Amanecimos entonces con los ecos de las protestas del “No Kings” en Estados Unidos y la Marcha Nacional del Silencio en Colombia, algo sin precedentes tanto aquí como allá.
Fue un fin se semana muy particular. A diferencia de otros años, cuando en una fecha como esta las familias colombianas se reunían para celebrar el Día del Padre, esta vez fue diferente, en las principales ciudades del país mucha gente salió a marchar en silencio por la vida del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, y por la paz. Un clamor para que cese la violencia.
Entre tanto, en el mundo las guerras continúan entre Rusia y Ucrania, Israel frente a Palestina y ahora acaban de iniciar confrontaciones bélicas Israel e Irán, mientras en el país de los Estados Unidos miles de ciudadanos protestan contra las políticas migratorias del presidente Donald Trump.
Amanecimos entonces con los ecos de las protestas del “No Kings” en Estados Unidos y la Marcha Nacional del Silencio en Colombia, algo sin precedentes tanto aquí como allá. Pero lo más importante de todos esos procesos es el efecto que de ellos se derive en pro de la paz y el cese de la violencia en cualquier territorio de nuestra humanidad.
Las manifestaciones “No Kings” constituyeron más de 1.900 protestas y eventos que denuncian lo que los organizadores describen como acciones autoritarias del presidente Trump, las cuales se desarrollaron en 50 estados del país del norte.
Es un panorama que nos pone ante un mundo de guerras y resistencias, de muchos conflictos armados, pero también frente a unas sociedades capaces de dar respuestas cívicas y eso hay que valorarlo como una buena opción en ese proceso de búsqueda de la tan anhelada paz.
Es muy importante que, en este mundo al borde de todos los extremos, que se mueve entre bombas y banderas, los pueblos salen a marchar y se contraponen a todo tipo de violencia, incluida la que algunas veces provienen de los sistemas estatales, de ello muchos casos se conocen.
Son marchas que obligan a un despertar para hacer el justo reclamo por la vida y la convivencia pacífica. La movilización social es una auténtica forma de resistencia o conciencia para afrontar todo lo que se origine de ese mundo sitiado por la guerra, por el poder, donde solo la fuerza unida de un pueblo puede contrarrestarlo y ponerlo bajo escrutinio permanente.
Lo que estamos viendo es que mientras los gobiernos guerrean, los pueblos marchan, un contraste directo entre gobernantes en conflicto y pueblos movilizados. Sabemos que no hay paz en Colombia ni el mundo, sin embargo, nos alienta saber que hay miles de voces en las calles y eso de algo -o para mucho- ha de servir. La movilización pacífica nos permite acariciar la idea de que todavía hay esperanzas.
En Colombia, la Marcha del Silencio recorrió ciudades con mucha fuerza simbólica y valoramos que, en términos generales, no se basó en imponer banderas ideológicas, excepto algunos casos que pasaron desapercibidos.
Aunque en Colombia como Estados Unidos los contextos son distintos, hay un hilo que une estas manifestaciones, por un lado, el clamor por la vida del senador Uribe y ese deseo ciudadano de ser escuchado y respetado, sin que el poder, de izquierda o derecha, actúe como si fuera dueño del destino colectivo. En EE. UU., “No Kings” se da en contra de las medidas radicales y violatorias de los derechos humanos por parte del presidente Trump que intenta situarse por encima de todos, de la prensa y la voluntad popular.
Para el caso nuestro, desde estas líneas siempre apoyaremos esa consigna de rechazar la violencia y exigir garantías democráticas tras el atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.
Amanecimos entonces con los ecos de las protestas del “No Kings” en Estados Unidos y la Marcha Nacional del Silencio en Colombia, algo sin precedentes tanto aquí como allá.
Fue un fin se semana muy particular. A diferencia de otros años, cuando en una fecha como esta las familias colombianas se reunían para celebrar el Día del Padre, esta vez fue diferente, en las principales ciudades del país mucha gente salió a marchar en silencio por la vida del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, y por la paz. Un clamor para que cese la violencia.
Entre tanto, en el mundo las guerras continúan entre Rusia y Ucrania, Israel frente a Palestina y ahora acaban de iniciar confrontaciones bélicas Israel e Irán, mientras en el país de los Estados Unidos miles de ciudadanos protestan contra las políticas migratorias del presidente Donald Trump.
Amanecimos entonces con los ecos de las protestas del “No Kings” en Estados Unidos y la Marcha Nacional del Silencio en Colombia, algo sin precedentes tanto aquí como allá. Pero lo más importante de todos esos procesos es el efecto que de ellos se derive en pro de la paz y el cese de la violencia en cualquier territorio de nuestra humanidad.
Las manifestaciones “No Kings” constituyeron más de 1.900 protestas y eventos que denuncian lo que los organizadores describen como acciones autoritarias del presidente Trump, las cuales se desarrollaron en 50 estados del país del norte.
Es un panorama que nos pone ante un mundo de guerras y resistencias, de muchos conflictos armados, pero también frente a unas sociedades capaces de dar respuestas cívicas y eso hay que valorarlo como una buena opción en ese proceso de búsqueda de la tan anhelada paz.
Es muy importante que, en este mundo al borde de todos los extremos, que se mueve entre bombas y banderas, los pueblos salen a marchar y se contraponen a todo tipo de violencia, incluida la que algunas veces provienen de los sistemas estatales, de ello muchos casos se conocen.
Son marchas que obligan a un despertar para hacer el justo reclamo por la vida y la convivencia pacífica. La movilización social es una auténtica forma de resistencia o conciencia para afrontar todo lo que se origine de ese mundo sitiado por la guerra, por el poder, donde solo la fuerza unida de un pueblo puede contrarrestarlo y ponerlo bajo escrutinio permanente.
Lo que estamos viendo es que mientras los gobiernos guerrean, los pueblos marchan, un contraste directo entre gobernantes en conflicto y pueblos movilizados. Sabemos que no hay paz en Colombia ni el mundo, sin embargo, nos alienta saber que hay miles de voces en las calles y eso de algo -o para mucho- ha de servir. La movilización pacífica nos permite acariciar la idea de que todavía hay esperanzas.
En Colombia, la Marcha del Silencio recorrió ciudades con mucha fuerza simbólica y valoramos que, en términos generales, no se basó en imponer banderas ideológicas, excepto algunos casos que pasaron desapercibidos.
Aunque en Colombia como Estados Unidos los contextos son distintos, hay un hilo que une estas manifestaciones, por un lado, el clamor por la vida del senador Uribe y ese deseo ciudadano de ser escuchado y respetado, sin que el poder, de izquierda o derecha, actúe como si fuera dueño del destino colectivo. En EE. UU., “No Kings” se da en contra de las medidas radicales y violatorias de los derechos humanos por parte del presidente Trump que intenta situarse por encima de todos, de la prensa y la voluntad popular.
Para el caso nuestro, desde estas líneas siempre apoyaremos esa consigna de rechazar la violencia y exigir garantías democráticas tras el atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.