Desde mi cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro

Los progenitores de nuestra emancipación de la corona española fueron Francisco de Miranda, Antonio Nariño, Francisco José de Caldas, Francisco Antonio Zea, Camilo Torres.
Primero el primero: FRANCISCO DE MIRANDA. Caraqueño como Simón Bolívar y mayor que él en más de treinta años, fue el primer abanderado de la libertad y la historia lo ha consagrado con el título de ‘Precursor de los Precursores de la Independencia americana’.
Hijo de padre español y de madre venezolana, recibió educación en España. Formó parte del ejército con el que España, por su odio a Inglaterra, contribuyó a la Revolución de los Estados Unidos. En este país decidió dedicar su vida al servicio de su tierra oprimida y cultivó amistad con George Washington. Así se hizo famoso por el valor y la constancia, hasta el punto que las damas de Estados Unidos llevaban su retrato bordado en pañuelos.

En Londres, Madrid y Cádiz organizó grupos llamados LOGIAS. Para pertenecer a ellas, los amantes de la independencia debían prestar el siguiente juramento: “Nunca reconocerás por gobierno legítimo de tu patria sino al que sea elegido por libre y espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderás por cuantos medios estén a tu alcance, a que los pueblos se decidan por él”.

Actuó en la Revolución Francesa al lado de soldados que “llevaban la patria en el corazón y la libertad en el alma” y logró que su nombre fuese grabado en el Arco del Triunfo de París, levantado en memoria de los héroes inmortales. Dueño de inmensa cultura, conocedor de varios idiomas, activo y audaz, tocó todas las puertas y solicitó en las cortes de Europa auxilios para liberar a su patria. Al fin logró en Londres algunos recursos y con doscientos hombres llegó a las costas de Venezuela, donde fue derrotado.

De esta aventura quedó la bandera tricolor, inventada por Miranda y que por primera vez ondeó en un pequeño barco de dicha expedición llamado El Leandro. Era el año de 1806.
Otra vez, en 1812, comprometido con Simón Bolívar, intentó destruir a los españoles. Se vio obligado a entregarse al jefe realista Domingo Monteverde. Sus mismos compañeros de armas, entre ellos Bolívar, lo declararon traidor y lo entregaron al enemigo. Fue enviado a la más espantosa cárcel de Cádiz.
Cuando le preguntaban que si le pesaban mucho las cadenas, respondía que sí, pero que mucho menos que las que sus subalternos le habían amarrado en Venezuela.
En 1816, viejo y olvidado, murió en la prisión. Fue así el triste final del primer hombre de la revolución, del que dio inicio a la gigantesca obra de redimir a América del yugo español. El actual presidente de Venezuela lo cita con ardor, mas no rememora que Bolívar, su ídolo, fue uno de los que lo entregaron a los realistas.

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