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Columnista - 30 junio, 2025

Maderos Teatro, un teatro de madera fina

Hablar de Maderos Teatro es hablar de arte, de cultura, de poesía, y más que eso: es exaltar la diversidad de grandes y connotados artistas, hombres y mujeres de condición que creen en su capacidad y, a pesar de la adversidad, no pierden su estética, sus principios y valores, su arte.

Eduardo Santos, columnista de EL PILÓN.
Eduardo Santos, columnista de EL PILÓN.
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Hablar de Maderos Teatro es hablar de arte, de cultura, de poesía, y más que eso: es exaltar la diversidad de grandes y connotados artistas, hombres y mujeres de condición que creen en su capacidad y, a pesar de la adversidad, no pierden su estética, sus principios y valores, su arte.

Es hablar de familia, de confraternidad; es abrir el corazón y hablar de resiliencia y altruismo; es hablar de esos sueños que se forjan desde la confianza y la bendición que emana como manantial de amor, del abrazo entrañable, de la palabra dicha forrada en papel de pulcritud y verdad.

Hablar de Maderos Teatro es hablar del amigo que cree en ti, que confía en tus capacidades y no te abandona nunca. Esa es la madera —como el cañaguate, madera fina— de la cual está hecho Maderos: puro, fuerte, resistente, dulce, sustancial, luchador y, lo mejor, bendecido por Dios.

Hace diez años, desde aquel 27 de marzo de 2015, se fundieron en un crisol de esperanzas los sueños de un grupo de jóvenes: Deyler, Clarisa, Rafael, Carolina, Luis, Gabriela y Norberto, oliendo aún a universidad y a teatro incipiente, decidieron de manera audaz jugársela, y con valentía comenzaron a recorrer un camino lleno de espinas, y lo más difícil: con los pies descalzos. Sus sueños, aún hincados, se mantienen incólumes; se trabaja con ahínco, sin bajar la guardia.

Deyler me dice, al interrogarlo, cómo a través de un poema me describiría ese trabajo colectivo y el hecho de resistir haciendo teatro en Valledupar. Su respuesta, en estos tiempos:

“Si alguno prevalece contra uno, dos le resistirán; y el cordel de tres hilos no se rompe fácilmente” (Eclesiastés 4:12).

Cada año han ido edificando, sufriendo reveses, pero nunca amilanándose ante la adversidad. Fueron consolidando su trabajo con obras de nivel, sentando las bases sólidas para seguir trabajando con producciones locales e internacionales, siendo trabajadores incansables y convirtiendo a Maderos Teatro en un recinto de creación, una escuela de sueños y vivencias.

Viví, desde el Consejo Municipal de Cultura como representante del sector de literatura, la inoperancia de los mandatarios de turno en el campo cultural: el señor anticultura Tuto Uhía y quien le secundó, el ‘Mello’ Castro. Una de las perlas vividas fue la frustración que el grupo de Maderos Teatro padeció cuando quisieron, a través de los dineros recaudados por espectáculos públicos, tener un escenario propio: la casa donde están o la compra del antiguo Teatro Cesar. Nada de eso se dio por negligencia administrativa.

Hoy Deyler Díaz Arzuaga escribe pergaminos de resiliencia. Hizo su primer intento de sala en el 2002; duró poco. Dirigió el teatro de la universidad, allí conoció gente valiosa, y esa fue su segunda escuela. Con ellos se arroja a la creación académica y sueña. Sostener el teatro es duro, y más cuando el apoyo es tibio.

Su sueño sigue latente: tener un teatro propio, un centro de investigación y creación teatral con todas las comodidades para consolidar una propuesta escénica en Colombia.

Hoy este grupo sigue unido desde hace más de veinte años. Son un colectivo que seguirá trabajando y pidiendo un espacio adecuado. Gracias, maestro Deyler; como muchos vallenatos y cesarenses, yo también estoy orgulloso de ustedes. ¡Viva Maderos Teatro!  Sólo Eso.

Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.

Columnista
30 junio, 2025

Maderos Teatro, un teatro de madera fina

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Hablar de Maderos Teatro es hablar de arte, de cultura, de poesía, y más que eso: es exaltar la diversidad de grandes y connotados artistas, hombres y mujeres de condición que creen en su capacidad y, a pesar de la adversidad, no pierden su estética, sus principios y valores, su arte.


Eduardo Santos, columnista de EL PILÓN.
Eduardo Santos, columnista de EL PILÓN.

Hablar de Maderos Teatro es hablar de arte, de cultura, de poesía, y más que eso: es exaltar la diversidad de grandes y connotados artistas, hombres y mujeres de condición que creen en su capacidad y, a pesar de la adversidad, no pierden su estética, sus principios y valores, su arte.

Es hablar de familia, de confraternidad; es abrir el corazón y hablar de resiliencia y altruismo; es hablar de esos sueños que se forjan desde la confianza y la bendición que emana como manantial de amor, del abrazo entrañable, de la palabra dicha forrada en papel de pulcritud y verdad.

Hablar de Maderos Teatro es hablar del amigo que cree en ti, que confía en tus capacidades y no te abandona nunca. Esa es la madera —como el cañaguate, madera fina— de la cual está hecho Maderos: puro, fuerte, resistente, dulce, sustancial, luchador y, lo mejor, bendecido por Dios.

Hace diez años, desde aquel 27 de marzo de 2015, se fundieron en un crisol de esperanzas los sueños de un grupo de jóvenes: Deyler, Clarisa, Rafael, Carolina, Luis, Gabriela y Norberto, oliendo aún a universidad y a teatro incipiente, decidieron de manera audaz jugársela, y con valentía comenzaron a recorrer un camino lleno de espinas, y lo más difícil: con los pies descalzos. Sus sueños, aún hincados, se mantienen incólumes; se trabaja con ahínco, sin bajar la guardia.

Deyler me dice, al interrogarlo, cómo a través de un poema me describiría ese trabajo colectivo y el hecho de resistir haciendo teatro en Valledupar. Su respuesta, en estos tiempos:

“Si alguno prevalece contra uno, dos le resistirán; y el cordel de tres hilos no se rompe fácilmente” (Eclesiastés 4:12).

Cada año han ido edificando, sufriendo reveses, pero nunca amilanándose ante la adversidad. Fueron consolidando su trabajo con obras de nivel, sentando las bases sólidas para seguir trabajando con producciones locales e internacionales, siendo trabajadores incansables y convirtiendo a Maderos Teatro en un recinto de creación, una escuela de sueños y vivencias.

Viví, desde el Consejo Municipal de Cultura como representante del sector de literatura, la inoperancia de los mandatarios de turno en el campo cultural: el señor anticultura Tuto Uhía y quien le secundó, el ‘Mello’ Castro. Una de las perlas vividas fue la frustración que el grupo de Maderos Teatro padeció cuando quisieron, a través de los dineros recaudados por espectáculos públicos, tener un escenario propio: la casa donde están o la compra del antiguo Teatro Cesar. Nada de eso se dio por negligencia administrativa.

Hoy Deyler Díaz Arzuaga escribe pergaminos de resiliencia. Hizo su primer intento de sala en el 2002; duró poco. Dirigió el teatro de la universidad, allí conoció gente valiosa, y esa fue su segunda escuela. Con ellos se arroja a la creación académica y sueña. Sostener el teatro es duro, y más cuando el apoyo es tibio.

Su sueño sigue latente: tener un teatro propio, un centro de investigación y creación teatral con todas las comodidades para consolidar una propuesta escénica en Colombia.

Hoy este grupo sigue unido desde hace más de veinte años. Son un colectivo que seguirá trabajando y pidiendo un espacio adecuado. Gracias, maestro Deyler; como muchos vallenatos y cesarenses, yo también estoy orgulloso de ustedes. ¡Viva Maderos Teatro!  Sólo Eso.

Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.