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Mamotreto maravilloso

La vida de un investigador en Colombia está llena de trabas de todo tipo: burocráticas, eclesiásticas y sicotrópicas. Se consume haciendo esfuerzos por alcanzar metas por las que en un país civilizado seguramente ganaría sino mucha riqueza al menos no tantos inconvenientes, pero aquí todo se hace presumiblemente rebelde, difuso, difícil, esquivo; te cae encima todo el peso de la brutalidad, asignándote una lógica de selva virgen, de templo maldito, de planta carnívora.

Hace un par de días recibí la visita de un amigo al que hace unos meses no veía, pero del que sabía se encontraba consumando un escudriñamiento sobre escultura renacentista y barroca, en La Nueva Granada; una curaduría sobre piezas de arte hispánico, que aguantan en Colombia a pesar de la rebelión criolla y la codicia irresponsable de algunos curas. Me mostró la prueba de impresión de este mamotreto maravilloso, compuesto por imágenes que patentizaban las transformaciones en las percepciones estéticas de los artistas de la época, que iban cambiando de sutiles a dramáticas las representaciones de la tragedia del nazareno redentor y su combo.

Mientras hojeábamos bebíamos un pisco chileno que aumentó la espontaneidad del relato, que incluyó anécdotas de viaje; road movies que surgían con cada imagen. El libro es una de esas obras imposibles desde la concepción misma, por lo tediosa y costosa de su realización, solo concebible desde la voluntad imperecedera de un artista en pleno delirio espiritual. Pasión inclemente que ha mantenido al rojo vivo los días y noches de los últimos seis años de Jesús Aponte, un arquitecto de Villanueva, La Guajira, dedicado en cuerpo y alma a esta pesquisa exquisita y sui generis.

La conferencia magistral, entre tragos de pisco, transcurrió junto a las páginas de esta biblia de arte religioso, que incluye entre sus textos, apuntes tan interesantes como el que anota que la imagen adorada como Ecce Homo en Valledupar es realmente un Cristo de la columna; o la atribución a un nuevo autor de piezas que habían sido imputadas a otro artista por celebridades nacionales del oficio de consignar datos para la posteridad.

Su monólogo se expandió como una explosión, me dio detalles sobre esculturas que según él aún no había publicado, ni con los investigadores sevillanos con quienes intercambia correspondencia y quienes transmitieron ya varios de sus artículos concernientes a ese tema, e incluidos en este compendio memorable.

Hasta que la última página calló, cayó- ya la botella de pisco se había acabado- y desde las cúpulas de las iglesias se alborotó la noche; entonces el celular de Jesús sonó, nos despedimos y, aún con ganas de conversación, partió con su cruz a cuestas, a buscar un editor para que su obra maestra vea la luz, y sea luz.

Jarol_Ferreira: