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Columnista - 25 mayo, 2019

La verdad sobre el clima (ii)

Además de los factores institucionales que han obstaculizado una temprana acción, el poder de la industria, el auge de la política del dinero y la inercia burocrática: nosotros nunca creíamos realmente en las terribles advertencias de los científicos. El optimismo irracional es una de las mayores virtudes de la humanidad y, a la vez, una […]

Además de los factores institucionales que han obstaculizado una temprana acción, el poder de la industria, el auge de la política del dinero y la inercia burocrática: nosotros nunca creíamos realmente en las terribles advertencias de los científicos. El optimismo irracional es una de las mayores virtudes de la humanidad y, a la vez, una de sus debilidades más peligrosas. Primo Levi (Escritor Italiano de origen Judio Sefardi) cita un viejo proverbio alemán que sintetiza nuestra resistencia a los consejos científicos: “Las cosas cuya existencia no es moralmente posible no pueden existir”. En el pasado, los informes climatológicos a menudo han adoptado un tono tan apocalíptico que ha generado que el publico los reciba con cierto cansancio. Sin embargo, el cambio climático ocupa una posición única entre las amenazas ambientales por que su riesgo han sido sistemáticamente subestimados tanto por los activistas ambientales como por la mayoría de los científicos, al menos hasta hace poco tiempo. Los activistas, gente naturalmente optimista, se han demorado en aceptar las consecuencias de los datos científicos y se preocupan por no inmovilizar al publico atemorizándolo demasiado con un crecimiento de las emanaciones globales de gases de efecto invernadero que excede ahora las perspectivas más pesimistas de hace algunos años, y con la expectativa de que pronto hemos de superar puntos sin retorno que han de desencadenar cambio irreversibles en el clima, resulta evidente que los Casandras (los que profetizan) los pesimistas del calentamiento global, estaban en lo cierto, y que los pollyannas (los optimistas) estaban equivocados. En la mitología griega, Apolo otorgo a Casandra el don de la profecía, pero cuando ella no correspondió a su amor, Apolo hizo pasar sobre ella una maldición: Que no se daría crédito a sus profecías. Se cree que los climatólogos, quienes durante dos décadas han estado emitiendo advertencias acerca del calentamiento global y de su incidencia a veces deben sentirse como Casandras maldecidas por Apolo, y mucho más ahora. Durante los últimos años han aparecido muchos libros e informes que explican cuán desastroso luce el futuro y cuán poco tiempo nos queda para actuar. Nosotros en nuestros escritos expresamos porque hemos ignorados esas alertas y las flaquesas de la especie humana de la obcecación de nuestra instituciones y predisposiciones psicológicas que nos han puesto en el camino de la autodestrucción.

*Especialista en Gestión Ambiental

Columnista
25 mayo, 2019

La verdad sobre el clima (ii)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Además de los factores institucionales que han obstaculizado una temprana acción, el poder de la industria, el auge de la política del dinero y la inercia burocrática: nosotros nunca creíamos realmente en las terribles advertencias de los científicos. El optimismo irracional es una de las mayores virtudes de la humanidad y, a la vez, una […]


Además de los factores institucionales que han obstaculizado una temprana acción, el poder de la industria, el auge de la política del dinero y la inercia burocrática: nosotros nunca creíamos realmente en las terribles advertencias de los científicos. El optimismo irracional es una de las mayores virtudes de la humanidad y, a la vez, una de sus debilidades más peligrosas. Primo Levi (Escritor Italiano de origen Judio Sefardi) cita un viejo proverbio alemán que sintetiza nuestra resistencia a los consejos científicos: “Las cosas cuya existencia no es moralmente posible no pueden existir”. En el pasado, los informes climatológicos a menudo han adoptado un tono tan apocalíptico que ha generado que el publico los reciba con cierto cansancio. Sin embargo, el cambio climático ocupa una posición única entre las amenazas ambientales por que su riesgo han sido sistemáticamente subestimados tanto por los activistas ambientales como por la mayoría de los científicos, al menos hasta hace poco tiempo. Los activistas, gente naturalmente optimista, se han demorado en aceptar las consecuencias de los datos científicos y se preocupan por no inmovilizar al publico atemorizándolo demasiado con un crecimiento de las emanaciones globales de gases de efecto invernadero que excede ahora las perspectivas más pesimistas de hace algunos años, y con la expectativa de que pronto hemos de superar puntos sin retorno que han de desencadenar cambio irreversibles en el clima, resulta evidente que los Casandras (los que profetizan) los pesimistas del calentamiento global, estaban en lo cierto, y que los pollyannas (los optimistas) estaban equivocados. En la mitología griega, Apolo otorgo a Casandra el don de la profecía, pero cuando ella no correspondió a su amor, Apolo hizo pasar sobre ella una maldición: Que no se daría crédito a sus profecías. Se cree que los climatólogos, quienes durante dos décadas han estado emitiendo advertencias acerca del calentamiento global y de su incidencia a veces deben sentirse como Casandras maldecidas por Apolo, y mucho más ahora. Durante los últimos años han aparecido muchos libros e informes que explican cuán desastroso luce el futuro y cuán poco tiempo nos queda para actuar. Nosotros en nuestros escritos expresamos porque hemos ignorados esas alertas y las flaquesas de la especie humana de la obcecación de nuestra instituciones y predisposiciones psicológicas que nos han puesto en el camino de la autodestrucción.

*Especialista en Gestión Ambiental