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Columnista - 6 julio, 2020

La tutela de los viejos

No conozco a fondo el fallo de la Juez Administrativa de Bogotá que resolvió dizque favorablemente la petición de un  connotado número de ciudadanos “adultos mayores”, pero  para decir lo que quiero expresar no lo necesito. Todo esto porque  según decreto del Gobierno los mayores  de 70 años, cómo yo, estaban restringidos en su movilidad […]

No conozco a fondo el fallo de la Juez Administrativa de Bogotá que resolvió dizque favorablemente la petición de un  connotado número de ciudadanos “adultos mayores”, pero  para decir lo que quiero expresar no lo necesito. Todo esto porque  según decreto del Gobierno los mayores  de 70 años, cómo yo, estaban restringidos en su movilidad lo que se traducían en unas indebidas restricciones y violación del derecho a  la igualdad. Solicitaban los accionantes que  se ‘inaplicaran’ los decretos que crearon esas limitaciones.

En lo personal y en principio y al ser mayor de 70 años la medida me molestó y más aún el tono del presidente de la República, al explicarlo porque si algo debe respetarse es la prudencia que genera la mayor edad.  Los pueblos antiguos, aquellos que fueron la base de lo que hoy existe cómo civilización, fueron regidos y proyectados exitosamente por sus “consejos de ancianos”, casi inmunes ellos por la suma de su sapiencia y prudencia a las chambonadas.

Los Derechos fundamentales invocados fueron: igualdad, libertad de locomoción y libre desarrollo de la personalidad.  Me voy a centrar en uno de ellos, pocas veces bien entendido y menos aun aplicado y es el de la igualdad.  Eso de tratar de igualar lo desigual es asunto complicado y no siempre se llega a donde se quiere. Hay un ejemplo inolvidable para mí que conocí en un curso de derecho constitucional  y fue aquel  que resolvió la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos ante la solicitud de trato igualitario que hizo la población afro descendiente, exigiendo que se les permitiera utilizar los servicios sanitarios públicos en igualdad de condiciones que los blancos.

El reclamo era si el blanco entra yo también.  Aquí en un fallo perverso pero indudablemente imaginativo, se estableció que si la población de raza negra quería algo similar a lo establecido para los blancos pues que le construyeran baños iguales, pero que a los baños de los blancos no entraban negros. ¿Se otorgaron derechos iguales?,  claro que sí, pero se incurrió en un acto discriminatorio inadmisible.

¿Es la igualdad siempre posible? ¡No!, ni siquiera teóricamente, aún más, paradójicamente, a veces la desigualdad lleva a lo equitativo. Un ejemplo: las pensiones otorgadas a las mujeres que la adquieren con menos edad y las provenientes de oficios riesgosos.  Es por eso que el trato igualitario o el desigual  no marcan el comienzo de un camino que garantice nada de lo que se piensa.  Llegados a este punto aterricemos en nuestro tema: ¿estuvo bien o mal limitar a los mayores de 70 años en su movilidad, traducido esto en salidas a la calle?

Yo, vuelvo y digo, -mayor de los 70- que uno no debe oponerse a que lo cuiden, pero es que ese cuidado debe ir de la mano del trato digno y del respeto. Aquí más que órdenes restrictivas dirigidas a un sector  lo que cabía eran instrucciones generales más allá de la consabida y cansona: usa tapabocas, mantén la distancia social y lávate las manos.

Cuando el decreto estableció que para los viejos salidas de  media hora tres veces a la semana y lo demás es delincuencia, allí fue en donde se comenzó a fallar. 

En lo que a mí respecta, la nueva reglamentación puede decretar libertad absoluta de salida, pero lo que es Jaime no sale sino a lo que ya no puedo evitar y tengo que hacerlo; pero que bueno poder practicar libremente los ejercicios físicos a diario y saber que 10 minutos más no me convierten en un indiciado en vías de imputación y condena.

