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Columnista - 5 abril, 2018

Los tiempos cambian

Como cambian los tiempos y solamente queda el recuerdo, como pasan los años y ni siquiera nos damos cuenta, y cuando el hombre vegeta, no es el mismo parrandero, ya que el paso inexorable del tiempo nos va acotejando en el espacio, que nos da el desalmado calendario, cuando perversamente nos pone frente a la […]

Como cambian los tiempos y solamente queda el recuerdo, como pasan los años y ni siquiera nos damos cuenta, y cuando el hombre vegeta, no es el mismo parrandero, ya que el paso inexorable del tiempo nos va acotejando en el espacio, que nos da el desalmado calendario, cuando perversamente nos pone frente a la crueldad del espejo, que sin tapujos y sin hipocresía nos enfrenta a la más infame de las verdades cuando nos dice el muy bellaco: ¡Estás viejo!

Jorge Negrete Abdalla, ese mismo, el primo de Juan Gossaín, es un celoso guardián de la cultura cerereteana, hombre gigante en la amistad, anfitrión de primera talla, quien junto a Osvaldo Esquivia, ‘Baquique’, fundaron el Zuletismo Cordobés, sigue siendo un entusiasta alentador y promotor de la parranda vallenata, solo comparable con Eduardo Dávila en Santa Marta, Guillermo Sánchez en Fundación, Mauricio Portnoy en Cartagena, Carlitos Rodríguez en Barranquilla, Lucky Cotes en Riohacha, el Pey Vergara en Sincelejo y los hermanos Pavajeau Molina en Valledupar.

Jorge acaba de cumplir sus setenta años y después de acusar un desgaste de la chumacera izquierda en el miocardio, fue operado de corazón abierto. Dios le ha dado una nueva oportunidad de vivir, su salud es envidiable y mantiene el mismo espíritu festivo de siempre y sigue sin tomarse un trago alegrando las parrandas en su tierra.

Cronológicamente estamos codo con codo, soy su principal confidente y preocupado me comenta: “Oye Julio yo no sé si a ti te pasa lo mismo, pero a mi familia, a mis hijos, a mis amigos y a mi gente se les ha metido que yo y que estoy viejo. Cuando arman viaje pa’ la finca alguien vuela y me abre la puerta del carro y si pregunto pa’ dónde vamos, me contestan: Súbase y no moleste. Siempre llego al Corozo, mi finca, con la misma ansiedad de enjorquetarme en un taburete y entonces me sientan en una mecedora, me quitan los botines y me clavan un par de pantuflas abullonadas de esas que usaba mi tía María Abdalla allá en San Bernardo del Viento. Cuando pregunto de qué es el guiso que huele tan bien, me disparan: Oiga viejo acuérdese que usted no puede comer grasa, pero le trajimos sus galletas de soda y su leche descremada y al pedir un pocillo de suero me despachan uno de anís estrellado disque para los gases.

Mis adorados nietos son preciosos y amorosamente me han dicho: oye abuelo cuando tengas una silla de ruedas nosotros te paseamos y hasta María Bernarda, mi queridísima esposa, que me enamoró diciéndome siempre mi Yoryorin, ahora me dice mi viejo lindo. Me encanta ir a Coveñas para lucir mis gafas Ray Ban, regalo de ‘Poncho’ Zuleta y ahora mi mujer anda con el tema que mejor me ponga los espejuelos porque así piso mejor y me evito un resbalón.

Pero lo más traumático de llegar a esta edad me ocurrió recientemente cuando un vecino, que a ese si ya se le aflojaron los empaques, me mandó a pedir prestado un pañal desechable para la incontinencia urinaria; la verdad es que yo esos aparatejos ni los conozco y el día que me toque usar alguno, con ese mismo chirimbolo me ahorco, porque yo esa lidia no se la voy a dar a nadie. Agradecido vivo con Dios por tenerme cerca de él, me siento sano, fuerte y al pelo. El amor de mi mujer y mis hijos y el cariño de mi gente me hacen sentir que la vida es hermosa y que apenas para mí comienza. Mis amigos saben que tienen un hermano aquí en Cerete, la tierra donde se hizo famoso Juan Gossaín, solamente por ser mi primo”.

