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Columnista - 29 junio, 2018

Nuestra roca

“¡Sé tú mi roca fuerte y la fortaleza para salvarme!” Salmos 31,2. En los momentos actuales, donde la inseguridad, la perplejidad, el anclaje al pasado y la incertidumbre del futuro nos agobia, no nos queda otra salida que acudir con humildad ante Dios para decirle: ¡Sé tú mi roca fuerte! Fue a través del sufrimiento […]

“¡Sé tú mi roca fuerte y la fortaleza para salvarme!” Salmos 31,2.
En los momentos actuales, donde la inseguridad, la perplejidad, el anclaje al pasado y la incertidumbre del futuro nos agobia, no nos queda otra salida que acudir con humildad ante Dios para decirle: ¡Sé tú mi roca fuerte!

Fue a través del sufrimiento que David pudo reconocer que Dios era su roca fuerte. Había aprendido que cualquiera que fuese su conflicto, podía orar con seguridad reconociendo que Dios era su refugio. Dios se ha manifestado como una roca firme para nosotros, sobre esa roca se edificó la iglesia, Dios es nuestra roca eterna, roca que es más alta que nosotros.

Una roca protege, asegura el cimiento, defiende contra el enemigo, resguarda y ampara durante dificultades y tribulaciones; también asegura un lugar estable para hacer pie cada nuevo día. Pero, sobre todo, una roca representa un lugar elevado, exaltado, fuera del alcance, disponible para brindar refugio y protección a todo aquel que busque resguardarse en el nombre de Jesús.

Existía una ciudad en el mundo antiguo, hoy pertenece al país de Jordania, llamada Roca. Los griegos le pusieron por nombre Petra; era una ciudad inexpugnable, como una fortaleza natural de refugio. Era impenetrable contra cualquier ataque militar porque su acceso es un pasaje muy angosto, como una garganta natural de aproximadamente un kilómetro y medio de largo y tres metros de ancho, debido a esto podía ser defendida contra cualquier intento de invasión con muy pocos hombres. Así mismo es Dios para nosotros, como nuestra roca y fortaleza, nuestro refugio secreto de cualquier tormenta.

Caro amigo, es posible que en el horizonte se estén formando algunas nubes de tormentas; por lo que, debemos prepararnos para hacerle frente en el nombre de Jesús, nuestra roca. El salmista evoca a Dios como su roca y también como su fortaleza.; combinadas, dan la idea de un lugar de defensa, un lugar donde estamos a salvo de las trampas y celadas del enemigo, un lugar desde donde podemos otear el horizonte del día y prevenir las dificultades que se puedan avecinar.

Es allí en el reposo y seguridad de la fortaleza, donde se ganan las batallas y se hace frente al enemigo. La verdadera victoria en todo lo que hacemos, se gana de antemano en oración. Nuestros actos y decisiones solo recogen los resultados de lo planeado y organizado en la oración del lugar secreto.

No pretendamos hacerles frente a las circunstancias de la vida desde nuestra débil humanidad; sino, refugiémonos en la roca firme de los siglos, quien es nuestra fortaleza para salvarnos.

En cualquier tormenta en que nos encontremos, afirmémonos en Cristo, la roca firme. Todo lo demás es arena movediza. ¡Descansemos en la inconmovible gracia de Dios!
Abrazos y bendiciones en Cristo.

Columnista
29 junio, 2018

Nuestra roca

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“¡Sé tú mi roca fuerte y la fortaleza para salvarme!” Salmos 31,2. En los momentos actuales, donde la inseguridad, la perplejidad, el anclaje al pasado y la incertidumbre del futuro nos agobia, no nos queda otra salida que acudir con humildad ante Dios para decirle: ¡Sé tú mi roca fuerte! Fue a través del sufrimiento […]


“¡Sé tú mi roca fuerte y la fortaleza para salvarme!” Salmos 31,2.
En los momentos actuales, donde la inseguridad, la perplejidad, el anclaje al pasado y la incertidumbre del futuro nos agobia, no nos queda otra salida que acudir con humildad ante Dios para decirle: ¡Sé tú mi roca fuerte!

Fue a través del sufrimiento que David pudo reconocer que Dios era su roca fuerte. Había aprendido que cualquiera que fuese su conflicto, podía orar con seguridad reconociendo que Dios era su refugio. Dios se ha manifestado como una roca firme para nosotros, sobre esa roca se edificó la iglesia, Dios es nuestra roca eterna, roca que es más alta que nosotros.

Una roca protege, asegura el cimiento, defiende contra el enemigo, resguarda y ampara durante dificultades y tribulaciones; también asegura un lugar estable para hacer pie cada nuevo día. Pero, sobre todo, una roca representa un lugar elevado, exaltado, fuera del alcance, disponible para brindar refugio y protección a todo aquel que busque resguardarse en el nombre de Jesús.

Existía una ciudad en el mundo antiguo, hoy pertenece al país de Jordania, llamada Roca. Los griegos le pusieron por nombre Petra; era una ciudad inexpugnable, como una fortaleza natural de refugio. Era impenetrable contra cualquier ataque militar porque su acceso es un pasaje muy angosto, como una garganta natural de aproximadamente un kilómetro y medio de largo y tres metros de ancho, debido a esto podía ser defendida contra cualquier intento de invasión con muy pocos hombres. Así mismo es Dios para nosotros, como nuestra roca y fortaleza, nuestro refugio secreto de cualquier tormenta.

Caro amigo, es posible que en el horizonte se estén formando algunas nubes de tormentas; por lo que, debemos prepararnos para hacerle frente en el nombre de Jesús, nuestra roca. El salmista evoca a Dios como su roca y también como su fortaleza.; combinadas, dan la idea de un lugar de defensa, un lugar donde estamos a salvo de las trampas y celadas del enemigo, un lugar desde donde podemos otear el horizonte del día y prevenir las dificultades que se puedan avecinar.

Es allí en el reposo y seguridad de la fortaleza, donde se ganan las batallas y se hace frente al enemigo. La verdadera victoria en todo lo que hacemos, se gana de antemano en oración. Nuestros actos y decisiones solo recogen los resultados de lo planeado y organizado en la oración del lugar secreto.

No pretendamos hacerles frente a las circunstancias de la vida desde nuestra débil humanidad; sino, refugiémonos en la roca firme de los siglos, quien es nuestra fortaleza para salvarnos.

En cualquier tormenta en que nos encontremos, afirmémonos en Cristo, la roca firme. Todo lo demás es arena movediza. ¡Descansemos en la inconmovible gracia de Dios!
Abrazos y bendiciones en Cristo.