Para nadie es un secreto que las mujeres han tenido un papel menos preponderante que los hombres en la música vallenata, pero desde la década del 60 ellas vienen abriéndose camino con Rita Fernández y Cecilia Meza en aquella agrupación que se llamó ‘Las Universitarias’, y luego vendrían vocalistas como Ludys De la Ossa, Yolandita […]
Para nadie es un secreto que las mujeres han tenido un papel menos preponderante que los hombres en la música vallenata, pero desde la década del 60 ellas vienen abriéndose camino con Rita Fernández y Cecilia Meza en aquella agrupación que se llamó ‘Las Universitarias’, y luego vendrían vocalistas como Ludys De la Ossa, Yolandita y Estela Durán Escalona; acordeoneras como Graciela ‘Chela’ Ceballos, Madeleine Bolaño y Maribel Cortina, quien al lado de la gran Patricia Teherán tal vez fueron las féminas que tomaron la iniciativa de compartir una tarima con reconocidos músicos vallenatos.
No olvidemos que la mayoría de los cantantes y acordeoneros vallenatos en sus comienzos cuando subían a las tarimas eran poco expresivos, y casi que se limitaban a interpretar sus instrumentos o cantar, e inclusive, había músicos que se mantenían casi estáticos frente al micrófono.
Las coreografías fueron adoptadas de otros géneros, especialmente de las orquestas tropicales, y tal vez fueron Los Corraleros de Majagual los pioneros, de allí nacen músicos con mayor movilidad y expresión corporal en las tarimas como Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa y Aníbal Velásquez.
En tiempos modernos del género vallenato, y hablando ya de cantantes, Diomedes Díaz fue el abanderado del histrionismo en su mayor esplendor, eso lo disparó al éxito y lo alejó de los demás, lo cual ha sido canalizado y mejorado por artistas como Carlos Vives y Silvestre Dangond, entre otros.
Recientemente, hemos visto en su mayor esplendor y auge a las mujeres en la música vallenata, tanto en el canto como en el acordeón. Ahora, ellas compiten sin limitaciones con los hombres en una tarima, y como es lógico, para ello no sólo se requiere tener una buena voz o interpretar bien el acordeón.
El público espera en una presentación en vivo que los artistas, independientemente de si es hombre o mujer, no solo cante o toque, sino que presente algún show, que haya un valor agregado a la letra y música de la canción que escuchamos, por eso pagamos para ver a nuestros artistas en vivo.
El machismo desmedido que aún impera en nuestro medio se manifiesta en críticas insensatas, como escandalizarse porque una hermosa mujer que tiene una maravillosa voz quiera mostrar sus dotes de sensualidad y buena bailadora en sus presentaciones en vivo.
Es inconcebible que en estos tiempos armemos un escándalo porque la exitosa cantante Ana Del Castillo, en una de sus presentaciones en vivo realizada en la caseta ‘Los Tamarindos’ de Valledupar haya bailado en tarima al ritmo de champeta la canción Rica y Apretadita.
Sin duda, la inmoralidad es relativa, lo mínimo que debemos aceptar es que las mujeres en tarima tienen todo el derecho de manifestar sus dotes histriónicas y sensuales sin que se les pretenda discriminar y tildar de vulgares.
COLOFÓN: En el arte y en la música vallenata la doble moral también pulula en Colombia.
Para nadie es un secreto que las mujeres han tenido un papel menos preponderante que los hombres en la música vallenata, pero desde la década del 60 ellas vienen abriéndose camino con Rita Fernández y Cecilia Meza en aquella agrupación que se llamó ‘Las Universitarias’, y luego vendrían vocalistas como Ludys De la Ossa, Yolandita […]
Para nadie es un secreto que las mujeres han tenido un papel menos preponderante que los hombres en la música vallenata, pero desde la década del 60 ellas vienen abriéndose camino con Rita Fernández y Cecilia Meza en aquella agrupación que se llamó ‘Las Universitarias’, y luego vendrían vocalistas como Ludys De la Ossa, Yolandita y Estela Durán Escalona; acordeoneras como Graciela ‘Chela’ Ceballos, Madeleine Bolaño y Maribel Cortina, quien al lado de la gran Patricia Teherán tal vez fueron las féminas que tomaron la iniciativa de compartir una tarima con reconocidos músicos vallenatos.
No olvidemos que la mayoría de los cantantes y acordeoneros vallenatos en sus comienzos cuando subían a las tarimas eran poco expresivos, y casi que se limitaban a interpretar sus instrumentos o cantar, e inclusive, había músicos que se mantenían casi estáticos frente al micrófono.
Las coreografías fueron adoptadas de otros géneros, especialmente de las orquestas tropicales, y tal vez fueron Los Corraleros de Majagual los pioneros, de allí nacen músicos con mayor movilidad y expresión corporal en las tarimas como Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa y Aníbal Velásquez.
En tiempos modernos del género vallenato, y hablando ya de cantantes, Diomedes Díaz fue el abanderado del histrionismo en su mayor esplendor, eso lo disparó al éxito y lo alejó de los demás, lo cual ha sido canalizado y mejorado por artistas como Carlos Vives y Silvestre Dangond, entre otros.
Recientemente, hemos visto en su mayor esplendor y auge a las mujeres en la música vallenata, tanto en el canto como en el acordeón. Ahora, ellas compiten sin limitaciones con los hombres en una tarima, y como es lógico, para ello no sólo se requiere tener una buena voz o interpretar bien el acordeón.
El público espera en una presentación en vivo que los artistas, independientemente de si es hombre o mujer, no solo cante o toque, sino que presente algún show, que haya un valor agregado a la letra y música de la canción que escuchamos, por eso pagamos para ver a nuestros artistas en vivo.
El machismo desmedido que aún impera en nuestro medio se manifiesta en críticas insensatas, como escandalizarse porque una hermosa mujer que tiene una maravillosa voz quiera mostrar sus dotes de sensualidad y buena bailadora en sus presentaciones en vivo.
Es inconcebible que en estos tiempos armemos un escándalo porque la exitosa cantante Ana Del Castillo, en una de sus presentaciones en vivo realizada en la caseta ‘Los Tamarindos’ de Valledupar haya bailado en tarima al ritmo de champeta la canción Rica y Apretadita.
Sin duda, la inmoralidad es relativa, lo mínimo que debemos aceptar es que las mujeres en tarima tienen todo el derecho de manifestar sus dotes histriónicas y sensuales sin que se les pretenda discriminar y tildar de vulgares.
COLOFÓN: En el arte y en la música vallenata la doble moral también pulula en Colombia.