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Columnista - 21 septiembre, 2017

Los narcóticos, un mecanismo de extorsión

El mundo capitalista, en su afán de expansión, cada vez va llevando a la humanidad a los más altos niveles de ansiedad, experimentación y al tedio de la vida. En los países desarrollados ya no son suficientes los niveles de vida alcanzados por un sector de la población que no encuentra la felicidad en la […]

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El mundo capitalista, en su afán de expansión, cada vez va llevando a la humanidad a los más altos niveles de ansiedad, experimentación y al tedio de la vida. En los países desarrollados ya no son suficientes los niveles de vida alcanzados por un sector de la población que no encuentra la felicidad en la canasta de bienestar porque este modelo no se preocupa por crear un nuevo hombre sino por ampliar los mercados que manejan un reducido porcentaje de personas.

El consumo de narcóticos es uno de los elementos a los cuales le echa mano esa sociedad. Hoy, la mayor potencia económica y militar del mundo, los EE.UU, es el mayor consumidor de marihuana, cocaína, opiáceos y otras drogas mucho más potentes de origen sintético. Esta es una característica inherente a ese tipo de desarrollo y cultura. Pero los EE.UU no reconocen esa realidad patética y adoptan la estrategia del cornudo de echarle la culpa de la infidelidad de su esposa al sofá, razón por la cual decide venderlo. Así, ellos creen que los responsables del narco-consumo son los productores de narcóticos. Es como si culpáramos de nuestras borracheras a los fabricantes de licores.

Colombia siempre ha sido un chivo expiatorio de esta política; en el gobierno de Samper fuimos descertificados, una especie de “indictment”, que no es más que una acusación extra constitucional por parte de otro país. Esa política fue concebida para chantajear a los países subdesarrollados que, por efectos de una demanda garantizada y bien pagada, han creado unos poderosos carteles que tratan de satisfacer una necesidad no biológica y la ansiedad crónica del mundo desarrollado. En estos momentos comienza a hablarse en los EE.UU de una nueva descertificación con el argumento de que Colombia le ha dedicado más tiempo a los acuerdos de paz que a la erradicación de la planta de coca. Primero ellos y a los demás que se los coma el tigre. ¡Mandan huevo!

En aras de hacer una discusión razonable, se admite que el cultivo de narcóticos es altamente nocivo tanto para productores como para consumidores. Pero nosotros no inventamos ese negocio, este tiene patente en los países desarrollados. Nosotros somos víctimas de este flagelo y también grandes consumidores, hemos puesto los muertos, los extraditados y los presos; sus efectos son transversales porque nuestra clase dirigente ha sido tocada y deteriorada social y políticamente, las instituciones han colapsado y esto no tiene precio, el daño causado es irreversible.

Toda la prueba de la carga la ha aportado Colombia como país productor. Hemos hecho todo lo posible por combatir el narcotráfico por un plato de lentejas y por nuestra propia seguridad. Pero, ¿qué han hecho los EE.UU con todos los elementos militares, científicos, económicos y de inteligencia a su alcance? Le escuché decir al Mindefensa que por cada 44Tm de cocaína decomisada acá, ellos solo capturan una.

Entonces, ¿quién no ha hecho bien la tarea? El problema no es que Colombia no haya disminuido el número de hectáreas sembradas porque el día que lleguemos a cero Tm, la buscarán por otro lado, incluso, se autoabastecerían con la droga sintética que ellos mismos producen con mayor grado de destrucción como la heroína. Así operan las leyes del mercado que ellos han defendido por siglos. Reconocemos la preocupación que tienen por el alto consumo y las muertes anuales que tienen, pero las drogas más letales son las opiáceas no producidas acá; en los EE.UU una de cada diez personas es drogadicta, algo así como 36 millones, cifra equivalente a la población venezolana; esta es la mayor causa de muerte, anualmente mueren por este vicio alrededor de 60 mil personas, un problema de salud pública sin resolver en un país que sabe dónde está la mínima mancha de nuestro sistema solar. ¿Y qué pasa con sus carteles de acceso y distribución?

[email protected]

Por Luis Napoleón de Armas P.

