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Columnista - 3 agosto, 2021

Nunca es tarde

A casi un año de haber fallecido el religioso, escritor y poeta español Pedro Casaldáliga Plá, me encontré en redes con unos versos de su autoría, cuya vigencia la reedita cada atropello de nuestra vida nacional y regional: “Es tarde, es tarde, pero es nuestra hora, es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos […]

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A casi un año de haber fallecido el religioso, escritor y poeta español Pedro Casaldáliga Plá, me encontré en redes con unos versos de su autoría, cuya vigencia la reedita cada atropello de nuestra vida nacional y regional: “Es tarde, es tarde, pero es nuestra hora, es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos a mano para construir el futuro, es tarde, pero es madrugada si insistimos un poco”.

La experiencia vuelta poema por quien sin temores confrontó la ‘Ley del 38’, impuesta en la Amazonía brasileña contra los campesinos sin tierra y las comunidades indígenas, nos conmina a perseverar políticamente aún en la desesperanza de una democracia secuestrada por el miedo y la incertidumbre económica que manipula voluntades o en la selectividad de la justicia que frente a los mismos hechos condena o absuelve de acuerdo al personaje y a la consideración subjetiva del juez. 

Definitivamente la decisión es nuestra. Es hora de tomar partido y votar masivamente para que los nuevos liderazgos tengan la oportunidad de participar en las grandes discusiones del país. La construcción de nuestro futuro comienza derrotando la recurrente apatía de ejercer nuestro derecho a elegir y ser elegidos, ya está bueno de que solo las aceitadas maquinarias tomen las decisiones, las minorías no pueden seguir decidiendo por todos. Cuando escojamos libremente, el horizonte de bienestar se nos abrirá como la aurora ante el nuevo día. Estamos a tiempo, no es tarde.

Los falsos ídolos perdieron el partido, pero la derrota es solo para el contribuyente pueblo raso que se ve a gatas para sobrevivir en un aberrante país desigual, que se deja cautivar por las pasiones, los intereses económicos o simplemente cae víctima del engaño, en una muy bien diseñada pero cruel estrategia que, con la participación política de un pequeño sector, legitima la generalizada inequidad que nos afecta a casi todos.  

Hoy los cambios no se los vamos a pedir a quienes ostentan el poder administrativo o dirigen las organizaciones partidistas, sino a cada elector, a cada ciudadano, para que con la fuerza de su voto inicie la revolución democrática que evitará repetir cíclicamente la anacrónica escena donde informalmente criticamos los leoninos negociados de lo público, pero en las urnas estúpidamente cerramos los espacios a quienes en su ideario y sincero decálogo de servicio comunitario proyectan la transformación política, económica y social que nos beneficiará a todos.      

Claro que para lograrlo necesitamos reales alternativas políticas, no solo de nombre, apellido o de edad. El secreto para cautivar la gran masa electoral está en presentar propuestas desprovistas de incoherencia ideológica, de mezquindad y de las bajas pasiones que se traducen en los estériles enfrentamientos, al mejor estilo de los deplorables espectáculos de los viejos tiempos. 

Requerimos serias plataformas programáticas diferenciales, las cuales deben colmar nuestra expectativa de desarrollo público, como orilla fértil a la solución del descontento general, el cual naufragará en la desesperanza del tradicional esquema de servilismo si no es atendido.

Insistamos entonces en el valor de cada ciudadano como sujeto de cambio, solo así muy posiblemente dejemos de ser la ‘multitud anónima de siervos’ que quería superar Jorge Eliecer Gaitán cuando acudía a la voluntad del pueblo. El proceso de sensibilización continúa hasta hoy. “Si a un huevo lo rompe una fuerza externa, se acaba la vida. Si lo rompe una fuerza interna, comienza la vida. Cambia desde tu interior”. Ese es el secreto. Piensa en ti. Un abrazo.

[email protected]

Columnista
3 agosto, 2021

Nunca es tarde

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

A casi un año de haber fallecido el religioso, escritor y poeta español Pedro Casaldáliga Plá, me encontré en redes con unos versos de su autoría, cuya vigencia la reedita cada atropello de nuestra vida nacional y regional: “Es tarde, es tarde, pero es nuestra hora, es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos […]


A casi un año de haber fallecido el religioso, escritor y poeta español Pedro Casaldáliga Plá, me encontré en redes con unos versos de su autoría, cuya vigencia la reedita cada atropello de nuestra vida nacional y regional: “Es tarde, es tarde, pero es nuestra hora, es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos a mano para construir el futuro, es tarde, pero es madrugada si insistimos un poco”.

La experiencia vuelta poema por quien sin temores confrontó la ‘Ley del 38’, impuesta en la Amazonía brasileña contra los campesinos sin tierra y las comunidades indígenas, nos conmina a perseverar políticamente aún en la desesperanza de una democracia secuestrada por el miedo y la incertidumbre económica que manipula voluntades o en la selectividad de la justicia que frente a los mismos hechos condena o absuelve de acuerdo al personaje y a la consideración subjetiva del juez. 

Definitivamente la decisión es nuestra. Es hora de tomar partido y votar masivamente para que los nuevos liderazgos tengan la oportunidad de participar en las grandes discusiones del país. La construcción de nuestro futuro comienza derrotando la recurrente apatía de ejercer nuestro derecho a elegir y ser elegidos, ya está bueno de que solo las aceitadas maquinarias tomen las decisiones, las minorías no pueden seguir decidiendo por todos. Cuando escojamos libremente, el horizonte de bienestar se nos abrirá como la aurora ante el nuevo día. Estamos a tiempo, no es tarde.

Los falsos ídolos perdieron el partido, pero la derrota es solo para el contribuyente pueblo raso que se ve a gatas para sobrevivir en un aberrante país desigual, que se deja cautivar por las pasiones, los intereses económicos o simplemente cae víctima del engaño, en una muy bien diseñada pero cruel estrategia que, con la participación política de un pequeño sector, legitima la generalizada inequidad que nos afecta a casi todos.  

Hoy los cambios no se los vamos a pedir a quienes ostentan el poder administrativo o dirigen las organizaciones partidistas, sino a cada elector, a cada ciudadano, para que con la fuerza de su voto inicie la revolución democrática que evitará repetir cíclicamente la anacrónica escena donde informalmente criticamos los leoninos negociados de lo público, pero en las urnas estúpidamente cerramos los espacios a quienes en su ideario y sincero decálogo de servicio comunitario proyectan la transformación política, económica y social que nos beneficiará a todos.      

Claro que para lograrlo necesitamos reales alternativas políticas, no solo de nombre, apellido o de edad. El secreto para cautivar la gran masa electoral está en presentar propuestas desprovistas de incoherencia ideológica, de mezquindad y de las bajas pasiones que se traducen en los estériles enfrentamientos, al mejor estilo de los deplorables espectáculos de los viejos tiempos. 

Requerimos serias plataformas programáticas diferenciales, las cuales deben colmar nuestra expectativa de desarrollo público, como orilla fértil a la solución del descontento general, el cual naufragará en la desesperanza del tradicional esquema de servilismo si no es atendido.

Insistamos entonces en el valor de cada ciudadano como sujeto de cambio, solo así muy posiblemente dejemos de ser la ‘multitud anónima de siervos’ que quería superar Jorge Eliecer Gaitán cuando acudía a la voluntad del pueblo. El proceso de sensibilización continúa hasta hoy. “Si a un huevo lo rompe una fuerza externa, se acaba la vida. Si lo rompe una fuerza interna, comienza la vida. Cambia desde tu interior”. Ese es el secreto. Piensa en ti. Un abrazo.

[email protected]