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, aseguró que las elecciones del próximo año son cruciales para Colombia, por lo que advirtió que es necesario esquivar los extremos y atemperar la violencia verbal, y en suma aprender a respetar, tal y como reza el apotegma de don Benito Juárez: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz“.
No es un consejo acuñado como frase de cajón, porque le pone un alto a la confrontación verbal sin soslayar el conflicto que transforma, en medio del encendido debate y combate electoral que ya está en el partidor de candidatos y electores de cara a la elección congresional del 8 de marzo de 2026 y primera vuelta presidencial el 31 de mayo del mismo año.
El mejor lenguaje es la expresión de libertad y pensamiento, lo que implica respetar la ideología de los demás: “Respete para que lo respeten“, fue el lema de Caso Cerrado, el show de corte más popular de la televisión hispana en otrora con la doctora Ana María Polo.
Es usual escuchar: “No discuto por política, religión ni deporte”, concepto que desaprueban quienes saben discutir sin ofender, convencidos de que siempre el insulto indica el tamaño del cerebro: “Entre más insulto menos cerebro”, aplicable a Trump, quien rompió todas las reglas de respeto en la ONU a la que tanto criticó, convertido hoy en el mejor jefe de debate electoral del presidente Petro.
En un país polarizado, una sociedad envilecida, sumergida en la inversión de valores y con unos partidos desdibujados, es muy fácil darle rienda suelta a la incontinencia verbal para desatar la violencia política, no queda sino orar y doblar las rodillas para no tener que reeditar épocas aciagas de ingrata recordación.
Se comprueba una vez más que el ‘Derecho’ es interpretación de la ley con una alta carga de intereses, más cuando el corazón nunca es neutral, entonces lo sensato es no caer en la provocación de discusiones por sentencias judiciales que contribuyen a polarizar más al país y a relativizar las posturas ideológicas que subjetivizan los fallos, la mayoría de las veces politizados, que se desnaturalizan entre la verdad verdadera y la manipulada verdad procesal.
Por Miguel Aroca Yepes.





