Publicidad
Categorías
Categorías
Crónica - 12 mayo, 2022

Mujeres importantes en el desarrollo cultural de Valledupar (parte 5)

“Fidelina fue la única y la última en utilizar hornos de barro, esta tradición de cocinar en fogones de leña se perdió en Valledupar"

La historia de hoy corresponde a la vida y obra de Teotista Cabello de Gutiérrez, Fidelina del Rosario Redondo Gómez y Dolores Cariachil, todas son mujeres distinguidas y representativas de esas peculiares épocas de Valledupar.

TEOTISTE CABELLO DE GUTIÉRREZ 

Mujer santa y ejemplar, crió a sus hijos con una formación totalmente cristiana: y esto lo favorecía el que su casa quedaba enfrente de la iglesia, donde las campanas la despertaban y la despedían en el atardecer. Su hija Marina es actualmente la embajadora de la cultura vallenata en la ciudad de Fundación; nos regaló su vientre al insigne cantautor, poeta y creador del género lírico, Gustavo Gutiérrez Cabello, nuestro ‘Flaco de Oro’; este fue el regalo grandioso que ella hizo al departamento y al país. Su hermana ‘Olguita’, se convirtió en el ángel guardián de sus padres ya ancianos. 

FIDELINA DEL ROSARIO REDONDO GÁMEZ

(los dulces enfriándose en forma de panelita)
(el único horno de barro con su oído, donde preparaba queques y chiricanas)

Murió cumpliendo 60 años de estar fabricando dulces exquisitos de maduro, toronja, ñame, leche etc., pero también ponqués negros en vino, kekes, merengues, chiricanas y panochas. Las recetas las heredó de su madre Nicolasa Gámez, villanuevera, quien también tuvo una tradición de 40 años en el oficio y esta a su vez la heredó de la abuela de Fidelina, quien también ejerció el mismo oficio durante treinta años, es entonces una tradición familiar centenaria de más de cien años, esta tradición la heredó actualmente, su hija Piedad Vega Redondo, quien la ha oxigenado, ya que ofrece una atención exquisita a los compradores, a quienes muestra el horno inmenso de barro que aparece en la foto donde se elaboran los productos. 

Fidelina fue la única y la última en utilizar hornos de barro, por eso sus productos sabían a fogón, a leña; esta tradición de cocinar en fogones de leña y en hornos de barro se perdió en Valledupar.

Sus dulces sabían a la fruta auténtica de la cual estaban hechos, su calidad traspasaba las fronteras hacia otros países como Estados Unidos, España, Alemania etc., pues son productos de renombre y con ellos mostraba la cara bromatológica de la cultura vallenata, sus dulces se recomiendan solos, no hay que salir a venderlos, la clientela llega a la casa a buscarlos y los apartan con anticipación por teléfono; ellos vuelan de las vitrinas, los turistas los persiguen por su calidad reconocida. 

Fidelina ha recibido muchos reconocimientos de varias entidades entre ellas Corfimujer, quien el 6 de marzo del 2009 (Día Internacional de la Mujer) le entregó una resolución en nota de estilo, resaltándola como mujer emprendedora, responsable, creativa y reconocida en la región por su especialidad en culinaria, también como empresaria cabeza de hogar, que, con su esfuerzo y dedicación, ha logrado mantener a través del tiempo, productos típicos de la región.

DOLORES CARIACHIL 

Catalina la india cariachil cuya estatua luce en la ciudad de Cartagena 

Corona con plumas de guacamaya que se colocaban en la cabeza
Estatua de la india Cariachil Catalina que se encuentra en Cartagena
donde la llevaron secuestrada en la población de El Molina en el año de 1613.

Dolores Cariachil fue la última vástaga de los indígenas Cariachiles de la Jagua del Pilar y del municipio de San Lucas de El Molino, pueblos que pertenecían al Valle de Upar; de aquí fueron desplazados a las serranías de esta población, muriendo la mayoría en la región de Copo de Nieve a causa de la desnutrición, epidemias y el abandono de los gobiernos. En El Molino hay algunas familias que manifiestan ser descendientes directos de los cariachiles, estos vivían también en los parajes de Corralejas, Pantano y Palmaritos, donde los españoles los perjudicaban en sus labores quitándoles el agua para que no regaran sus cultivos, provocando que estos se fugaran dejando a sus mujeres abandonadas y arrochelándose a otros pueblos a orillas del rio Magdalena y posteriormente en el paraje llamado Treinta o Tomarrazón, cerca de Riohacha. Algunos al huir sus padres. huyeron a la serranía de Perijá a un lugar llamado el cerro del Capuchino, otros se refugiaron en cerros aledaños a El Molino en el sector denominado San Agustín de Farias. Los cariachiles son un grupo social que busca su reivindicación como pueblo indígena. 