 

Columnista
5 abril, 2018

Los tiempos cambian

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Como cambian los tiempos y solamente queda el recuerdo, como pasan los años y ni siquiera nos damos cuenta, y cuando el hombre vegeta, no es el mismo parrandero, ya que el paso inexorable del tiempo nos va acotejando en el espacio, que nos da el desalmado calendario, cuando perversamente nos pone frente a la […]


Como cambian los tiempos y solamente queda el recuerdo, como pasan los años y ni siquiera nos damos cuenta, y cuando el hombre vegeta, no es el mismo parrandero, ya que el paso inexorable del tiempo nos va acotejando en el espacio, que nos da el desalmado calendario, cuando perversamente nos pone frente a la crueldad del espejo, que sin tapujos y sin hipocresía nos enfrenta a la más infame de las verdades cuando nos dice el muy bellaco: ¡Estás viejo!

Jorge Negrete Abdalla, ese mismo, el primo de Juan Gossaín, es un celoso guardián de la cultura cerereteana, hombre gigante en la amistad, anfitrión de primera talla, quien junto a Osvaldo Esquivia, ‘Baquique’, fundaron el Zuletismo Cordobés, sigue siendo un entusiasta alentador y promotor de la parranda vallenata, solo comparable con Eduardo Dávila en Santa Marta, Guillermo Sánchez en Fundación, Mauricio Portnoy en Cartagena, Carlitos Rodríguez en Barranquilla, Lucky Cotes en Riohacha, el Pey Vergara en Sincelejo y los hermanos Pavajeau Molina en Valledupar.

Jorge acaba de cumplir sus setenta años y después de acusar un desgaste de la chumacera izquierda en el miocardio, fue operado de corazón abierto. Dios le ha dado una nueva oportunidad de vivir, su salud es envidiable y mantiene el mismo espíritu festivo de siempre y sigue sin tomarse un trago alegrando las parrandas en su tierra.

Cronológicamente estamos codo con codo, soy su principal confidente y preocupado me comenta: “Oye Julio yo no sé si a ti te pasa lo mismo, pero a mi familia, a mis hijos, a mis amigos y a mi gente se les ha metido que yo y que estoy viejo. Cuando arman viaje pa’ la finca alguien vuela y me abre la puerta del carro y si pregunto pa’ dónde vamos, me contestan: Súbase y no moleste. Siempre llego al Corozo, mi finca, con la misma ansiedad de enjorquetarme en un taburete y entonces me sientan en una mecedora, me quitan los botines y me clavan un par de pantuflas abullonadas de esas que usaba mi tía María Abdalla allá en San Bernardo del Viento. Cuando pregunto de qué es el guiso que huele tan bien, me disparan: Oiga viejo acuérdese que usted no puede comer grasa, pero le trajimos sus galletas de soda y su leche descremada y al pedir un pocillo de suero me despachan uno de anís estrellado disque para los gases.

Mis adorados nietos son preciosos y amorosamente me han dicho: oye abuelo cuando tengas una silla de ruedas nosotros te paseamos y hasta María Bernarda, mi queridísima esposa, que me enamoró diciéndome siempre mi Yoryorin, ahora me dice mi viejo lindo. Me encanta ir a Coveñas para lucir mis gafas Ray Ban, regalo de ‘Poncho’ Zuleta y ahora mi mujer anda con el tema que mejor me ponga los espejuelos porque así piso mejor y me evito un resbalón.

Pero lo más traumático de llegar a esta edad me ocurrió recientemente cuando un vecino, que a ese si ya se le aflojaron los empaques, me mandó a pedir prestado un pañal desechable para la incontinencia urinaria; la verdad es que yo esos aparatejos ni los conozco y el día que me toque usar alguno, con ese mismo chirimbolo me ahorco, porque yo esa lidia no se la voy a dar a nadie. Agradecido vivo con Dios por tenerme cerca de él, me siento sano, fuerte y al pelo. El amor de mi mujer y mis hijos y el cariño de mi gente me hacen sentir que la vida es hermosa y que apenas para mí comienza. Mis amigos saben que tienen un hermano aquí en Cerete, la tierra donde se hizo famoso Juan Gossaín, solamente por ser mi primo”.