Columnista
21 septiembre, 2017

Los narcóticos, un mecanismo de extorsión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

El mundo capitalista, en su afán de expansión, cada vez va llevando a la humanidad a los más altos niveles de ansiedad, experimentación y al tedio de la vida. En los países desarrollados ya no son suficientes los niveles de vida alcanzados por un sector de la población que no encuentra la felicidad en la […]


El mundo capitalista, en su afán de expansión, cada vez va llevando a la humanidad a los más altos niveles de ansiedad, experimentación y al tedio de la vida. En los países desarrollados ya no son suficientes los niveles de vida alcanzados por un sector de la población que no encuentra la felicidad en la canasta de bienestar porque este modelo no se preocupa por crear un nuevo hombre sino por ampliar los mercados que manejan un reducido porcentaje de personas.

El consumo de narcóticos es uno de los elementos a los cuales le echa mano esa sociedad. Hoy, la mayor potencia económica y militar del mundo, los EE.UU, es el mayor consumidor de marihuana, cocaína, opiáceos y otras drogas mucho más potentes de origen sintético. Esta es una característica inherente a ese tipo de desarrollo y cultura. Pero los EE.UU no reconocen esa realidad patética y adoptan la estrategia del cornudo de echarle la culpa de la infidelidad de su esposa al sofá, razón por la cual decide venderlo. Así, ellos creen que los responsables del narco-consumo son los productores de narcóticos. Es como si culpáramos de nuestras borracheras a los fabricantes de licores.

Colombia siempre ha sido un chivo expiatorio de esta política; en el gobierno de Samper fuimos descertificados, una especie de “indictment”, que no es más que una acusación extra constitucional por parte de otro país. Esa política fue concebida para chantajear a los países subdesarrollados que, por efectos de una demanda garantizada y bien pagada, han creado unos poderosos carteles que tratan de satisfacer una necesidad no biológica y la ansiedad crónica del mundo desarrollado. En estos momentos comienza a hablarse en los EE.UU de una nueva descertificación con el argumento de que Colombia le ha dedicado más tiempo a los acuerdos de paz que a la erradicación de la planta de coca. Primero ellos y a los demás que se los coma el tigre. ¡Mandan huevo!

En aras de hacer una discusión razonable, se admite que el cultivo de narcóticos es altamente nocivo tanto para productores como para consumidores. Pero nosotros no inventamos ese negocio, este tiene patente en los países desarrollados. Nosotros somos víctimas de este flagelo y también grandes consumidores, hemos puesto los muertos, los extraditados y los presos; sus efectos son transversales porque nuestra clase dirigente ha sido tocada y deteriorada social y políticamente, las instituciones han colapsado y esto no tiene precio, el daño causado es irreversible.

Toda la prueba de la carga la ha aportado Colombia como país productor. Hemos hecho todo lo posible por combatir el narcotráfico por un plato de lentejas y por nuestra propia seguridad. Pero, ¿qué han hecho los EE.UU con todos los elementos militares, científicos, económicos y de inteligencia a su alcance? Le escuché decir al Mindefensa que por cada 44Tm de cocaína decomisada acá, ellos solo capturan una.

Entonces, ¿quién no ha hecho bien la tarea? El problema no es que Colombia no haya disminuido el número de hectáreas sembradas porque el día que lleguemos a cero Tm, la buscarán por otro lado, incluso, se autoabastecerían con la droga sintética que ellos mismos producen con mayor grado de destrucción como la heroína. Así operan las leyes del mercado que ellos han defendido por siglos. Reconocemos la preocupación que tienen por el alto consumo y las muertes anuales que tienen, pero las drogas más letales son las opiáceas no producidas acá; en los EE.UU una de cada diez personas es drogadicta, algo así como 36 millones, cifra equivalente a la población venezolana; esta es la mayor causa de muerte, anualmente mueren por este vicio alrededor de 60 mil personas, un problema de salud pública sin resolver en un país que sabe dónde está la mínima mancha de nuestro sistema solar. ¿Y qué pasa con sus carteles de acceso y distribución?

[email protected]

Por Luis Napoleón de Armas P.