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Columnista - 3 febrero, 2023

Los chupasangre

Buen presagio la cantidad de dolientes que le han aparecido a Emdupar. Interesante. Así somos los vallenatos ante la desgracia, solidarios.

Buen presagio la cantidad de dolientes que le han aparecido a Emdupar. Interesante. Así somos los vallenatos ante la desgracia, solidarios. El mismo alcalde Mello Castro, ya en las postrimerías de su mandato, pisa callos al formular su propio diagnóstico.   

Lo cierto es que la empresa de servicios públicos de Valledupar (EMDUPAR), no ha tenido dolientes, ni liderazgo; solo avaricia y pésimo servicio. Antes, la entidad era el referente nacional para otras empresas de servicio de acueducto; hoy es la caja menor del clientelismo oficial… y del clientelismo sindical.  

Muchos de mis esfuerzos, y los de otros vallenatos comprometidos con la ciudad, se han dilapidado. Como jefe de gabinete y luego como director de Espacio Urbano y Territorial del Ministerio de Vivienda lideré la materialización de importantes inversiones para la ciudad, como el alcantarillado pluvial, el acueducto de Patillal y los estudios con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la recuperación de la cuenca del río Cesar. 

Hoy, sin embargo, siento enterrados todos esos esfuerzos, porque desde la instancia nacional se pudo priorizar e invertir, pero la administración de tan importantes hitos está, por ley, en manos del ente territorial, esto es, de EMDUPAR. Imagínense: es como darles perlas a los cerdos.

EMDUPAR, antes motivo de orgullo, hoy se debate en una crisis, para muchos sin retorno. Emdupar está agónica, anémica, desangrada inmisericordemente. Dos vampiros insaciables chupan su sangre: por un lado, la ineficiencia corrupta de su estructura administrativa que utiliza a la entidad como caja menor del municipio, y por el otro, el sindicato de la empresa, que con sucesivas y lesivas convenciones laborales le da la estocada final, el jaque mate. Hasta la SDSP lo advierte y nos previene. Esa es la verdad monda y lironda. Las empresas se salvan con verdades, no con pañitos de agua tibia.

Soy amigo del sindicalismo, de ese sindicalismo que arrima su hombro para empujar su empresa, pero soy más amigo del pueblo, en especial cuando defiende su derecho fundamental al agua, o sea, a la vida.

Este capítulo de la convención colectiva debe ponerse sobre el tapete para su discusión abierta, desprevenida, sin prejuicios de ninguna naturaleza. Las ‘conquistas’ son escandalosas. Un empleado de la empresa hoy goza, además de su salario, de un bono en abril, prima en junio (fuera de la legal), bono en julio, bono en octubre, dos primas en diciembre y un bono de vacaciones. Obtiene también una “ayuda” para comprar pescado en semana santa y otra para la adquisición anual de lentes y monturas, sin siquiera presentar factura. Así, un empleado que gane 3 millones de pesos y se hubiere vinculado a la empresa un año antes de la pandemia, puede reclamar entre “bonos” y “auxilios” casi 50 millones de pesos adicionales a su salario. A esto súmele que la empresa opera hoy con tres veces más del número de empleados requeridos para su óptimo funcionamiento. 

Para una empresa boyante, vaya y venga. Pero para una anémica… nos debe llevar a reflexionar sobre si en verdad Emdupar le debe la vida al sindicato…o le debe la muerte lenta que padece. 

La privatización es otro prejuicio. Tan bien se ha manejado (¿manipulado?) a la opinión pública, que en el imaginario colectivo la privatización es el diablo, y por lo mismo debe proscribirse en cualquier negociación pública. Claro que ejemplos a tutiplén las deja mal paradas, en especial cuando se amangualan con los gobernantes para repartir coimas, caso de muchas tercerizaciones. Lo cuestionable aquí es la postura hipócrita que manejamos referente al empresario privado: por un lado, se le enaltece, considerándolo imprescindible para la generación de trabajo, empresa y desarrollo. Y por el otro se le sataniza, estimándose depredador social.   

Ahora bien, no nos echemos mentiras. Si se descarta la privatización directa, capaz de aportar los cerca de 100 mil millones de pesos que necesita Emdupar para operar, queda la privatización indirecta y anestesiada a través de la intervención de la SDSP, que a la postre conducirá a lo que ya sabemos: liquidación y privatización para recuperar el dinero invertido. 

¿Tal cual viene manejada, es viable Emdupar? No, con firmeza.  Manejada como una entidad del orden municipal, su fracaso ha sido rotundo. Ahí están los resultados, que dan grima. A juzgar por los mismos, los últimos mandatarios de Valledupar merecerían la pena de muerte más cadena perpetua. 

Ah, pero puede reestructurarse. ¿La actual estructura de poder permitiría renunciar a sus dos principales fuentes de desangre? ¿En una actitud noble, el sindicato estaría dispuesto a renunciar a sus onerosos privilegios? ¿Estarían dispuestos a reducir sus nóminas de personal en por lo menos un 50%? ¿La administración municipal estaría dispuesta a construir un gobierno corporativo, independiente? ¿Estaría el alcalde dispuesto a delegar en una comisión multidisciplinaria proba la negociación de potenciales tercerizaciones para garantizar los intereses colectivos y blindar la empresa de concesiones usureras?  

El futuro de Valledupar es nuestra perla. Ya saben a quién no hay que dársela.

