“Al otro día entraron en Cesaréa. Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos”. Hechos 10,24
Este relato de conversión de un alto oficial del ejército romano y su familia es una de las mejores ilustraciones para entender que, “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”.
La historia del apóstol Pedro con Cornelio nos indica cómo Dios de manera sobrenatural, pero con naturalidad, ordena todas las partes de una misma historia y hace que el desenlace sea conforme con su voluntad divina.
El objetivo de este plan era que, Cornelio, su familia y sus amigos, llegaran a conocer las buenas nuevas de Jesucristo. El texto nos dice que Cornelio era un hombre piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, que era generoso en el dar, solidario con el pueblo y que oraba siempre a Dios. Se puede inferir entonces que la primera acción de Dios fue movilizar y motivar el corazón de este hombre para que lo buscara.
Pasado un tiempo, el Señor interviene nuevamente y envía un ángel que le da instrucciones a Cornelio para que mande a buscar a Pedro; quien se encontraba en Jope y que le muestre el camino a seguir. Mientras los mensajeros de Cornelio salían rumbo a la ciudad de Jope, Dios comenzó otra nueva acción, que consistió en revelarle a Pedro, por medio de una visión, los planes que tenía preparados con el mundo gentil, en los cuales participaría el Apóstol.
Luego de su momentánea confusión con ese lienzo lleno de animales inmundos, y mientras aún estaba tratando de entender los propósitos de Dios, llegaron los mensajeros de Cornelio a buscarlo, quienes también habían sido movilizados por la acción de Dios. Pedro accede a ir. Juntos, los tres, regresaron a Cesaréa, a la casa de Cornelio, en donde, seguramente movido por Dios, el hombre había convocado a toda su familia y a sus amigos. Ahora, el escenario estaba preparado para que Pedro presentara a estas personas el mensaje de salvación, que antes había presentado solamente al sector judaizante.
Con razón, ¡el desenlace de esta historia es tan fascinante! Mientras Pedro aun hablaba, el Espíritu Santo cayó soberanamente sobre todos los presentes. ¡Claro! Todos los detalles habían sido cuidadosamente coordinados por el Señor para producir ese fruto. Y esos son los detalles que podemos conocer a través del texto, supongo que habrá otros muchos desconocidos, que Dios tuvo que producir para obtener tal resultado.
Amados amigos lectores, a la luz de este relato, resulta casi cómico el exagerado rol que nos atribuimos en los acontecimientos del Reino. Con demasiada frecuencia creemos que nosotros somos los que empujamos la carreta, cuando en realidad, nuestra participación es muy pequeña. Nos fatigamos y frustramos cuando no somos conscientes de lo que Dios está haciendo y creemos que estamos llamados a trabajar solos.
El corolario de esta historia es una invitación a relajarnos y confiar, a abrir los ojos para ver la obra de Dios en los proyectos donde tenemos que participar. Sobre todo, nos invita a no querer controlar todos los detalles de las obras en las cuales tenemos participación; sino a dar espacio a la intervención milagrosa de Dios, manejando los hilos y preparando las obras de antemano para que nosotros las hagamos.
¡Seamos sensibles a la guía del Señor en todo lo que nos corresponda hacer!
Un fuerte abrazo en Cristo Jesús.