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Columnista - 13 julio, 2012

Músicos vallenatos o Fritangas show

En la fiesta de alias Fritanga, se fritaron la moral que nos quedaba. ¿Cuáles son los hechos? Pasó lo que tenia que pasar en un país como Colombia: a las 11 de la noche del 2 de diciembre del 2010 murió el capo Camilo Torres Martínez, alias Fritanga, pedido en extradición por Estados Unidos. En […]

En la fiesta de alias Fritanga, se fritaron la moral que nos quedaba.

¿Cuáles son los hechos? Pasó lo que tenia que pasar en un país como Colombia: a las 11 de la noche del 2 de diciembre del 2010 murió el capo Camilo Torres Martínez, alias Fritanga, pedido en extradición por Estados Unidos. En el certificado de defunción se lee que su muerte se produjo por causas naturales en Bogotá. Su fallecimiento fue certificado por un médico, una funeraria y una notaría.
Mientras su muerte se notificaba a la Registraduria nacional, el capo celebraba, en playas caribeñas, su matrimonio. Festejos y alivios bien merecidos tras numerosos trámites “administrativos” y concurridas actividades “profesionales” al frente de la banda delincuencial de “Los Urabeños”.

Lo triste es que nuevamente se pudo observar que varios artistas de música vallenata estaban presentes en esta fiesta de narcotraficantes y matones. Como muchas veces ha sucedido, los músicos vallenatos, a sabiendas que sus clientes no tienen buena fama o a conciencia que probablemente éstos sean corruptos o abiertamente reconocidos por ser prófugos de la justicia, cierran los ojos y se esconden detrás del argumento que ellos son músicos y no fiscales ni jueces de la República, y que, por tanto, no son culpables de nada porque ellos sólo van es a tocar canciones y no tienen las capacidades para saber quién los contrata.

“Nos presentamos de Buena Fe”, afirma Silvestre Dangond. ¿Será que nos creen tan ingenuos? En este país, pareciese que existe, de cara a los músicos populares, un consenso tácito excusador de cualquier criterio ético.

A las empresas de este país les pedimos responsabilidad social mientras que a las agrupaciones musicales –siendo éstas empresas también- sólo se les pide que toquen bien.
Error garrafal. ¿Qué mensajes trasmiten los músicos vallenatos cuando tocan en fiestas de matones o citan en sus canciones a algunos mafiosos de este país? Al frecuentarlos comunican inconscientemente un mensaje de pasividad social frente a lo ilegal: no sólo ratifican socialmente a sus clientes sino que toleran sus actos y demuestran que con dinero se puede comprar hasta sus dignidades.
Los músicos vallenatos deben interiorizar que la fama conlleva inherentes responsabilidades sociales: entre más poder tiene uno, mayor responsabilidad.
La lucha contra los delincuentes no es sólo una cuestión de Estado: cada uno de nosotros tenemos un deber de responsabilidad proporcional a nuestra notoriedad. Repudiar a los ilegales y entender que la ejemplaridad es la premisa de todo cambio social es nuestro deber ser.

“Al estimado Fritanga, compadre felicitaciones por su matrimonio, es un honor estar aquí con usted y ¡qué viva el vallenato!”. ¿Ese es el mensaje que queremos transmitirles a nuestros hijos que muchas veces admiran, como héroes, a estos artistas? ¿Es el vallenato inmune a cualquier contrato ético o social?

La música vallenata no es cualquier producto que se vende por ahí, es cultura antes que negocio musical, y, por tanto, no puede seguir desvalorizándose con Fritangas Show.

Columnista
13 julio, 2012

Músicos vallenatos o Fritangas show

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Andrés E. Quintero Olmos

En la fiesta de alias Fritanga, se fritaron la moral que nos quedaba. ¿Cuáles son los hechos? Pasó lo que tenia que pasar en un país como Colombia: a las 11 de la noche del 2 de diciembre del 2010 murió el capo Camilo Torres Martínez, alias Fritanga, pedido en extradición por Estados Unidos. En […]


En la fiesta de alias Fritanga, se fritaron la moral que nos quedaba.

¿Cuáles son los hechos? Pasó lo que tenia que pasar en un país como Colombia: a las 11 de la noche del 2 de diciembre del 2010 murió el capo Camilo Torres Martínez, alias Fritanga, pedido en extradición por Estados Unidos. En el certificado de defunción se lee que su muerte se produjo por causas naturales en Bogotá. Su fallecimiento fue certificado por un médico, una funeraria y una notaría.
Mientras su muerte se notificaba a la Registraduria nacional, el capo celebraba, en playas caribeñas, su matrimonio. Festejos y alivios bien merecidos tras numerosos trámites “administrativos” y concurridas actividades “profesionales” al frente de la banda delincuencial de “Los Urabeños”.

Lo triste es que nuevamente se pudo observar que varios artistas de música vallenata estaban presentes en esta fiesta de narcotraficantes y matones. Como muchas veces ha sucedido, los músicos vallenatos, a sabiendas que sus clientes no tienen buena fama o a conciencia que probablemente éstos sean corruptos o abiertamente reconocidos por ser prófugos de la justicia, cierran los ojos y se esconden detrás del argumento que ellos son músicos y no fiscales ni jueces de la República, y que, por tanto, no son culpables de nada porque ellos sólo van es a tocar canciones y no tienen las capacidades para saber quién los contrata.

“Nos presentamos de Buena Fe”, afirma Silvestre Dangond. ¿Será que nos creen tan ingenuos? En este país, pareciese que existe, de cara a los músicos populares, un consenso tácito excusador de cualquier criterio ético.

A las empresas de este país les pedimos responsabilidad social mientras que a las agrupaciones musicales –siendo éstas empresas también- sólo se les pide que toquen bien.
Error garrafal. ¿Qué mensajes trasmiten los músicos vallenatos cuando tocan en fiestas de matones o citan en sus canciones a algunos mafiosos de este país? Al frecuentarlos comunican inconscientemente un mensaje de pasividad social frente a lo ilegal: no sólo ratifican socialmente a sus clientes sino que toleran sus actos y demuestran que con dinero se puede comprar hasta sus dignidades.
Los músicos vallenatos deben interiorizar que la fama conlleva inherentes responsabilidades sociales: entre más poder tiene uno, mayor responsabilidad.
La lucha contra los delincuentes no es sólo una cuestión de Estado: cada uno de nosotros tenemos un deber de responsabilidad proporcional a nuestra notoriedad. Repudiar a los ilegales y entender que la ejemplaridad es la premisa de todo cambio social es nuestro deber ser.

“Al estimado Fritanga, compadre felicitaciones por su matrimonio, es un honor estar aquí con usted y ¡qué viva el vallenato!”. ¿Ese es el mensaje que queremos transmitirles a nuestros hijos que muchas veces admiran, como héroes, a estos artistas? ¿Es el vallenato inmune a cualquier contrato ético o social?

La música vallenata no es cualquier producto que se vende por ahí, es cultura antes que negocio musical, y, por tanto, no puede seguir desvalorizándose con Fritangas Show.