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Análisis - 18 junio, 2022

La revancha de la izquierda en Colombia

Sumario: Recuento del poder negado a los partidos alternativos a partir de cuatro momentos históricos con ocasión de las elecciones presidenciales de 2022.

Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, candidatos presidenciales.
FOTO:  ARCHIVO.
Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, candidatos presidenciales. FOTO: ARCHIVO.

Dedicaremos este trabajo a mostrar cuatro momentos en la historia política del país estableciendo especial atención a la reconfiguración de fuerzas políticas y de la clase dominante para mantener el poder. En un primer momento retomaremos el Frente Nacional, en un segundo bloque las elecciones de 1970 y por último las elecciones presidenciales de 2018 y 2022, con ello intentaremos plantear una hipótesis sobre la exclusión de la izquierda del poder político del país concentrado en las élites tradicionales.

Cada cuatro años las campañas políticas al Congreso y Presidencia de la República de Colombia polarizan y dividen la opinión y decisión de los colombianos, a la par y de manera lenta, el pueblo intenta reivindicar el goce efectivo de sus derechos frente al abandono estatal; proporcional a la construcción de la República de Colombia y del ideal del Estado Social de Derecho. 

Es menester de la ciudadanía equivocarse menos, a la hora de elegir a los ‘padres de la patria’, en la búsqueda de una liberación de la alianza entre la clase dominante y política, al servicio de sus propios intereses particulares, alejado de las necesidades básicas insatisfechas, NBI, del pueblo que los elige.

Nicos Poulantzas en su obra Poder político y clases sociales en el Estado capitalista’ establece una alianza “en el nivel de la dominación política” constitutivas de un bloque de poder hegemónico, como consecuencia del entramado de los modos de producción capitalista (MPC), sumado a la herencia ‘maldita’, llamada Noble, del poder en contumacia con la clase burguesa defensora de los intereses particulares, antepuestos al bienestar colectivo, evidenciando el abuso de la posición dominante, con la anuencia del Estado capitalista, propiciando el desmedro de las clases o capas sociales menos favorecidas, perpetuando la inequidad en la distribución de las riquezas y el acceso al poder de las clases populares.

Lo anterior a través de tradiciones y costumbres políticas ‘non sancta’ de repartición del poder, llamados en la modernidad ejercicios de gobernabilidad, constituyendo el factor de dominación de las bancadas oficialistas y la intromisión en la polarización y división, de otros sectores, para beneficio propio. Así las cosas, el costo político se refleja en la falta de autonomía de los bloques hegemónicos y/o bancadas de gobierno y en consecuencia la falta de debates de control y veedurías al ejecutivo; por el contrario, los partidos socialistas, comunistas y minoritarios se convierten en opciones legítimas de oposición a los gobernantes, como fue el caso del Frente Nacional en Colombia, pacto entre los partidos Liberal y Conservador para rotarse la Presidencia de la República de Colombia, entre 1958 a 1974.

La  idea  del  Frente  Nacional, FN,  se  originó  en  la  estrategia  de  colaboración  de  los  dos partidos tradicionales en el manejo del poder político durante la administración de Olaya, pero fue López Pumarejo quien en 1946, cuando ya la violencia se salía de madre, propuso que los liberales presentaran a los conservadores una lista de presidenciables para que estos escogieran. El gran opositor de la colaboración entre los partidos tradicionales había sido Laureano, pero en 1957, tras el exilio en España, aceptó la iniciativa liberal de turnarse el poder los dos partidos. Para los liberales y muchos conservadores –así no lo confesaran–, la violencia tenía que ver con el botín burocrático, según documenta Alfredo Molano Bravo.

Precisamente, el Frente Nacional, iniciado en 1958, fue el resultado de un acuerdo político para poner fin al conflicto bipartidista; acuerdo que, en últimas, integró las elites liberales y conservadoras, pero abrió una honda brecha con los sectores populares, que esperaban cambios profundos que les permitieran mejorar sus condiciones de vida.

La creencia de que la coalición liquidaría la lucha  banderiza  no  resultó  cierta.  El  vacío  fue  llenado  por  el  MRL  y  la  Anapo, movimientos que en última instancia trasladaron su fuerza social a los grupos armados. No en vano el MRL tuvo que ver con la fundación del ELN, y la Anapo con el M-19. (Molano Bravo, Afredo).

Misael Pastrana

ELECCIONES ROJAS PINILLA – MISAEL PASTRANA

En el imaginario colectivo permanece el recuerdo de un fraude electoral en la elección presidencial de 1970; las incógnitas sobre el conteo de los votos y la consolidación de los resultados oficiales generaron en su momento fuertes polémicas, manifestaciones y acciones de protesta de los electores inconformes. “Además, subsiste una brecha entre aquello que recuerdan los diversos actores y la legalidad de los registros. La historiografía electoral en Colombia, aunque ha avanzado considerablemente en analizar la participación de los diversos actores sociales, las estrategias de poder y los mecanismos de presión a los electores, ha dejado fuertes vacíos sobre las redes, el papel de los actores sociales y los intereses que se mueven alrededor de los resultados electorales con los que se pretende legitimar el poder, como lo plantean Eduardo Posada y David Bushnell. Para bien o para mal, las elecciones siguen siendo el medio que legitima el poder de las instituciones del Estado; sin embargo, para obtener el triunfo es necesario poner en juego diversos mecanismos de poder, entre los que se destacan el fraude, la violencia y el clientelismo, que a la vez son prácticas consustanciales al sistema democrático y han acompañado el desarrollo de las elecciones. 