Columnista
6 julio, 2020

La tutela de los viejos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

No conozco a fondo el fallo de la Juez Administrativa de Bogotá que resolvió dizque favorablemente la petición de un  connotado número de ciudadanos “adultos mayores”, pero  para decir lo que quiero expresar no lo necesito. Todo esto porque  según decreto del Gobierno los mayores  de 70 años, cómo yo, estaban restringidos en su movilidad […]


No conozco a fondo el fallo de la Juez Administrativa de Bogotá que resolvió dizque favorablemente la petición de un  connotado número de ciudadanos “adultos mayores”, pero  para decir lo que quiero expresar no lo necesito. Todo esto porque  según decreto del Gobierno los mayores  de 70 años, cómo yo, estaban restringidos en su movilidad lo que se traducían en unas indebidas restricciones y violación del derecho a  la igualdad. Solicitaban los accionantes que  se ‘inaplicaran’ los decretos que crearon esas limitaciones.

En lo personal y en principio y al ser mayor de 70 años la medida me molestó y más aún el tono del presidente de la República, al explicarlo porque si algo debe respetarse es la prudencia que genera la mayor edad.  Los pueblos antiguos, aquellos que fueron la base de lo que hoy existe cómo civilización, fueron regidos y proyectados exitosamente por sus “consejos de ancianos”, casi inmunes ellos por la suma de su sapiencia y prudencia a las chambonadas.

Los Derechos fundamentales invocados fueron: igualdad, libertad de locomoción y libre desarrollo de la personalidad.  Me voy a centrar en uno de ellos, pocas veces bien entendido y menos aun aplicado y es el de la igualdad.  Eso de tratar de igualar lo desigual es asunto complicado y no siempre se llega a donde se quiere. Hay un ejemplo inolvidable para mí que conocí en un curso de derecho constitucional  y fue aquel  que resolvió la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos ante la solicitud de trato igualitario que hizo la población afro descendiente, exigiendo que se les permitiera utilizar los servicios sanitarios públicos en igualdad de condiciones que los blancos.

El reclamo era si el blanco entra yo también.  Aquí en un fallo perverso pero indudablemente imaginativo, se estableció que si la población de raza negra quería algo similar a lo establecido para los blancos pues que le construyeran baños iguales, pero que a los baños de los blancos no entraban negros. ¿Se otorgaron derechos iguales?,  claro que sí, pero se incurrió en un acto discriminatorio inadmisible.

¿Es la igualdad siempre posible? ¡No!, ni siquiera teóricamente, aún más, paradójicamente, a veces la desigualdad lleva a lo equitativo. Un ejemplo: las pensiones otorgadas a las mujeres que la adquieren con menos edad y las provenientes de oficios riesgosos.  Es por eso que el trato igualitario o el desigual  no marcan el comienzo de un camino que garantice nada de lo que se piensa.  Llegados a este punto aterricemos en nuestro tema: ¿estuvo bien o mal limitar a los mayores de 70 años en su movilidad, traducido esto en salidas a la calle?

Yo, vuelvo y digo, -mayor de los 70- que uno no debe oponerse a que lo cuiden, pero es que ese cuidado debe ir de la mano del trato digno y del respeto. Aquí más que órdenes restrictivas dirigidas a un sector  lo que cabía eran instrucciones generales más allá de la consabida y cansona: usa tapabocas, mantén la distancia social y lávate las manos.

Cuando el decreto estableció que para los viejos salidas de  media hora tres veces a la semana y lo demás es delincuencia, allí fue en donde se comenzó a fallar. 

En lo que a mí respecta, la nueva reglamentación puede decretar libertad absoluta de salida, pero lo que es Jaime no sale sino a lo que ya no puedo evitar y tengo que hacerlo; pero que bueno poder practicar libremente los ejercicios físicos a diario y saber que 10 minutos más no me convierten en un indiciado en vías de imputación y condena.