Estos se dedicaban a la agricultura, a la cacería, a tejer mochilas de fique, objetos de barro, los cuales utilizaban como trueque con los indígenas Itotos de Urumita y Villa (Nueva, Guajira, sus mujeres tenían fama de ser muy hermosas. Nunca permitieron que las mujeres trabajaran en las casas de los civilizados; en las fiestas de la Virgen del Rosario el 28 y 29 de abril, bajaban al Molino llevando en la cabeza un penacho de plumas de guacamaya y se hacían dibujos en la cara en forma de espiral, al cuello se colgaban collares con colmillos de jaguares y otros felinos. 

En el recorrido de la procesión bailaban al son del redoblante y de los sonidos de muchos caracoles y pitos de barro que ellos mismos hacían y cantaban versos dedicados a la Virgen del Rosario, ofreciéndole frutas, miel de abeja, arepas, collares, y la trataban de tú a tú diciéndole:  “tomá María del Rosario pa que te la comai tu con tu hijo” ; utilizaban metates o piedras hondas para moler el maíz y se emborrachaban con una chicha fermentada y con un chirrinchi destilado en las estancias que para la época existían en el Molino; les gustaba el deporte, haciendo puntería con las flechas, brincaban de piedra en piedra por el río Carga Barros y realizaban lucha libre, hacían competencias de atletismo desde el lugar donde vivían hasta el Molino y hacían concursos de carreras de burros; cuando se enfermaban acudían al sacerdote quien utilizaba, plantas medicinales, rezos o ceremonias invocando a los espíritus protectores. 

Doña Dolores Cariachil era hija de padres cariachiles, que representaba una cultura en vías de extinción. Los cariachiles eran los indígenas más valientes junto con los tupes del Valle de Upar y los que ofrecían mayor resistencia al español; fueron los mismos que en 1781 en plena revolución de los comuneros, destruyeron el molino de piedra que molía el trigo para el pan de los españoles, en represalia porque les prohibieron sembrar el tabaco que era la planta más importante de su cultura ya que era sagrada; los cariachiles también se recuerdan porque en el año de 1580 queman a Valledupar, junto con los indígenas tupes he Itotos de Villa Nueva, en represalia del maltrato que una española le hizo a la india tupe Francisca; estos fueron ahorcados en el cerro de la Popa. 

Dolores Cariachil poseía el título del resguardo que les pertenecía en la Jagua del Pilar, pero este se extravió. Doña Dolores Cariachil se casa con José Antonio Ustáriz y muere en el parto dejando huérfana a su hija María de la Concepción Ustáriz Cariachil (Mama Concha), quien se viene de la jagua del pedregal a vivir en Valledupar en el balcón de los Ustáriz, a la vuelta de la plaza. En esta casa tuvo con el sacerdote Miguel Ángel Barros Trinidad Ustáriz, quien a su vez tuvo a Elvia Gracia Ustáriz, esposa del mejor ebanista de la región: don Augusto Cárdenas Castellanos. Hoy en día las familias Cariachil se están reorganizando y para ello han elegido su cabildo gobernador tanto en el Molino como en la Jagua del Pilar. La familia Ustáriz está emparentada con el libertador Simón Bolívar, ya que una tía materna del Libertador se casa con el sobrino del Marqués de Ustáriz que vivió en Venezuela y posteriormente en España.

Es importante decir que la India Catalina representada de manera hermosa en una estatua en la ciudad de Cartagena, era de origen Cariachil, ya que fue secuestrada por los españoles en el pueblo de El Molino en 1613, para que fuera a servir como doméstica a una señora muy rica y encomendera llamada Francisca Vásquez, que vivía en Cartagena. Lo anterior provocó una guerra ya que los Cariachiles y los itotos de Villanueva mataron a algunos de los españoles y estos a su vez mataron algunos indígenas. Esta nativa se convirtió en un símbolo representativo de la nación Cariachil.

