Algunos expertos atribuyen la cantidad de precandidatos a la Presidencia para las elecciones del 2022 a la victoria en las elecciones del 2018 del joven senador Iván Duque. Fácilmente se cuentan más de 30, de todos los colores, los partidos, los gustos. Viejos y nuevos. Los más recientes, el exalcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, y […]
Algunos expertos atribuyen la cantidad de precandidatos a la Presidencia para las elecciones del 2022 a la victoria en las elecciones del 2018 del joven senador Iván Duque.
Fácilmente se cuentan más de 30, de todos los colores, los partidos, los gustos. Viejos y nuevos. Los más recientes, el exalcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, y el excomisionado de paz Miguel Ceballos, que viene de una gestión gris en el presente gobierno.
La actual crisis, que atraviesa el país despertó una alergia llamada ‘precandiditis’, que afecta a senadores, líderes, exgobernadores y exalcaldes, y los lleva a pelear por las presidenciales.
El 2022 será un año clave. Colombia tomará una decisión con el antecedente de un estallido social sin precedentes en la historia reciente y golpeada por una pandemia que borró los avances sociales conquistados en los últimos 20 años. Parece difícil llamar a la sensatez, a elegir por encima de las emociones, no por odio al rival, sino por las mejores propuestas.
¿Habrá sorpresas? Hay sorpresas en el vecindario. El nombre sonoro de Pedro Castillo, campesino de la profunda y lejana provincia, sin ejercicio de cargo público o de elección, sin lazo con la élite académica, social, política y económica de Perú y su capital Lima, llega a la Presidencia.
Interesantes palabras sobre la condición humana, para candidatos y electores, del columnista Mauricio García Villegas en El Espectador: “Los seres humanos valoramos nuestra reputación incluso más que nuestros intereses materiales y es por eso que cuando nos ignoran o nos desprecian respondemos con la misma moneda o peor que eso. Así se encadenan las antipatías. El poeta sueco Johan Kellgren lo dice en estos términos: ‘Quien se siente menospreciado hace todo lo posible para ser odiado’”. (Antipatías encadenadas, 9 de abril).
Por otro lado: “El profesor Robert P. George, de la Universidad de Princeton, cuenta que de tanto en tanto les pregunta a sus estudiantes qué posición habrían tenido sobre la esclavitud si hubiesen sido blancos en Georgia, al sur de los Estados Unidos, a principios del siglo XIX, es decir, antes de la abolición de la esclavitud. Casi todos responden que habrían sido abolicionistas. Pero es casi seguro que habrían sido esclavistas como lo fueron todos en esa época. A los humanos no solo nos cuesta ponernos en los zapatos de los otros, sino imaginar lo que haríamos si estuviésemos en circunstancias completamente diferentes a las presentes. Las personas de mi edad solemos hacer una lista de cosas que ocurrían cuando éramos niños y que hoy son, a todas luces, inaceptables, como conducir con tragos o ser indiferentes ante el confinamiento de las mujeres en el hogar. Éramos indolentes y no lo sabíamos. Soy un defensor de la naturaleza y del medio ambiente y nací en el seno de una familia que ama la naturaleza, pero cuando era niño mataba pájaros con cauchera y gozaba pescando truchas en las quebradas y no recuerdo haber sentido congoja alguna (…) Nuestra mente está bien diseñada para proclamar y defender principios, no para entender el comportamiento humano como un resultado de las circunstancias” (Sobre la indignación virtuosa. 7 de junio).
Algunos expertos atribuyen la cantidad de precandidatos a la Presidencia para las elecciones del 2022 a la victoria en las elecciones del 2018 del joven senador Iván Duque. Fácilmente se cuentan más de 30, de todos los colores, los partidos, los gustos. Viejos y nuevos. Los más recientes, el exalcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, y […]
Algunos expertos atribuyen la cantidad de precandidatos a la Presidencia para las elecciones del 2022 a la victoria en las elecciones del 2018 del joven senador Iván Duque.
Fácilmente se cuentan más de 30, de todos los colores, los partidos, los gustos. Viejos y nuevos. Los más recientes, el exalcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, y el excomisionado de paz Miguel Ceballos, que viene de una gestión gris en el presente gobierno.
La actual crisis, que atraviesa el país despertó una alergia llamada ‘precandiditis’, que afecta a senadores, líderes, exgobernadores y exalcaldes, y los lleva a pelear por las presidenciales.
El 2022 será un año clave. Colombia tomará una decisión con el antecedente de un estallido social sin precedentes en la historia reciente y golpeada por una pandemia que borró los avances sociales conquistados en los últimos 20 años. Parece difícil llamar a la sensatez, a elegir por encima de las emociones, no por odio al rival, sino por las mejores propuestas.
¿Habrá sorpresas? Hay sorpresas en el vecindario. El nombre sonoro de Pedro Castillo, campesino de la profunda y lejana provincia, sin ejercicio de cargo público o de elección, sin lazo con la élite académica, social, política y económica de Perú y su capital Lima, llega a la Presidencia.
Interesantes palabras sobre la condición humana, para candidatos y electores, del columnista Mauricio García Villegas en El Espectador: “Los seres humanos valoramos nuestra reputación incluso más que nuestros intereses materiales y es por eso que cuando nos ignoran o nos desprecian respondemos con la misma moneda o peor que eso. Así se encadenan las antipatías. El poeta sueco Johan Kellgren lo dice en estos términos: ‘Quien se siente menospreciado hace todo lo posible para ser odiado’”. (Antipatías encadenadas, 9 de abril).
Por otro lado: “El profesor Robert P. George, de la Universidad de Princeton, cuenta que de tanto en tanto les pregunta a sus estudiantes qué posición habrían tenido sobre la esclavitud si hubiesen sido blancos en Georgia, al sur de los Estados Unidos, a principios del siglo XIX, es decir, antes de la abolición de la esclavitud. Casi todos responden que habrían sido abolicionistas. Pero es casi seguro que habrían sido esclavistas como lo fueron todos en esa época. A los humanos no solo nos cuesta ponernos en los zapatos de los otros, sino imaginar lo que haríamos si estuviésemos en circunstancias completamente diferentes a las presentes. Las personas de mi edad solemos hacer una lista de cosas que ocurrían cuando éramos niños y que hoy son, a todas luces, inaceptables, como conducir con tragos o ser indiferentes ante el confinamiento de las mujeres en el hogar. Éramos indolentes y no lo sabíamos. Soy un defensor de la naturaleza y del medio ambiente y nací en el seno de una familia que ama la naturaleza, pero cuando era niño mataba pájaros con cauchera y gozaba pescando truchas en las quebradas y no recuerdo haber sentido congoja alguna (…) Nuestra mente está bien diseñada para proclamar y defender principios, no para entender el comportamiento humano como un resultado de las circunstancias” (Sobre la indignación virtuosa. 7 de junio).