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Columnista - 7 junio, 2023

¡No dejaré entrar al viejo!

No viviré más de los recuerdos; solo como tal los utilizaré para criticar con buenos y como buenos ejemplos los actos contrarios a los dogmas y buenas costumbres recibidas.

No viviré más de los recuerdos; solo como tal los utilizaré para criticar con buenos y como buenos ejemplos los actos contrarios a los dogmas y buenas costumbres recibidas.

Acabo de escuchar una hermosa canción de Toby Keith, “No dejes entrar al viejo”, cuya música me embebió en la dulzura, pero su letra, basada en comentarios generalizados por un gran actor del cine mundial, me puso a pensar en el más allá de lo que falta por vivir.

Desde entonces comencé con un cambio profundo, pero sistemático en mis actuaciones cotidianas, cerrando las puertas de mi casa con tranca, al estilo antiguo, pues los cerrojos, cerraduras y candados solo sirven para ser violados con un simple golpe, mientras que las trancas sólo se pueden quitar desde adentro y por dentro con el solo consentimiento del dueño; empecé a cerrarle las puertas al viejo, ese viejo, que no hace sino quejarse, e inventar enfermedades por todas partes, ese que se niega a participar en aventuras, a crear, a producir, a seguir pensando y sentir que en un soplo se va la vida, ese que se resiste a tomarse sus wiskis con más frecuencia, a gozar de su familia, de su mujer, hijos y amigos por buscar paliativos para dolores simulados por actos volitivos inconscientes del viejo incrustado en el espíritu.

Miraré de mi balcón y me reiré de mis aventuras juveniles e inventaré nuevas para mantenerme ocupado y no dar alternativa alguna al ocio que es la fuente del pesimismo, del desgano y de la incapacidad de crear, producir y hasta de vivir con la felicidad cuando nos aparece y se nos mete en el bolsillo.

Jugaré al dominó y haré los deportes posibles, alimentaré mi espíritu de cosas buenas y me hermanaré con la bondad, la caridad y el afecto y me convenceré que con estas actitudes jamás el mundo me derrotará, se rendirá a mis pies y entonces seré el rey de mis años vividos y por vivir.

 No dejaré entrar al viejo, no me limitaré a mis estados físicos, pero resarciré con creces mis estados mentales para practicar el bienestar social, cambiaré mi programa de trabajo constantemente para no caer en la pasividad, como tampoco recitaré más aquel viejo soneto incompleto que compuso mi padre, ya en su otoño, cuando decía: … 

Tengo el presentimiento de la muerte,

Siento que en un temblor se va la vida,

Y el trance amargo de una despedida

En vez de acobardarme, me hace fuerte

Pero estos dos últimos versos de esta estrofa, los tendré muy en cuenta para vencer el miedo de reencuentro, tal vez, con una vida mejor.

El viejo es terco y obstinado y busca ventanas, áticos, portillos y cualquier espacio libre para entrar e intimidar con sus obsesiones, animándonos con sus tentaciones zalameras para llevarnos a sus redes.

Al viejo, no lo dejes tocar a tu puerta, despídelo con un fuerte puntapié para que sepa que con los años no se juega, que los años son para vivirlos y seguir sirviendo a un mundo que necesita de la capacidad permanente de los más sabios y que normalmente son los más viejos.

Jamás se es viejo para comenzar la vida y continuar buscando el camino hacia la felicidad. La felicidad evita las enfermedades especialmente las del corazón. Hoy el modernismo nos ha inventado el estrés, que no es sino un estado mental para eludir la realidad.

Definitivamente, ¡No dejaré entrar al viejo!!

Intenta amar a tu esposa.

Y mantente cerca de tus amigos.

Tostar cada atardecer con vino.

No dejes entrar al viejo. 

(Toby Keith)

Columnista
7 junio, 2023

¡No dejaré entrar al viejo!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

No viviré más de los recuerdos; solo como tal los utilizaré para criticar con buenos y como buenos ejemplos los actos contrarios a los dogmas y buenas costumbres recibidas.


No viviré más de los recuerdos; solo como tal los utilizaré para criticar con buenos y como buenos ejemplos los actos contrarios a los dogmas y buenas costumbres recibidas.

Acabo de escuchar una hermosa canción de Toby Keith, “No dejes entrar al viejo”, cuya música me embebió en la dulzura, pero su letra, basada en comentarios generalizados por un gran actor del cine mundial, me puso a pensar en el más allá de lo que falta por vivir.

Desde entonces comencé con un cambio profundo, pero sistemático en mis actuaciones cotidianas, cerrando las puertas de mi casa con tranca, al estilo antiguo, pues los cerrojos, cerraduras y candados solo sirven para ser violados con un simple golpe, mientras que las trancas sólo se pueden quitar desde adentro y por dentro con el solo consentimiento del dueño; empecé a cerrarle las puertas al viejo, ese viejo, que no hace sino quejarse, e inventar enfermedades por todas partes, ese que se niega a participar en aventuras, a crear, a producir, a seguir pensando y sentir que en un soplo se va la vida, ese que se resiste a tomarse sus wiskis con más frecuencia, a gozar de su familia, de su mujer, hijos y amigos por buscar paliativos para dolores simulados por actos volitivos inconscientes del viejo incrustado en el espíritu.

Miraré de mi balcón y me reiré de mis aventuras juveniles e inventaré nuevas para mantenerme ocupado y no dar alternativa alguna al ocio que es la fuente del pesimismo, del desgano y de la incapacidad de crear, producir y hasta de vivir con la felicidad cuando nos aparece y se nos mete en el bolsillo.

Jugaré al dominó y haré los deportes posibles, alimentaré mi espíritu de cosas buenas y me hermanaré con la bondad, la caridad y el afecto y me convenceré que con estas actitudes jamás el mundo me derrotará, se rendirá a mis pies y entonces seré el rey de mis años vividos y por vivir.

 No dejaré entrar al viejo, no me limitaré a mis estados físicos, pero resarciré con creces mis estados mentales para practicar el bienestar social, cambiaré mi programa de trabajo constantemente para no caer en la pasividad, como tampoco recitaré más aquel viejo soneto incompleto que compuso mi padre, ya en su otoño, cuando decía: … 

Tengo el presentimiento de la muerte,

Siento que en un temblor se va la vida,

Y el trance amargo de una despedida

En vez de acobardarme, me hace fuerte

Pero estos dos últimos versos de esta estrofa, los tendré muy en cuenta para vencer el miedo de reencuentro, tal vez, con una vida mejor.

El viejo es terco y obstinado y busca ventanas, áticos, portillos y cualquier espacio libre para entrar e intimidar con sus obsesiones, animándonos con sus tentaciones zalameras para llevarnos a sus redes.

Al viejo, no lo dejes tocar a tu puerta, despídelo con un fuerte puntapié para que sepa que con los años no se juega, que los años son para vivirlos y seguir sirviendo a un mundo que necesita de la capacidad permanente de los más sabios y que normalmente son los más viejos.

Jamás se es viejo para comenzar la vida y continuar buscando el camino hacia la felicidad. La felicidad evita las enfermedades especialmente las del corazón. Hoy el modernismo nos ha inventado el estrés, que no es sino un estado mental para eludir la realidad.

Definitivamente, ¡No dejaré entrar al viejo!!

Intenta amar a tu esposa.

Y mantente cerca de tus amigos.

Tostar cada atardecer con vino.

No dejes entrar al viejo. 

(Toby Keith)