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Columnista - 5 junio, 2023

Lo que no borró el desierto

A puertas de comenzar la Feria del Libro en esta ciudad, consulté la lista de los invitados y los principales títulos recomendados, y me encontré con la obra “Lo que no borró el desierto” de la escritora y periodista guajira Diana López Zuleta.

A puertas de comenzar la Feria del Libro en esta ciudad, consulté la lista de los invitados y los principales títulos recomendados, y me encontré con la obra “Lo que no borró el desierto” de la escritora y periodista guajira Diana López Zuleta.


En la carátula, además del título, se lee: “Así desenmascaré al asesino de mi padre”. Sin poderme resistir a la curiosidad adquirí la obra y de inmediato me sumergí en la narrativa que me trasladó a Barrancas (La Guajira), población que está a unos 90 kilómetros de esta ciudad, de donde es oriunda la autora.


Debo decir que me devoré el libro, pues es de esas historias que te atrapan, una cosa te lleva a la otra, y no puedes parar. Lo último que quisiera es resumirla en pocas palabras, pues se perdería el encanto y no es la idea. La idea es que usted la lea y se meta en esta cautivante historia. Una historia narrada con el rigor de una periodista estructurada, que a su corta edad le tocó presenciar el asesinato de Luis López Peralta, su padre, por cuenta de su adversario político, en otrora su “amigo de parranda”.


La obra describe con todo detalle la escena del crimen, el contexto, de tal manera que uno se imagina el desarrollo del insuceso, sin hacer el menor esfuerzo, como si lo estuviera viendo. Siente el disparo del arma asesina, la fuga del homicida, el llanto de sus hijos, en un orden cronológico impecable.
Comenta la autora, que en ocasiones tuvo que suspender el relato para llorar, pues venían a su mente los recuerdos de su padre, un padre amoroso al que amó entrañablemente, pero que desgraciadamente la violencia le arrebató. Esa misma violencia, que le ha dejado tantas viudas, huérfanos y que hace que sean los padres quienes sepulten a sus hijos y no al revés.


Diana se pregunta: “¿Quién y por qué habían matado a mi papá? Desde siempre me agobió esa pregunta. Nunca pude volver a estar tranquila. Nunca es tarde para la verdad”.
Terminada la última página del libro queda la sensación de que la historia es una mezcla de sentimientos de una niña, y el profesionalismo de una escritora que quiere contarnos los hechos, evitando por todos los medios, inspirar lástima.


El prólogo es de la actriz Margarita Rosa de Francisco, quien manifiesta haberse conocido con Diana, en un taller de escritura donde tuvieron la oportunidad de interactuar, y donde pudo conocer de primera mano el testimonio, crudo y descarnado, del asesinato de su padre.


La frase de cierre: “Hoy Barrancas es un pueblo arruinado, donde ni siquiera hay un buen alumbrado público por lo que sus calles permanecen oscuras. Tampoco hay agua potable, ni relleno sanitario, ni universidad, ni mercado. Lo único para mostrar es la vieja iglesia de la plaza”. Diana López Zuleta. Obra “Lo que no borró el desierto”.


Por: Darío Arregocés Baute / darioarregoces@hotmail.com

Columnista
5 junio, 2023

Lo que no borró el desierto

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

A puertas de comenzar la Feria del Libro en esta ciudad, consulté la lista de los invitados y los principales títulos recomendados, y me encontré con la obra “Lo que no borró el desierto” de la escritora y periodista guajira Diana López Zuleta.


A puertas de comenzar la Feria del Libro en esta ciudad, consulté la lista de los invitados y los principales títulos recomendados, y me encontré con la obra “Lo que no borró el desierto” de la escritora y periodista guajira Diana López Zuleta.


En la carátula, además del título, se lee: “Así desenmascaré al asesino de mi padre”. Sin poderme resistir a la curiosidad adquirí la obra y de inmediato me sumergí en la narrativa que me trasladó a Barrancas (La Guajira), población que está a unos 90 kilómetros de esta ciudad, de donde es oriunda la autora.


Debo decir que me devoré el libro, pues es de esas historias que te atrapan, una cosa te lleva a la otra, y no puedes parar. Lo último que quisiera es resumirla en pocas palabras, pues se perdería el encanto y no es la idea. La idea es que usted la lea y se meta en esta cautivante historia. Una historia narrada con el rigor de una periodista estructurada, que a su corta edad le tocó presenciar el asesinato de Luis López Peralta, su padre, por cuenta de su adversario político, en otrora su “amigo de parranda”.


La obra describe con todo detalle la escena del crimen, el contexto, de tal manera que uno se imagina el desarrollo del insuceso, sin hacer el menor esfuerzo, como si lo estuviera viendo. Siente el disparo del arma asesina, la fuga del homicida, el llanto de sus hijos, en un orden cronológico impecable.
Comenta la autora, que en ocasiones tuvo que suspender el relato para llorar, pues venían a su mente los recuerdos de su padre, un padre amoroso al que amó entrañablemente, pero que desgraciadamente la violencia le arrebató. Esa misma violencia, que le ha dejado tantas viudas, huérfanos y que hace que sean los padres quienes sepulten a sus hijos y no al revés.


Diana se pregunta: “¿Quién y por qué habían matado a mi papá? Desde siempre me agobió esa pregunta. Nunca pude volver a estar tranquila. Nunca es tarde para la verdad”.
Terminada la última página del libro queda la sensación de que la historia es una mezcla de sentimientos de una niña, y el profesionalismo de una escritora que quiere contarnos los hechos, evitando por todos los medios, inspirar lástima.


El prólogo es de la actriz Margarita Rosa de Francisco, quien manifiesta haberse conocido con Diana, en un taller de escritura donde tuvieron la oportunidad de interactuar, y donde pudo conocer de primera mano el testimonio, crudo y descarnado, del asesinato de su padre.


La frase de cierre: “Hoy Barrancas es un pueblo arruinado, donde ni siquiera hay un buen alumbrado público por lo que sus calles permanecen oscuras. Tampoco hay agua potable, ni relleno sanitario, ni universidad, ni mercado. Lo único para mostrar es la vieja iglesia de la plaza”. Diana López Zuleta. Obra “Lo que no borró el desierto”.


Por: Darío Arregocés Baute / darioarregoces@hotmail.com