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Columnista - 30 septiembre, 2017

Lo que nos deja la intolerancia

La intolerancia sin lugar a equívocos deja como resultado un flagelo de conflictos, animadversión, odio, rencor, incluso hasta la misma muerte. Un ejemplo que ilustra lo aquí afirmado, lo constituye el enfrentamiento verbal y físico entre familias, vecinos, pandillas, estudiantes y demás gremios antagónicos que optan por dejarse arrastrar por la impetuosidad fuera de control […]

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La intolerancia sin lugar a equívocos deja como resultado un flagelo de conflictos, animadversión, odio, rencor, incluso hasta la misma muerte. Un ejemplo que ilustra lo aquí afirmado, lo constituye el enfrentamiento verbal y físico entre familias, vecinos, pandillas, estudiantes y demás gremios antagónicos que optan por dejarse arrastrar por la impetuosidad fuera de control y casi irracional de quienes no son capaces de reflexionar antes de actuar.

Cuanto hablamos de tolerancia, nos referimos a un escenario virtuoso, donde el poder de la cultura sana se impone ante cualquier acto violento; resaltamos aquí como ejemplo a ese ser humano pacifico, que usa la palabra como herramienta para persuadir sin ninguna clase de retórica violenta; a esa mujer y hombre con ese molde se requieren como protagonistas en esta sociedad lo más pronto posible. Casos donde impera la intolerancia se encuentran en las relaciones de pareja por el maltrato, la patanería que ocurre allí. Decía un filósofo: Saber tolerar es saber perdonar, saber callar, saber actuar; ser sabio en el rol de las actuaciones pequeñas o grandes. Actuemos de esta manera.

Bajo estas circunstancias expresamos que en Colombia subyace una preocupación histórica que se ha centrado en la intolerancia de la juventud; formación que hace tránsito en la guerra de la incultura del discurso soez y vulgar; esta articulación educativa existente y muy de boga a nivel global exige apropiar criterios de reflexión y análisis que nos permitan constituir una cultura de mayor arraigo en valores éticos y morales; la ausencia de estos dos factores tan imprescindibles hace que el liderazgo sea asumido por la intolerancia y como tal la generación de un movimiento tosco y altanero.

¿Qué debemos hacer ante tanta intolerancia? Debemos sincronizar esfuerzos en el equilibrio mental, emocional y físico de nuestras actuaciones, para que el resultado de ello no sea el trama de una novela siniestra, que conlleve a la desgracia; antes por el contrario que la tolerancia nos permita la creación de un diálogo ameno, elegante, sabroso, enriquecedor, DONDE EL RESPETO BRILLE POR DOQUIER; hecho que debe adquirir y es con urgencia particular relevancia a través del Ministerio de Educación Nacional, ente estatal que debe priorizar razones de principios como de consecuencias e incorporar en su agenda un proceso de enseñanza y aprendizaje, que como un espacio de encuentro y convivencia, todos con seriedad y pertenencia debemos orbitar respetándonos.

¿Qué nos deja la intolerancia? Sin duda, la intolerancia enceguece y embrutece y a muchos les hace perder la razón. ¿Queremos paz? Seamos tolerantes, cada día bajemos el tono y la agresividad de nuestras actuaciones en la familia, calle, barrio, colegio, universidad, trabajo…. Hagámosle el quite a la justicia por propia mano; desarraiguémosla de nuestras mentes; creamos en la justicia institucional. Es posible que estemos imitando prototipos, que giran alrededor nuestro, con argumentos falsos. Basta ya de tanta publicidad amarillista, violenta; películas baratas que son solo artífice o modelos de violencia, y que los órganos de control no toman medidas correctivas, a sabiendas que están causando daño. Cambiemos de modelo de inspiración, seamos genuinos, auténticos no nos dejemos llevar por esos mensajes triviales, sin importancia. Si el fruto resultó podrido, tenemos que sembrar de nuevo una mejor semilla, abonándola y regándola constantemente; del abono y riego actual no se le debe seguir suministrando

[email protected]

