“Huye el malvado sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león”. Proverbios 28,1. Conocí la historia de un minero de un pequeño pueblo; se levantaba cada día a las dos de la mañana y se iba a la mina solo, allí se internaba en lo profundo del socavón hasta el […]
“Huye el malvado sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león”. Proverbios 28,1.
Conocí la historia de un minero de un pequeño pueblo; se levantaba cada día a las dos de la mañana y se iba a la mina solo, allí se internaba en lo profundo del socavón hasta el amanecer. Cuando sus amigos le preguntaron el por qué, él respondió: “¡Para matar el miedo!”.
En el pasado él había tenido la experiencia traumática de quedar atrapado en lo profundo del hueco durante varias horas y, desde entonces, sentía pánico cada vez que estaba a las puertas de la mina. Debía entrar, puesto que era su único sustento, pero el miedo era paralizante, por lo que se propuso vencer su miedo, y así, cada noche se internaba y permanecía solo en la oscuridad de la mina.
¿Cómo reaccionamos frente a las situaciones de miedo que surgen en nuestras vidas? Todos sufrimos miedos, sea que lo exterioricemos o no. El miedo se produce en nuestras vidas por carencias, insuficiencias, conflictos o experiencias dolorosas del pasado, y puede ser real o imaginario.
La mayoría de las personas no saben lo que domina sus vidas. Sufrimos ataques de ansiedad, disfrazamos el miedo con episodios de asco; pero pocos determinan cuándo ocurrieron las primeras experiencias. Tenemos miedo hacia lo desconocido, a lo económico, a las relaciones, al rechazo, a la soledad, a los recuerdos del pasado, a los problemas del presente, a la incertidumbre del futuro. Debemos identificar el hecho primigenio, precipitante, que asociamos o recordamos como una tragedia o un fracaso, una experiencia dolorosa que marcó esa ruta del temor.
Queridos amigos: también debemos determinar en cuál parte de nuestras vidas ha sido usurpado el lugar de Dios. En ocasiones, el miedo nos obliga a asumir conductas y posiciones irresponsables. Nuestra manera de vivir será imprudente si guardamos respeto y temor por algo que no sea Dios mismo.
Es menester establecer un plan de conductas responsables y afrontar con valor las posibles situaciones que procuren esclavizarnos y amarrarnos al miedo irracional. Debemos hacer de la imaginación nuestra aliada y pensar siempre en términos positivos, de milagros y de imposibles. Anticipémonos a la situación que nos produce miedo y decidamos cómo responderíamos en caso de estar inmersos en ese escenario. ¡Si enfrentamos nuestros miedos, la muerte del miedo es segura!
El mejor antídoto para vencer el miedo es mantenernos dentro de la cobertura del amor. “Porque en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. Es la relación de amor con Jesús la que nos permite adquirir la fuerza necesaria para vencer nuestros temores. Al fin, Él es el único que se atrevió a decir: “Yo soy, no temas”.
Hago oración para que Dios nos dé el valor de enfrentar nuestros miedos y la paciencia para superarlos con la fuerza del amor de Dios. Te mando un abrazo valeroso en Cristo.
“Huye el malvado sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león”. Proverbios 28,1. Conocí la historia de un minero de un pequeño pueblo; se levantaba cada día a las dos de la mañana y se iba a la mina solo, allí se internaba en lo profundo del socavón hasta el […]
“Huye el malvado sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león”. Proverbios 28,1.
Conocí la historia de un minero de un pequeño pueblo; se levantaba cada día a las dos de la mañana y se iba a la mina solo, allí se internaba en lo profundo del socavón hasta el amanecer. Cuando sus amigos le preguntaron el por qué, él respondió: “¡Para matar el miedo!”.
En el pasado él había tenido la experiencia traumática de quedar atrapado en lo profundo del hueco durante varias horas y, desde entonces, sentía pánico cada vez que estaba a las puertas de la mina. Debía entrar, puesto que era su único sustento, pero el miedo era paralizante, por lo que se propuso vencer su miedo, y así, cada noche se internaba y permanecía solo en la oscuridad de la mina.
¿Cómo reaccionamos frente a las situaciones de miedo que surgen en nuestras vidas? Todos sufrimos miedos, sea que lo exterioricemos o no. El miedo se produce en nuestras vidas por carencias, insuficiencias, conflictos o experiencias dolorosas del pasado, y puede ser real o imaginario.
La mayoría de las personas no saben lo que domina sus vidas. Sufrimos ataques de ansiedad, disfrazamos el miedo con episodios de asco; pero pocos determinan cuándo ocurrieron las primeras experiencias. Tenemos miedo hacia lo desconocido, a lo económico, a las relaciones, al rechazo, a la soledad, a los recuerdos del pasado, a los problemas del presente, a la incertidumbre del futuro. Debemos identificar el hecho primigenio, precipitante, que asociamos o recordamos como una tragedia o un fracaso, una experiencia dolorosa que marcó esa ruta del temor.
Queridos amigos: también debemos determinar en cuál parte de nuestras vidas ha sido usurpado el lugar de Dios. En ocasiones, el miedo nos obliga a asumir conductas y posiciones irresponsables. Nuestra manera de vivir será imprudente si guardamos respeto y temor por algo que no sea Dios mismo.
Es menester establecer un plan de conductas responsables y afrontar con valor las posibles situaciones que procuren esclavizarnos y amarrarnos al miedo irracional. Debemos hacer de la imaginación nuestra aliada y pensar siempre en términos positivos, de milagros y de imposibles. Anticipémonos a la situación que nos produce miedo y decidamos cómo responderíamos en caso de estar inmersos en ese escenario. ¡Si enfrentamos nuestros miedos, la muerte del miedo es segura!
El mejor antídoto para vencer el miedo es mantenernos dentro de la cobertura del amor. “Porque en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. Es la relación de amor con Jesús la que nos permite adquirir la fuerza necesaria para vencer nuestros temores. Al fin, Él es el único que se atrevió a decir: “Yo soy, no temas”.
Hago oración para que Dios nos dé el valor de enfrentar nuestros miedos y la paciencia para superarlos con la fuerza del amor de Dios. Te mando un abrazo valeroso en Cristo.