Mi versión es que la mafia ha existido siempre, solo que durante mucho tiempo estuvo en la sombra. Sus actividades y relaciones eran clandestinas, se les condenaba socialmente y hasta habitaban en zonas exclusivamente construidas por y para ellos.
Ya estamos acostumbrados a que el país se sacuda cada semana con alguna tragedia. Finalizando el año 2024 fue la masacre de la familia del pastor evangélico Marlon Lora en Aguachica la cual aún hoy sigue siendo noticia en medio de especulaciones, relatos acomodados, historias de fantasía y hasta construcción de hipótesis para desviar la atención de los verdaderos responsables; y por supuesto, llevamos dos semanas hablando de lo que ocurre en el Catatumbo como si esto fuera una novedad, pero la realidad es que ambos casos tienen algo en común: hay políticos y mafias involucradas.
Mi versión es que la mafia ha existido siempre, solo que durante mucho tiempo estuvo en la sombra. Sus actividades y relaciones eran clandestinas, se les condenaba socialmente y hasta habitaban en zonas exclusivamente construidas por y para ellos. Eran fácilmente identificables y la gente se abstenía de relacionarse con ellos por temor al señalamiento social que para entonces pesaba más que cualquier pena. Sin embargo, hoy vivimos en una sociedad que, no solo acogió y aceptó a esta gente, sino que los dejó meter en todo: en lo social, en lo económico, en lo cultural y, por supuesto, en la política; y por ahí de paso adueñarse del aparato estatal al que convirtieron en su propia arma y su vehículo de legalización.
Lo que ocurre en el Catatumbo no es de ahora, siempre ha sido una zona controlada por el ELN, después por los grupos paramilitares y luego por todo el sancocho de grupos que se metieron a disputarse los laboratorios, las rutas y todo lo que gira alrededor del narcotráfico convirtiendo la región en un territorio de mafiosos y una población en medio del fuego cruzado que no tiene otra opción que convivir obligados por cada grupo que llega a controlar la zona y que luego cuando entra otro y desplaza al actual pues sencillamente la emprende contra la población que, finalmente, son los que ponen sus hijos para alimentar a los unos o a los otros, y así en un carrusel infinito de pobreza y abandono estatal.
Lo que uno no se explica, es cómo teniendo el estado la fuerza, los mecanismos y todo el poder de ejercer, no solo soberanía sino el control de todo el territorio nacional, espera pasivamente a que se presenten masacres, desplazamientos e incomunicación de territorios enteros que quedan a merced de la delincuencia y bajo la única autoridad que la del fusil del bandido que ejerce dominio en el territorio. Ahora bien ¿no hay presencia militar y de policía? ¿No existen cuerpos de inteligencia y de investigación? ¿No hay autoridades municipales y departamentales? Uno creería que sí, pero al final la pregunta siempre será la misma: ¿por qué no actúan? La respuesta puede ser más compleja de responder.
Lo que, sí es un hecho en esta situación, es que los políticos tienen las manos metidas en todo, desde los que se benefician de las franquicias electorales que manejan muchos votos a punta de fusil hasta los que están en el poder porque al final terminan devolviendo los favores bajo la consigna de respetarse los pactos de “yo te ayudo y tú no me persigues”. ¿Creen que exagero? Solo revisen cuántos capos se han fugado de las cárceles en extrañas facilidades, cuántas órdenes de captura están libradas en contra de cabecillas tanto de guerrilla como de los grupos narcoterroristas (al final son lo mismo) y que nunca se hacen efectivas, o todo el mundo sabe quién es quién en esos pueblos y municipios, señores que se pavonean en sus lujosas camionetas y ejércitos privados, que son amos, dueños y señores de los pueblos pero que la justicia nunca los toca, y nunca los va a tocar porque ponen muchos votos.
Tanto son culpables los unos (la derecha) como los otros (izquierda), ambos han hecho exactamente lo mismo, pactar con la delincuencia haciéndole un daño terrible al Estado que termina cooptado e imponiendo una cultura traqueta que le da patente al que ostente el poder para actuar como lo que son: bandidos con mucho dinero y con la fuerza del Estado a su merced, ejemplos tenemos a la vista y basta mirar para el vecindario para darnos cuenta quiénes son.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.