POR RUTH ARIZA COTES/ESPECIAL PARA EL PILÓN

Crónica
12 mayo, 2022

Mujeres importantes en el desarrollo cultural de Valledupar (parte 5)

“Fidelina fue la única y la última en utilizar hornos de barro, esta tradición de cocinar en fogones de leña se perdió en Valledupar"


La historia de hoy corresponde a la vida y obra de Teotista Cabello de Gutiérrez, Fidelina del Rosario Redondo Gómez y Dolores Cariachil, todas son mujeres distinguidas y representativas de esas peculiares épocas de Valledupar.

TEOTISTE CABELLO DE GUTIÉRREZ 

Mujer santa y ejemplar, crió a sus hijos con una formación totalmente cristiana: y esto lo favorecía el que su casa quedaba enfrente de la iglesia, donde las campanas la despertaban y la despedían en el atardecer. Su hija Marina es actualmente la embajadora de la cultura vallenata en la ciudad de Fundación; nos regaló su vientre al insigne cantautor, poeta y creador del género lírico, Gustavo Gutiérrez Cabello, nuestro ‘Flaco de Oro’; este fue el regalo grandioso que ella hizo al departamento y al país. Su hermana ‘Olguita’, se convirtió en el ángel guardián de sus padres ya ancianos. 

FIDELINA DEL ROSARIO REDONDO GÁMEZ

(los dulces enfriándose en forma de panelita)
(el único horno de barro con su oído, donde preparaba queques y chiricanas)

Murió cumpliendo 60 años de estar fabricando dulces exquisitos de maduro, toronja, ñame, leche etc., pero también ponqués negros en vino, kekes, merengues, chiricanas y panochas. Las recetas las heredó de su madre Nicolasa Gámez, villanuevera, quien también tuvo una tradición de 40 años en el oficio y esta a su vez la heredó de la abuela de Fidelina, quien también ejerció el mismo oficio durante treinta años, es entonces una tradición familiar centenaria de más de cien años, esta tradición la heredó actualmente, su hija Piedad Vega Redondo, quien la ha oxigenado, ya que ofrece una atención exquisita a los compradores, a quienes muestra el horno inmenso de barro que aparece en la foto donde se elaboran los productos. 

Fidelina fue la única y la última en utilizar hornos de barro, por eso sus productos sabían a fogón, a leña; esta tradición de cocinar en fogones de leña y en hornos de barro se perdió en Valledupar.

Sus dulces sabían a la fruta auténtica de la cual estaban hechos, su calidad traspasaba las fronteras hacia otros países como Estados Unidos, España, Alemania etc., pues son productos de renombre y con ellos mostraba la cara bromatológica de la cultura vallenata, sus dulces se recomiendan solos, no hay que salir a venderlos, la clientela llega a la casa a buscarlos y los apartan con anticipación por teléfono; ellos vuelan de las vitrinas, los turistas los persiguen por su calidad reconocida. 

Fidelina ha recibido muchos reconocimientos de varias entidades entre ellas Corfimujer, quien el 6 de marzo del 2009 (Día Internacional de la Mujer) le entregó una resolución en nota de estilo, resaltándola como mujer emprendedora, responsable, creativa y reconocida en la región por su especialidad en culinaria, también como empresaria cabeza de hogar, que, con su esfuerzo y dedicación, ha logrado mantener a través del tiempo, productos típicos de la región.

DOLORES CARIACHIL 

Catalina la india cariachil cuya estatua luce en la ciudad de Cartagena 

Corona con plumas de guacamaya que se colocaban en la cabeza
Estatua de la india Cariachil Catalina que se encuentra en Cartagena
donde la llevaron secuestrada en la población de El Molina en el año de 1613.

Dolores Cariachil fue la última vástaga de los indígenas Cariachiles de la Jagua del Pilar y del municipio de San Lucas de El Molino, pueblos que pertenecían al Valle de Upar; de aquí fueron desplazados a las serranías de esta población, muriendo la mayoría en la región de Copo de Nieve a causa de la desnutrición, epidemias y el abandono de los gobiernos. En El Molino hay algunas familias que manifiestan ser descendientes directos de los cariachiles, estos vivían también en los parajes de Corralejas, Pantano y Palmaritos, donde los españoles los perjudicaban en sus labores quitándoles el agua para que no regaran sus cultivos, provocando que estos se fugaran dejando a sus mujeres abandonadas y arrochelándose a otros pueblos a orillas del rio Magdalena y posteriormente en el paraje llamado Treinta o Tomarrazón, cerca de Riohacha. Algunos al huir sus padres. huyeron a la serranía de Perijá a un lugar llamado el cerro del Capuchino, otros se refugiaron en cerros aledaños a El Molino en el sector denominado San Agustín de Farias. Los cariachiles son un grupo social que busca su reivindicación como pueblo indígena. 

