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Columnista - 17 septiembre, 2018

Lo imprescindible

En septiembre del 2017, hace un año, la conferencia más esperada de la XIII Jornada de la Industria y Comercio Exterior celebrada en Paraná fue la del gran Santiago Kovadloff. El docente, ensayista y poeta recibió todos los aplausos de un auditorio de industriales y políticos que se levantaron a ovacionarlo como, dijo la prensa […]

En septiembre del 2017, hace un año, la conferencia más esperada de la XIII Jornada de la Industria y Comercio Exterior celebrada en Paraná fue la del gran Santiago Kovadloff. El docente, ensayista y poeta recibió todos los aplausos de un auditorio de industriales y políticos que se levantaron a ovacionarlo como, dijo la prensa argentina en su momento, cuando se aplaude a un artista. En su disertación trajo a cuento una de las más estupendas anécdotas epistolares entre el general San Martín y Pueyrredón. No tenía San Marín mayor apoyo en su ideal de nación en contra del feudalismo dominante, pero encontró en Pueyrredón uno de sus aliados en la construcción del determinante ejército de los Andes. En una carta Peyrredón le envía la lista de lo que pudo conseguirle para dotar al ejército, pidiéndole que no tuviera ninguna otra demanda porque lo que él pensaba hacer era imposible. El general San Martín, le responde agradeciéndole por el envío y diciéndole que sin duda él tiene la razón, que lo que pretende hacer es imposible, pero que es imprescindible.

Entonces Kovadloff habló de lo imprescindible que resultaba la democracia republicana porque conciliaba la ética con la ley, el derecho propio con el deber colectivo, la educación con el desarrollo, la no explotación de la pobreza como recurso político. Habló, ayer como hoy, de lo imprescindible que era todo esto y señaló que la fortaleza política se mide por su dignidad intrínseca. ¿Cuál es esta dignidad? La que le da la certeza al líder de que por fuera de ese ideal no tiene interés en vivir porque no se trata de durar en la vida, sino de desplegar proyectos de la mayor dignidad y eso nada tiene que ver con la duración. Entonces dijo, como una sentencia, lo que para mí constituye la nuez de su exposición, el llamado de atención más retador: Hacer lo posible no es cosa de valientes, hacer lo imprescindible es cosa de valientes.

Creo que el país clama por lo imprescindible, hoy como siempre, pero algo ha cambiado en la manera de ese reclamo para evidenciar lo que realmente no puede dejarse atrás, incluso pueda que empiecen a tratarse como menores ciertos asuntos de la cotidianidad política en la que hemos estado enfrascados para que aparezcan los imprescindibles: la educación, la fuerza colectiva, la exigencia sobre el cumplimiento del deber por parte de los actores políticos y el sometimiento a la ley por parte de quienes la han violado, la lucha contra la corrupción, la dignidad de la infancia, por poner algunos ejemplos, la vida en paz. Pero de nada vale el clamor ciudadano sino se encuentra con un San Martín, con uno que tiene un ideal, un valiente que empiece a hacer lo imprescindible.

Por María Angélica Pumarejo

Columnista
17 septiembre, 2018

Lo imprescindible

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
María Angélica Pumarejo

En septiembre del 2017, hace un año, la conferencia más esperada de la XIII Jornada de la Industria y Comercio Exterior celebrada en Paraná fue la del gran Santiago Kovadloff. El docente, ensayista y poeta recibió todos los aplausos de un auditorio de industriales y políticos que se levantaron a ovacionarlo como, dijo la prensa […]


En septiembre del 2017, hace un año, la conferencia más esperada de la XIII Jornada de la Industria y Comercio Exterior celebrada en Paraná fue la del gran Santiago Kovadloff. El docente, ensayista y poeta recibió todos los aplausos de un auditorio de industriales y políticos que se levantaron a ovacionarlo como, dijo la prensa argentina en su momento, cuando se aplaude a un artista. En su disertación trajo a cuento una de las más estupendas anécdotas epistolares entre el general San Martín y Pueyrredón. No tenía San Marín mayor apoyo en su ideal de nación en contra del feudalismo dominante, pero encontró en Pueyrredón uno de sus aliados en la construcción del determinante ejército de los Andes. En una carta Peyrredón le envía la lista de lo que pudo conseguirle para dotar al ejército, pidiéndole que no tuviera ninguna otra demanda porque lo que él pensaba hacer era imposible. El general San Martín, le responde agradeciéndole por el envío y diciéndole que sin duda él tiene la razón, que lo que pretende hacer es imposible, pero que es imprescindible.

Entonces Kovadloff habló de lo imprescindible que resultaba la democracia republicana porque conciliaba la ética con la ley, el derecho propio con el deber colectivo, la educación con el desarrollo, la no explotación de la pobreza como recurso político. Habló, ayer como hoy, de lo imprescindible que era todo esto y señaló que la fortaleza política se mide por su dignidad intrínseca. ¿Cuál es esta dignidad? La que le da la certeza al líder de que por fuera de ese ideal no tiene interés en vivir porque no se trata de durar en la vida, sino de desplegar proyectos de la mayor dignidad y eso nada tiene que ver con la duración. Entonces dijo, como una sentencia, lo que para mí constituye la nuez de su exposición, el llamado de atención más retador: Hacer lo posible no es cosa de valientes, hacer lo imprescindible es cosa de valientes.

Creo que el país clama por lo imprescindible, hoy como siempre, pero algo ha cambiado en la manera de ese reclamo para evidenciar lo que realmente no puede dejarse atrás, incluso pueda que empiecen a tratarse como menores ciertos asuntos de la cotidianidad política en la que hemos estado enfrascados para que aparezcan los imprescindibles: la educación, la fuerza colectiva, la exigencia sobre el cumplimiento del deber por parte de los actores políticos y el sometimiento a la ley por parte de quienes la han violado, la lucha contra la corrupción, la dignidad de la infancia, por poner algunos ejemplos, la vida en paz. Pero de nada vale el clamor ciudadano sino se encuentra con un San Martín, con uno que tiene un ideal, un valiente que empiece a hacer lo imprescindible.

Por María Angélica Pumarejo