Por Camilo Quiroz Hinojosa

Columnista
3 febrero, 2023

Los chupasangre

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Camilo Quiróz

Buen presagio la cantidad de dolientes que le han aparecido a Emdupar. Interesante. Así somos los vallenatos ante la desgracia, solidarios.


Buen presagio la cantidad de dolientes que le han aparecido a Emdupar. Interesante. Así somos los vallenatos ante la desgracia, solidarios. El mismo alcalde Mello Castro, ya en las postrimerías de su mandato, pisa callos al formular su propio diagnóstico.   

Lo cierto es que la empresa de servicios públicos de Valledupar (EMDUPAR), no ha tenido dolientes, ni liderazgo; solo avaricia y pésimo servicio. Antes, la entidad era el referente nacional para otras empresas de servicio de acueducto; hoy es la caja menor del clientelismo oficial… y del clientelismo sindical.  

Muchos de mis esfuerzos, y los de otros vallenatos comprometidos con la ciudad, se han dilapidado. Como jefe de gabinete y luego como director de Espacio Urbano y Territorial del Ministerio de Vivienda lideré la materialización de importantes inversiones para la ciudad, como el alcantarillado pluvial, el acueducto de Patillal y los estudios con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la recuperación de la cuenca del río Cesar. 

Hoy, sin embargo, siento enterrados todos esos esfuerzos, porque desde la instancia nacional se pudo priorizar e invertir, pero la administración de tan importantes hitos está, por ley, en manos del ente territorial, esto es, de EMDUPAR. Imagínense: es como darles perlas a los cerdos.

EMDUPAR, antes motivo de orgullo, hoy se debate en una crisis, para muchos sin retorno. Emdupar está agónica, anémica, desangrada inmisericordemente. Dos vampiros insaciables chupan su sangre: por un lado, la ineficiencia corrupta de su estructura administrativa que utiliza a la entidad como caja menor del municipio, y por el otro, el sindicato de la empresa, que con sucesivas y lesivas convenciones laborales le da la estocada final, el jaque mate. Hasta la SDSP lo advierte y nos previene. Esa es la verdad monda y lironda. Las empresas se salvan con verdades, no con pañitos de agua tibia.

Soy amigo del sindicalismo, de ese sindicalismo que arrima su hombro para empujar su empresa, pero soy más amigo del pueblo, en especial cuando defiende su derecho fundamental al agua, o sea, a la vida.

Este capítulo de la convención colectiva debe ponerse sobre el tapete para su discusión abierta, desprevenida, sin prejuicios de ninguna naturaleza. Las ‘conquistas’ son escandalosas. Un empleado de la empresa hoy goza, además de su salario, de un bono en abril, prima en junio (fuera de la legal), bono en julio, bono en octubre, dos primas en diciembre y un bono de vacaciones. Obtiene también una “ayuda” para comprar pescado en semana santa y otra para la adquisición anual de lentes y monturas, sin siquiera presentar factura. Así, un empleado que gane 3 millones de pesos y se hubiere vinculado a la empresa un año antes de la pandemia, puede reclamar entre “bonos” y “auxilios” casi 50 millones de pesos adicionales a su salario. A esto súmele que la empresa opera hoy con tres veces más del número de empleados requeridos para su óptimo funcionamiento. 

Para una empresa boyante, vaya y venga. Pero para una anémica… nos debe llevar a reflexionar sobre si en verdad Emdupar le debe la vida al sindicato…o le debe la muerte lenta que padece. 

La privatización es otro prejuicio. Tan bien se ha manejado (¿manipulado?) a la opinión pública, que en el imaginario colectivo la privatización es el diablo, y por lo mismo debe proscribirse en cualquier negociación pública. Claro que ejemplos a tutiplén las deja mal paradas, en especial cuando se amangualan con los gobernantes para repartir coimas, caso de muchas tercerizaciones. Lo cuestionable aquí es la postura hipócrita que manejamos referente al empresario privado: por un lado, se le enaltece, considerándolo imprescindible para la generación de trabajo, empresa y desarrollo. Y por el otro se le sataniza, estimándose depredador social.   

Ahora bien, no nos echemos mentiras. Si se descarta la privatización directa, capaz de aportar los cerca de 100 mil millones de pesos que necesita Emdupar para operar, queda la privatización indirecta y anestesiada a través de la intervención de la SDSP, que a la postre conducirá a lo que ya sabemos: liquidación y privatización para recuperar el dinero invertido. 

¿Tal cual viene manejada, es viable Emdupar? No, con firmeza.  Manejada como una entidad del orden municipal, su fracaso ha sido rotundo. Ahí están los resultados, que dan grima. A juzgar por los mismos, los últimos mandatarios de Valledupar merecerían la pena de muerte más cadena perpetua. 

Ah, pero puede reestructurarse. ¿La actual estructura de poder permitiría renunciar a sus dos principales fuentes de desangre? ¿En una actitud noble, el sindicato estaría dispuesto a renunciar a sus onerosos privilegios? ¿Estarían dispuestos a reducir sus nóminas de personal en por lo menos un 50%? ¿La administración municipal estaría dispuesta a construir un gobierno corporativo, independiente? ¿Estaría el alcalde dispuesto a delegar en una comisión multidisciplinaria proba la negociación de potenciales tercerizaciones para garantizar los intereses colectivos y blindar la empresa de concesiones usureras?  

El futuro de Valledupar es nuestra perla. Ya saben a quién no hay que dársela.

Por Camilo Quiroz Hinojosa