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Columnista - 8 septiembre, 2019

La verdad silenciada

Después de “pruebas” y acusaciones, como si aquello no fuera un debate sino un juicio, fue vergonzosa la actitud de los senadores Robledo y López, citantes del debate sobre la corrupción de Odebrecht, para impedirle hablar a Óscar Iván Zuluaga. Óscar Iván se presenta con el ánimo resuelto de hacerlo, para lo cual se requería […]

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Después de “pruebas” y acusaciones, como si aquello no fuera un debate sino un juicio, fue vergonzosa la actitud de los senadores Robledo y López, citantes del debate sobre la corrupción de Odebrecht, para impedirle hablar a Óscar Iván Zuluaga.

Óscar Iván se presenta con el ánimo resuelto de hacerlo, para lo cual se requería decretar sesión informal a partir de una votación que arroja mayoría aprobatoria; pero surge un impedimento inesperado: faltaban los citantes, que desaparecieron para impedir la sesión informal.

¿Acaso temían confrontar “su verdad” con la de Oscar Iván? ¿Por qué silenciarlo? Sin duda, sus argumentos eran espurios y, ante la inesperada presencia de su presa, prefirieron “volarse” y dejar sus acusaciones en punta, pues “de la calumnia algo queda”.

Aquello no fue un debate de control político, sino un “juicio” que encaja en la estrategia de la izquierda.

Primero, martillar mediáticamente una narrativa que, en este caso, convenciera a la opinión de que OIZ, igual que Santos, recibió recursos ilegales; segundo: judicializar esa narrativa para, tercero: lograr la condena mediática y judicial de su enemigo.

Una cosa es el debate de control “político” y otra la “politización” del debate, que fue evidente en la promoción mediática de Robledo en las redes, que parecía invitando a un gran espectáculo, para que el país creyera en su narrativa estigmatizante.

Aunque lo que pretendían era tumbar a la Ministra Orozco, su propósito era también igualar a Santos con Zuluaga y, por contraste, reforzar su falsa imagen de ser el “tono moral” en la política.

Con Óscar Iván se equivocaron, pues no dudó en enfrentar el debate.

Siempre integro, nunca mediatizó su proceso en busca de apoyos y se sometió a las decisiones de partido y a las sentencias judiciales, que hablan por él, como lo hizo el CNE y lo tendrá que hacer la Fiscalía, que no pudo o no quiso buscar el testimonio del señor Duda –todo comenzó con sus declaraciones a la revista Veja-, ante lo cual el excandidato se dirigió a la justicia brasileña para que, en el marco de un proceso judicial, conminara a Duda a presentar testimonio. Sorpréndanse.

Duda lo hizo y, después de un largo trámite, la justicia tiene sus declaraciones.

Óscar Iván no iba a presentar solamente “su verdad”, sino, muy seguramente, aquella con soporte probatorio de la justicia brasileña.

Pero se lo impidieron; temporalmente, porque el debate continúa y allá estará con su verdad. Si el Congreso es “la voz del pueblo”, debe escuchar la de quien recibió siete millones de votos y, por cuenta de la corrupción de otro, no llegó a la Presidencia.

N.B. Mientras Óscar Iván se presenta con gallardía a defender su conducta, a Santos se le suman, además de Odebrecht, Cemex e Impregilo; pero con astucia de jugador, se esconde en su silencio… y en su Nobel. ¡Que dé la cara!

Columnista
8 septiembre, 2019

La verdad silenciada

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

Después de “pruebas” y acusaciones, como si aquello no fuera un debate sino un juicio, fue vergonzosa la actitud de los senadores Robledo y López, citantes del debate sobre la corrupción de Odebrecht, para impedirle hablar a Óscar Iván Zuluaga. Óscar Iván se presenta con el ánimo resuelto de hacerlo, para lo cual se requería […]


Después de “pruebas” y acusaciones, como si aquello no fuera un debate sino un juicio, fue vergonzosa la actitud de los senadores Robledo y López, citantes del debate sobre la corrupción de Odebrecht, para impedirle hablar a Óscar Iván Zuluaga.

Óscar Iván se presenta con el ánimo resuelto de hacerlo, para lo cual se requería decretar sesión informal a partir de una votación que arroja mayoría aprobatoria; pero surge un impedimento inesperado: faltaban los citantes, que desaparecieron para impedir la sesión informal.

¿Acaso temían confrontar “su verdad” con la de Oscar Iván? ¿Por qué silenciarlo? Sin duda, sus argumentos eran espurios y, ante la inesperada presencia de su presa, prefirieron “volarse” y dejar sus acusaciones en punta, pues “de la calumnia algo queda”.

Aquello no fue un debate de control político, sino un “juicio” que encaja en la estrategia de la izquierda.

Primero, martillar mediáticamente una narrativa que, en este caso, convenciera a la opinión de que OIZ, igual que Santos, recibió recursos ilegales; segundo: judicializar esa narrativa para, tercero: lograr la condena mediática y judicial de su enemigo.

Una cosa es el debate de control “político” y otra la “politización” del debate, que fue evidente en la promoción mediática de Robledo en las redes, que parecía invitando a un gran espectáculo, para que el país creyera en su narrativa estigmatizante.

Aunque lo que pretendían era tumbar a la Ministra Orozco, su propósito era también igualar a Santos con Zuluaga y, por contraste, reforzar su falsa imagen de ser el “tono moral” en la política.

Con Óscar Iván se equivocaron, pues no dudó en enfrentar el debate.

Siempre integro, nunca mediatizó su proceso en busca de apoyos y se sometió a las decisiones de partido y a las sentencias judiciales, que hablan por él, como lo hizo el CNE y lo tendrá que hacer la Fiscalía, que no pudo o no quiso buscar el testimonio del señor Duda –todo comenzó con sus declaraciones a la revista Veja-, ante lo cual el excandidato se dirigió a la justicia brasileña para que, en el marco de un proceso judicial, conminara a Duda a presentar testimonio. Sorpréndanse.

Duda lo hizo y, después de un largo trámite, la justicia tiene sus declaraciones.

Óscar Iván no iba a presentar solamente “su verdad”, sino, muy seguramente, aquella con soporte probatorio de la justicia brasileña.

Pero se lo impidieron; temporalmente, porque el debate continúa y allá estará con su verdad. Si el Congreso es “la voz del pueblo”, debe escuchar la de quien recibió siete millones de votos y, por cuenta de la corrupción de otro, no llegó a la Presidencia.

N.B. Mientras Óscar Iván se presenta con gallardía a defender su conducta, a Santos se le suman, además de Odebrecht, Cemex e Impregilo; pero con astucia de jugador, se esconde en su silencio… y en su Nobel. ¡Que dé la cara!