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Columnista - 12 marzo, 2020

Lo que por agua viene…

No sé quién dijo que la tercera guerra mundial sería por el agua. Somos el planeta azul, dicen los científicos, apenas una pequeña parte del agua es dulce, dicen otros. Si endulzamos el agua viene el sobrepeso, y el azúcar es malísima, pero Celia Cruz, aquella artista cubana, que en sus interpretaciones no gritaba cosa […]

No sé quién dijo que la tercera guerra mundial sería por el agua. Somos el planeta azul, dicen los científicos, apenas una pequeña parte del agua es dulce, dicen otros. Si endulzamos el agua viene el sobrepeso, y el azúcar es malísima, pero Celia Cruz, aquella artista cubana, que en sus interpretaciones no gritaba cosa distinta que … ¡Azúcar! Vaya a saber la presente generación quién fue Celia, dónde carajo queda Cuba y mucho menos qué es sobrepeso. Sobreprecio sí.

Celos, dulces y engorde. Y todo viene del agua. El caso de Valledupar, sus primeros cien días, sus alcaldes, además del show del comité de empalme, el Plan de desarrollo, algún disparate en elección de contralores y personeros, viene el tema de Emdupar, la empresa que presta el servicio de agua a los vallenatos. Todos, sin excepción encuentran una empresa quebrada, un esqueleto de empresa, unos clientes que llevan años sin pagar, unos contratos que llevan años en lo mismo, unos expertos que opinan con distintas frases, con tecnicismos jurídicos y económicos, con comparaciones de otras empresas similares, unos jefes de cada cosa, para cada cosa que enredan casa cosa, pero al final viven de la misma cosa, la cosa pública.

La cosa pública da celos, celos políticos en este caso. Cada alcalde con su gerente quiere pasar a la historia como El Salvador, pero nadie quiere pasar por ser el Hundidor. Húndelo todo, dice una champeta. El agua dulce de Emdupar es una cosa de locos, cada gerente después que termina su periodo tiene unas cifras tan contundentes y tan convincentes- según ellos- que no le dan el Premio Nobel de Economía por descuidados.

Pero al igual cada gerente, claro con guiño del alcalde, cambia regularmente al proveedor del cloro, una de las tantas venas rotas de la empresa, mejor dicho de los costos de la empresa. El cloro aclara el agua, elimina las potenciales bacterias, la hace potable, bebible, consumible, irresistible.

Claro, así salen los gerentes y los alcaldes luego de sus pasos por ahí, bebedores, consumidores e irresistibles. Y todo por el agua limpia, se hacen muchos cosas sucias, pero cosas al fin. Alguien debe hacer el trabajo sucio y no sé si por arte de magia escogen al mejor gerente para el tema. Así fue ayer, es hoy y será mañana, ahora con el virus de moda, el remedio es lavarse las manos, cualquiera piensa que el mensaje es para el ciudadano normal, pero el mensaje, algo subliminal, es para los gerentes de Emdupar. Hace Muchos años pasaron gerentes honestos por ahí, Heriberto Mendoza Vega, o Elías Ochoa Daza, me faltan dedos y memoria para recordar otros, tal vez existan.

¿Algunos recuerdan el bomba de La Gota fría? Según quienes probaron era la mejor agua del mundo. “Mi aceite del prado, mi agua Perier y mi camomila pa yo hacer un té, mi almohada, mi fiesta, mi traje, mi despertador, todo lo que tengo es tuyo. Así cantó Juan Luis Guerra en “Kitupum” una bachata. Con razón es la canción más repetida entre quienes reparten la torta cada cuatro años, cuando vemos el mismo espectáculo. Súbase a cualquier carro de los duros de Emdupar, y compruebe que siempre suena la misma bachata. Sencillo homenaje. Lo que por agua viene, por agua se va. ¿Vamos?

Créame, no asistí al último informe del actual alcalde, que es una especie de historia clínica de un paciente que muere y nace cada cuatrienio. Y para cerrar con vallenatos de mis nueve noches todavía me deben cuatro. Velas, muchas velas naranjas en tu renacer.

