La intolerancia es una de las matrices generativas de la violencia en el mundo. Se comienza por reducir al adversario con epítetos peyorativos, maniqueos, excluyentes y hasta con señalamientos que podrían construir monstruos peligrosos para la sociedad y las personas. La tierra arrasada es la forma de eliminar al contrincante a falta de argumentos. En Colombia esta práctica está de moda, la lógica goebbeliana de la ultraderecha prusiana se impone. Calumniar, mentir, difamar, desconocer, reducir, desfigurar y vulgarizar al enemigo, achacar sus propios errores al adversario y silenciarlo, etc., son las formas de hacer la política de algunos grupos en el país. Veamos que pasó.
La semana pasada un dilecto amigo, el arquitecto Rubén Darío Carrillo, en twitter, escribió “los milicianos del progresismo” para referirse a los seguidores de Gustavo Petro, un peligroso lenguaje; parece que en un programa radial, se reafirmó. Conozco desde hace muchos años a RDC, con quién compartí un gabinete municipal, lo tengo como como un hombre bien estructurado, equilibrado y respetuoso, un conservador de siempre, ahora en el CD, y por eso me ha llenado de sorpresas esta forma de expresarse de quiénes tenemos una mirada diferente sobre procesos que se dan en el mundo: políticos, económicos, sociales, religiosos, militares, ambientales, etc. Si esa referencia viniera de las senadoras Paloma Valencia, María Fernanda Cabal o María del Rosario Guerra, yo la pasaría inadvertida porque conozco el talante de estas y su lenguaje macartista de nuevo tipo, aprendido, quizás, de su entorno político. En esto, el juego de las palabras y la semiótica, pueden servir de reflectores para mostrar el rostro de los supuestos enemigos, a quienes otros se encargan de hacer el trabajo sucio, porque consideran un estorbo para la vida institucional.
El término miliciano tiene muchas extensiones, pero se le ha encasillado en aquel que apoya una organización militar no convencional, identificándolo con el concepto de terrorista. Más, puede ser aquel que se asocia con otros en defensa de la institucionalidad. Me resisto a creer que RDC haya asumido el peyorativo vocablo, y si estoy equivocado será él mismo quién dirima el asunto. Milicianos, en el sentido que tal vez dice nuestro amigo RDC, han tenido muchas organizaciones políticas y militares en Colombia: la guerrilla liberal, las Farc y Eln, el mismo Estado; ¿acaso la “Chulavita” y los “paras” no tenían milicianos? ¿Acaso los que rendían cuentas en La Mesa y San Ángel, no lo eran?
A Petro se le quiere reducir porque dizque empuñó las armas, pero, ¿ha sido el único? ¿Acaso, no fue con las armas que Bolívar nos dio la libertad? GP no es para avergonzarse de él, no es un leproso social, es un compatriota para mostrar; fue un brillante parlamentario, es el académico que muchos gustarían ser; como alcalde de Bogotá han tratado de reducirlo olvidando, en forma deliberada, a los más de 120 alcaldes de toda laya que ha tenido la capital; en esa lista, GP ha sido el único alcalde alternativo y dejó huellas; duplicó el valor de la ETB, logró calificación AAA para el acueducto e hizo la más grande empresa de recolección de basura de Suramérica; según Finantial Times, GP dejó a Bogotá como la octava ciudad del mundo para la inversión en 44 megaciudades y la primera de Latinoamérica. La tasa mínima de homicidios en los últimos 27 años, bajó a 32/100.000 hab. El Banco Mundial vino a darse cuenta de lo bueno que estaba haciendo en salud, pero los medios callaron; y, si se hubiera quedado con un solo peso del Distrito, ya estaría preso. A GP hay que confrontarlo es con ideas, no con atajos. No Rubencho, esta es una guerra sucia. Y si seguir a GP es ser miliciano, yo lo soy.
Por Luis Napoleón de Armas P.
nadarpe@gmail.com