POR: JAIRO FRANCO SALAS

Columnista
30 septiembre, 2017

Lo que nos deja la intolerancia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Franco Salas

La intolerancia sin lugar a equívocos deja como resultado un flagelo de conflictos, animadversión, odio, rencor, incluso hasta la misma muerte. Un ejemplo que ilustra lo aquí afirmado, lo constituye el enfrentamiento verbal y físico entre familias, vecinos, pandillas, estudiantes y demás gremios antagónicos que optan por dejarse arrastrar por la impetuosidad fuera de control […]


La intolerancia sin lugar a equívocos deja como resultado un flagelo de conflictos, animadversión, odio, rencor, incluso hasta la misma muerte. Un ejemplo que ilustra lo aquí afirmado, lo constituye el enfrentamiento verbal y físico entre familias, vecinos, pandillas, estudiantes y demás gremios antagónicos que optan por dejarse arrastrar por la impetuosidad fuera de control y casi irracional de quienes no son capaces de reflexionar antes de actuar.

Cuanto hablamos de tolerancia, nos referimos a un escenario virtuoso, donde el poder de la cultura sana se impone ante cualquier acto violento; resaltamos aquí como ejemplo a ese ser humano pacifico, que usa la palabra como herramienta para persuadir sin ninguna clase de retórica violenta; a esa mujer y hombre con ese molde se requieren como protagonistas en esta sociedad lo más pronto posible. Casos donde impera la intolerancia se encuentran en las relaciones de pareja por el maltrato, la patanería que ocurre allí. Decía un filósofo: Saber tolerar es saber perdonar, saber callar, saber actuar; ser sabio en el rol de las actuaciones pequeñas o grandes. Actuemos de esta manera.

Bajo estas circunstancias expresamos que en Colombia subyace una preocupación histórica que se ha centrado en la intolerancia de la juventud; formación que hace tránsito en la guerra de la incultura del discurso soez y vulgar; esta articulación educativa existente y muy de boga a nivel global exige apropiar criterios de reflexión y análisis que nos permitan constituir una cultura de mayor arraigo en valores éticos y morales; la ausencia de estos dos factores tan imprescindibles hace que el liderazgo sea asumido por la intolerancia y como tal la generación de un movimiento tosco y altanero.

¿Qué debemos hacer ante tanta intolerancia? Debemos sincronizar esfuerzos en el equilibrio mental, emocional y físico de nuestras actuaciones, para que el resultado de ello no sea el trama de una novela siniestra, que conlleve a la desgracia; antes por el contrario que la tolerancia nos permita la creación de un diálogo ameno, elegante, sabroso, enriquecedor, DONDE EL RESPETO BRILLE POR DOQUIER; hecho que debe adquirir y es con urgencia particular relevancia a través del Ministerio de Educación Nacional, ente estatal que debe priorizar razones de principios como de consecuencias e incorporar en su agenda un proceso de enseñanza y aprendizaje, que como un espacio de encuentro y convivencia, todos con seriedad y pertenencia debemos orbitar respetándonos.

¿Qué nos deja la intolerancia? Sin duda, la intolerancia enceguece y embrutece y a muchos les hace perder la razón. ¿Queremos paz? Seamos tolerantes, cada día bajemos el tono y la agresividad de nuestras actuaciones en la familia, calle, barrio, colegio, universidad, trabajo…. Hagámosle el quite a la justicia por propia mano; desarraiguémosla de nuestras mentes; creamos en la justicia institucional. Es posible que estemos imitando prototipos, que giran alrededor nuestro, con argumentos falsos. Basta ya de tanta publicidad amarillista, violenta; películas baratas que son solo artífice o modelos de violencia, y que los órganos de control no toman medidas correctivas, a sabiendas que están causando daño. Cambiemos de modelo de inspiración, seamos genuinos, auténticos no nos dejemos llevar por esos mensajes triviales, sin importancia. Si el fruto resultó podrido, tenemos que sembrar de nuevo una mejor semilla, abonándola y regándola constantemente; del abono y riego actual no se le debe seguir suministrando

[email protected]

POR: JAIRO FRANCO SALAS