Mi versión es que la mafia ha existido siempre, solo que durante mucho tiempo estuvo en la sombra. Sus actividades y relaciones eran clandestinas, se les condenaba socialmente y hasta habitaban en zonas exclusivamente construidas por y para ellos.
Ya estamos acostumbrados a que el país se sacuda cada semana con alguna tragedia. Finalizando el año 2024 fue la masacre de la familia del pastor evangélico Marlon Lora en Aguachica la cual aún hoy sigue siendo noticia en medio de especulaciones, relatos acomodados, historias de fantasía y hasta construcción de hipótesis para desviar la atención de los verdaderos responsables; y por supuesto, llevamos dos semanas hablando de lo que ocurre en el Catatumbo como si esto fuera una novedad, pero la realidad es que ambos casos tienen algo en común: hay políticos y mafias involucradas.
Mi versión es que la mafia ha existido siempre, solo que durante mucho tiempo estuvo en la sombra. Sus actividades y relaciones eran clandestinas, se les condenaba socialmente y hasta habitaban en zonas exclusivamente construidas por y para ellos. Eran fácilmente identificables y la gente se abstenía de relacionarse con ellos por temor al señalamiento social que para entonces pesaba más que cualquier pena. Sin embargo, hoy vivimos en una sociedad que, no solo acogió y aceptó a esta gente, sino que los dejó meter en todo: en lo social, en lo económico, en lo cultural y, por supuesto, en la política; y por ahí de paso adueñarse del aparato estatal al que convirtieron en su propia arma y su vehículo de legalización.
Lo que ocurre en el Catatumbo no es de ahora, siempre ha sido una zona controlada por el ELN, después por los grupos paramilitares y luego por todo el sancocho de grupos que se metieron a disputarse los laboratorios, las rutas y todo lo que gira alrededor del narcotráfico convirtiendo la región en un territorio de mafiosos y una población en medio del fuego cruzado que no tiene otra opción que convivir obligados por cada grupo que llega a controlar la zona y que luego cuando entra otro y desplaza al actual pues sencillamente la emprende contra la población que, finalmente, son los que ponen sus hijos para alimentar a los unos o a los otros, y así en un carrusel infinito de pobreza y abandono estatal.
Lo que uno no se explica, es cómo teniendo el estado la fuerza, los mecanismos y todo el poder de ejercer, no solo soberanía sino el control de todo el territorio nacional, espera pasivamente a que se presenten masacres, desplazamientos e incomunicación de territorios enteros que quedan a merced de la delincuencia y bajo la única autoridad que la del fusil del bandido que ejerce dominio en el territorio. Ahora bien ¿no hay presencia militar y de policía? ¿No existen cuerpos de inteligencia y de investigación? ¿No hay autoridades municipales y departamentales? Uno creería que sí, pero al final la pregunta siempre será la misma: ¿por qué no actúan? La respuesta puede ser más compleja de responder.
Lo que, sí es un hecho en esta situación, es que los políticos tienen las manos metidas en todo, desde los que se benefician de las franquicias electorales que manejan muchos votos a punta de fusil hasta los que están en el poder porque al final terminan devolviendo los favores bajo la consigna de respetarse los pactos de “yo te ayudo y tú no me persigues”. ¿Creen que exagero? Solo revisen cuántos capos se han fugado de las cárceles en extrañas facilidades, cuántas órdenes de captura están libradas en contra de cabecillas tanto de guerrilla como de los grupos narcoterroristas (al final son lo mismo) y que nunca se hacen efectivas, o todo el mundo sabe quién es quién en esos pueblos y municipios, señores que se pavonean en sus lujosas camionetas y ejércitos privados, que son amos, dueños y señores de los pueblos pero que la justicia nunca los toca, y nunca los va a tocar porque ponen muchos votos.
Tanto son culpables los unos (la derecha) como los otros (izquierda), ambos han hecho exactamente lo mismo, pactar con la delincuencia haciéndole un daño terrible al Estado que termina cooptado e imponiendo una cultura traqueta que le da patente al que ostente el poder para actuar como lo que son: bandidos con mucho dinero y con la fuerza del Estado a su merced, ejemplos tenemos a la vista y basta mirar para el vecindario para darnos cuenta quiénes son.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.