Estos se dedicaban a la agricultura, a la cacería, a tejer mochilas de fique, objetos de barro, los cuales utilizaban como trueque con los indígenas Itotos de Urumita y Villa (Nueva, Guajira, sus mujeres tenían fama de ser muy hermosas. Nunca permitieron que las mujeres trabajaran en las casas de los civilizados; en las fiestas de la Virgen del Rosario el 28 y 29 de abril, bajaban al Molino llevando en la cabeza un penacho de plumas de guacamaya y se hacían dibujos en la cara en forma de espiral, al cuello se colgaban collares con colmillos de jaguares y otros felinos. 

En el recorrido de la procesión bailaban al son del redoblante y de los sonidos de muchos caracoles y pitos de barro que ellos mismos hacían y cantaban versos dedicados a la Virgen del Rosario, ofreciéndole frutas, miel de abeja, arepas, collares, y la trataban de tú a tú diciéndole:  “tomá María del Rosario pa que te la comai tu con tu hijo” ; utilizaban metates o piedras hondas para moler el maíz y se emborrachaban con una chicha fermentada y con un chirrinchi destilado en las estancias que para la época existían en el Molino; les gustaba el deporte, haciendo puntería con las flechas, brincaban de piedra en piedra por el río Carga Barros y realizaban lucha libre, hacían competencias de atletismo desde el lugar donde vivían hasta el Molino y hacían concursos de carreras de burros; cuando se enfermaban acudían al sacerdote quien utilizaba, plantas medicinales, rezos o ceremonias invocando a los espíritus protectores. 

Doña Dolores Cariachil era hija de padres cariachiles, que representaba una cultura en vías de extinción. Los cariachiles eran los indígenas más valientes junto con los tupes del Valle de Upar y los que ofrecían mayor resistencia al español; fueron los mismos que en 1781 en plena revolución de los comuneros, destruyeron el molino de piedra que molía el trigo para el pan de los españoles, en represalia porque les prohibieron sembrar el tabaco que era la planta más importante de su cultura ya que era sagrada; los cariachiles también se recuerdan porque en el año de 1580 queman a Valledupar, junto con los indígenas tupes he Itotos de Villa Nueva, en represalia del maltrato que una española le hizo a la india tupe Francisca; estos fueron ahorcados en el cerro de la Popa. 

Dolores Cariachil poseía el título del resguardo que les pertenecía en la Jagua del Pilar, pero este se extravió. Doña Dolores Cariachil se casa con José Antonio Ustáriz y muere en el parto dejando huérfana a su hija María de la Concepción Ustáriz Cariachil (Mama Concha), quien se viene de la jagua del pedregal a vivir en Valledupar en el balcón de los Ustáriz, a la vuelta de la plaza. En esta casa tuvo con el sacerdote Miguel Ángel Barros Trinidad Ustáriz, quien a su vez tuvo a Elvia Gracia Ustáriz, esposa del mejor ebanista de la región: don Augusto Cárdenas Castellanos. Hoy en día las familias Cariachil se están reorganizando y para ello han elegido su cabildo gobernador tanto en el Molino como en la Jagua del Pilar. La familia Ustáriz está emparentada con el libertador Simón Bolívar, ya que una tía materna del Libertador se casa con el sobrino del Marqués de Ustáriz que vivió en Venezuela y posteriormente en España.

Es importante decir que la India Catalina representada de manera hermosa en una estatua en la ciudad de Cartagena, era de origen Cariachil, ya que fue secuestrada por los españoles en el pueblo de El Molino en 1613, para que fuera a servir como doméstica a una señora muy rica y encomendera llamada Francisca Vásquez, que vivía en Cartagena. Lo anterior provocó una guerra ya que los Cariachiles y los itotos de Villanueva mataron a algunos de los españoles y estos a su vez mataron algunos indígenas. Esta nativa se convirtió en un símbolo representativo de la nación Cariachil.

POR RUTH ARIZA COTES/ESPECIAL PARA EL PILÓN