Columnista
12 marzo, 2020

Lo que por agua viene…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

No sé quién dijo que la tercera guerra mundial sería por el agua. Somos el planeta azul, dicen los científicos, apenas una pequeña parte del agua es dulce, dicen otros. Si endulzamos el agua viene el sobrepeso, y el azúcar es malísima, pero Celia Cruz, aquella artista cubana, que en sus interpretaciones no gritaba cosa […]


No sé quién dijo que la tercera guerra mundial sería por el agua. Somos el planeta azul, dicen los científicos, apenas una pequeña parte del agua es dulce, dicen otros. Si endulzamos el agua viene el sobrepeso, y el azúcar es malísima, pero Celia Cruz, aquella artista cubana, que en sus interpretaciones no gritaba cosa distinta que … ¡Azúcar! Vaya a saber la presente generación quién fue Celia, dónde carajo queda Cuba y mucho menos qué es sobrepeso. Sobreprecio sí.

Celos, dulces y engorde. Y todo viene del agua. El caso de Valledupar, sus primeros cien días, sus alcaldes, además del show del comité de empalme, el Plan de desarrollo, algún disparate en elección de contralores y personeros, viene el tema de Emdupar, la empresa que presta el servicio de agua a los vallenatos. Todos, sin excepción encuentran una empresa quebrada, un esqueleto de empresa, unos clientes que llevan años sin pagar, unos contratos que llevan años en lo mismo, unos expertos que opinan con distintas frases, con tecnicismos jurídicos y económicos, con comparaciones de otras empresas similares, unos jefes de cada cosa, para cada cosa que enredan casa cosa, pero al final viven de la misma cosa, la cosa pública.

La cosa pública da celos, celos políticos en este caso. Cada alcalde con su gerente quiere pasar a la historia como El Salvador, pero nadie quiere pasar por ser el Hundidor. Húndelo todo, dice una champeta. El agua dulce de Emdupar es una cosa de locos, cada gerente después que termina su periodo tiene unas cifras tan contundentes y tan convincentes- según ellos- que no le dan el Premio Nobel de Economía por descuidados.

Pero al igual cada gerente, claro con guiño del alcalde, cambia regularmente al proveedor del cloro, una de las tantas venas rotas de la empresa, mejor dicho de los costos de la empresa. El cloro aclara el agua, elimina las potenciales bacterias, la hace potable, bebible, consumible, irresistible.

Claro, así salen los gerentes y los alcaldes luego de sus pasos por ahí, bebedores, consumidores e irresistibles. Y todo por el agua limpia, se hacen muchos cosas sucias, pero cosas al fin. Alguien debe hacer el trabajo sucio y no sé si por arte de magia escogen al mejor gerente para el tema. Así fue ayer, es hoy y será mañana, ahora con el virus de moda, el remedio es lavarse las manos, cualquiera piensa que el mensaje es para el ciudadano normal, pero el mensaje, algo subliminal, es para los gerentes de Emdupar. Hace Muchos años pasaron gerentes honestos por ahí, Heriberto Mendoza Vega, o Elías Ochoa Daza, me faltan dedos y memoria para recordar otros, tal vez existan.

¿Algunos recuerdan el bomba de La Gota fría? Según quienes probaron era la mejor agua del mundo. “Mi aceite del prado, mi agua Perier y mi camomila pa yo hacer un té, mi almohada, mi fiesta, mi traje, mi despertador, todo lo que tengo es tuyo. Así cantó Juan Luis Guerra en “Kitupum” una bachata. Con razón es la canción más repetida entre quienes reparten la torta cada cuatro años, cuando vemos el mismo espectáculo. Súbase a cualquier carro de los duros de Emdupar, y compruebe que siempre suena la misma bachata. Sencillo homenaje. Lo que por agua viene, por agua se va. ¿Vamos?

Créame, no asistí al último informe del actual alcalde, que es una especie de historia clínica de un paciente que muere y nace cada cuatrienio. Y para cerrar con vallenatos de mis nueve noches todavía me deben cuatro. Velas, muchas velas naranjas en tu renacer.