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Columnista - 19 junio, 2015

Llanto en la región

No hay una explicación lógica o sensata de lo que está ocurriendo en los departamentos de La Guajira y el Cesar, que a pesar de tener las riquezas más importantes de Colombia, la mayoría de sus poblaciones viven en condiciones extremas de pobreza; alguna voz dijo “que era una fiel copia de los países más […]

No hay una explicación lógica o sensata de lo que está ocurriendo en los departamentos de La Guajira y el Cesar, que a pesar de tener las riquezas más importantes de Colombia, la mayoría de sus poblaciones viven en condiciones extremas de pobreza; alguna voz dijo “que era una fiel copia de los países más desolados de África”, siendo sus niños los que lleven la peor parte, muerte por física hambre.

De esta orfandad de liderazgo para erradicar este vergonzoso flagelo, auspiciado por la corrupción de los políticos regionales, los únicos que levantaron su voz en contra de esta crisis humanitaria fueron los músicos del folclor vallenato, sus compositores y cantores campesinos que viven y comparten estas condiciones infrahumanas de vida y que gracias a la música algunos superaron esta condición.
“Yo soy un hombre que emprendió un camino y por donde pasa se encuentra la miseria, soy un grito, soy una queja, soy un suspiro”, dijo Leandro Díaz cuando le tocó salir hace 70 años de Alto Pino, región guajira que se debatía y sigue en la indigencia ante la carencia total de lo más elemental para subsistir; estamos peor a esa época, lo denunció al mundo en su canción ‘Soy’.

Ante la ausencia de políticas para saciar esta hambruna, que nos avergüenza ante el mundo, los compositores del vallenato siguieron siendo la conciencia crítica de estos males que hoy están acentuados en la península guajira y el Cesar; Alberto Murgas Peñaloza lo dijo hace 40 años en su canto ‘Grito en La Guajira’: “En el norte de Colombia, ampliamente en La Guajira, es notable la zozobra y la angustia que domina”.
Uno de los compositores más punzantes, conocedor de primera mano de este drama, por venir de la región donde es más aguda esta crisis, Romualdo Brito López, dijo con versos precisos, en su canto ‘El Indio’: “Compadre yo soy el indio, que tiene todo y no tiene nada”.

Estas denuncias de los compositores han sido inútiles, no han tenido receptividad y mucho menos eco ante los entes competentes para mejorar este dolo; Hernando Marín lo pregonó en ‘La Ley del Embudo’: “Lo Ancho pa’ ellos y lo angosto pa’ uno”.
La industria musical vetó a los compositores protestas, los únicos que denunciaban la pobreza; hemos quedado huérfanos de estos voceros.
Los cantantes que lideran el negocio de la música vallenata no tienen ninguna sensibilidad con este horror; hay artistas del folclor que se nutren económicamente de la región, pero viven en el norte, ausentes de estos problemas y hablan de orgullo guajiro falazmente.

Las víctimas los llevaron a saborear las mieles del triunfo, gestos que no agradecen con campañas o fundaciones para captar recursos de toda procedencia e índole para mitigar su sed y hambre, como sí lo hacen cantantes de otras latitudes con los desvalidos.
A La Guajira y al Cesar los ata la cultura musical y umbilicalmente nos unen problemas de sed, hambre y miseria, ampliamente denunciados por los juglares.

Columnista
19 junio, 2015

Llanto en la región

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

No hay una explicación lógica o sensata de lo que está ocurriendo en los departamentos de La Guajira y el Cesar, que a pesar de tener las riquezas más importantes de Colombia, la mayoría de sus poblaciones viven en condiciones extremas de pobreza; alguna voz dijo “que era una fiel copia de los países más […]


No hay una explicación lógica o sensata de lo que está ocurriendo en los departamentos de La Guajira y el Cesar, que a pesar de tener las riquezas más importantes de Colombia, la mayoría de sus poblaciones viven en condiciones extremas de pobreza; alguna voz dijo “que era una fiel copia de los países más desolados de África”, siendo sus niños los que lleven la peor parte, muerte por física hambre.

De esta orfandad de liderazgo para erradicar este vergonzoso flagelo, auspiciado por la corrupción de los políticos regionales, los únicos que levantaron su voz en contra de esta crisis humanitaria fueron los músicos del folclor vallenato, sus compositores y cantores campesinos que viven y comparten estas condiciones infrahumanas de vida y que gracias a la música algunos superaron esta condición.
“Yo soy un hombre que emprendió un camino y por donde pasa se encuentra la miseria, soy un grito, soy una queja, soy un suspiro”, dijo Leandro Díaz cuando le tocó salir hace 70 años de Alto Pino, región guajira que se debatía y sigue en la indigencia ante la carencia total de lo más elemental para subsistir; estamos peor a esa época, lo denunció al mundo en su canción ‘Soy’.

Ante la ausencia de políticas para saciar esta hambruna, que nos avergüenza ante el mundo, los compositores del vallenato siguieron siendo la conciencia crítica de estos males que hoy están acentuados en la península guajira y el Cesar; Alberto Murgas Peñaloza lo dijo hace 40 años en su canto ‘Grito en La Guajira’: “En el norte de Colombia, ampliamente en La Guajira, es notable la zozobra y la angustia que domina”.
Uno de los compositores más punzantes, conocedor de primera mano de este drama, por venir de la región donde es más aguda esta crisis, Romualdo Brito López, dijo con versos precisos, en su canto ‘El Indio’: “Compadre yo soy el indio, que tiene todo y no tiene nada”.

Estas denuncias de los compositores han sido inútiles, no han tenido receptividad y mucho menos eco ante los entes competentes para mejorar este dolo; Hernando Marín lo pregonó en ‘La Ley del Embudo’: “Lo Ancho pa’ ellos y lo angosto pa’ uno”.
La industria musical vetó a los compositores protestas, los únicos que denunciaban la pobreza; hemos quedado huérfanos de estos voceros.
Los cantantes que lideran el negocio de la música vallenata no tienen ninguna sensibilidad con este horror; hay artistas del folclor que se nutren económicamente de la región, pero viven en el norte, ausentes de estos problemas y hablan de orgullo guajiro falazmente.

Las víctimas los llevaron a saborear las mieles del triunfo, gestos que no agradecen con campañas o fundaciones para captar recursos de toda procedencia e índole para mitigar su sed y hambre, como sí lo hacen cantantes de otras latitudes con los desvalidos.
A La Guajira y al Cesar los ata la cultura musical y umbilicalmente nos unen problemas de sed, hambre y miseria, ampliamente denunciados por los juglares.