En el evento de 1970, los actores sociales, colectivamente recuerdan cómo se transformaron los resultados electorales en favor del candidato oficialista”, conforme al artículo “Las elecciones presidenciales de 1970 en Colombia a través de la prensa. Un fraude nunca resuelto” de la investigadora Olga Yanet Acuña (2015).

En el proceso electoral se presentaron cuatro candidatos godos, era la última del Frente Nacional, el turno le correspondía al Partido Conservador. Misael Pastrana Borrero, representante del oficialismo frente-nacionalista, era el candidato de la elite. Seguido por el general, Gustavo Rojas Pinilla, de ascendencia conservadora y representante de la Alianza Nacional Popular, ANAPO, un nuevo partido político fundado por disidencias liberales, conservadoras, sectores populares y una fracción de la izquierda. En tercer lugar, Belisario Betancourt, antioqueño, con una propuesta social-cristiana. Y por último, Evaristo Sourdís, del Caribe colombiano, defensor de la autonomía de las regiones.

A la medianoche del 19 de abril de 1970, “se generaron ambivalencias en la presentación de los resultados electorales, lo que causó fuertes confusiones en los medios de comunicación y en los electores, que dieron pie a la emisión de versiones diferentes sobre una misma situación. Estas versiones, al mismo tiempo, se entrecruzaron y crearon polémicas entre el gobierno y los medios, puesto que los electores recibieron comunicaciones que ponían en duda el triunfo de los candidatos o sugerían el fraude en el conteo de los votos. El ministro de Gobierno, Carlos Augusto Noriega, desmintió la información emitida por la radio y cuestionó cualquier tipo de información diferente a la “oficial”; pidió a las emisoras no hacer “telenovela electoral” y desautorizó las cifras que habían transmitido las emisoras, las consideró improvisadas y no oficiales

El 20 de abril, al otro día del debate electoral, según los datos de la Registraduría General de la Nación, Misael Pastrana era ganador con una pequeña mayoría. Pero, según los reportajes emitidos por las emisoras antes de la medianoche del 19, el ganador era Gustavo Rojas Pinilla. (Acuña, 2015).

Gustavo Rojas Pinillas 

PETRO – DUQUE

La República de Colombia ha estado gobernada en los últimos años por Álvaro Uribe Vélez, durante dos períodos presidenciales, equivalentes a 8 años de gobierno, y su exministro de Defensa, Juan Manuel Santos, con el mismo tiempo en el poder; Iván Duque Márquez del Partido Centro Democrático 4 años. Uribe, Santos y Duque suman, por lo menos, 20 años en el poder a través de una configuración como lo fue el Frente Nacional. En 2018 la contienda electoral se polarizó entre el candidato de la derecha Iván Duque, apadrinado y con el respaldo de Uribe Velez, y el candidato de la izquierda Gustavo Petro. Al igual, durante el Frente Nacional la izquierda fue excluida del acuerdo en la repartición del poder. En su momento, los sectores políticos alternativos tuvieron una ‘carta’ opcional para llegar a la presidencia de la República, dependió de la reconfiguración de fuerzas políticas. Por su parte el excandidato del oficialismo, Germán Vargas Lleras, derrotado en primera vuelta, se unió al candidato Iván Duque. El partido Liberal y el centro político anunciaron que votarían en blanco, pero es de conocimiento público que el jefe liberal César Gaviria terminó apoyando a Duque y el candidato del centro Sergio Fajardo dejó en libertad a los electores que terminaría favoreciendo al candidato Duque como han dicho los analistas políticos. Así las cosas, cobra vigencia el planteamiento de que la clase política oficialista no reparte el poder sino que conforma un bloque con intereses únicos y unificados políticamente, para ejercer el poder. (Poulantzas, N).

Al sumar la votación de Duque, el candidato de Uribe y la de Vargas Lleras del Partido Cambio Radical y la U, candidato del oficialismo; es decir del gobierno de Juan Manuel Santos, la sumatoria de la votación en primera vuelta da un total de 8.977.533. Iván Duque Márquez con la fórmula vicepresidencial de Martha Lucía Ramírez (Partido Conservador) en segunda vuelta sacaron 10.373.080 y Gustavo Petro con la fórmula vicepresidencial de Angela María Robledo (Alianza Verde) registraron 8.034.189 votos.

Iván Duque

PETRO – HERNÁNDEZ

En 2022 el fenómeno político se repite donde no logra consolidarse el candidato ‘oficialista’ Federico Gutiérrez con 5.058.010 ocupando el tercer lugar lo que genera una reconfiguración de las fuerzas políticas con su respaldo al candidato Rodolfo Hernández que con 5.953.209 votos ocupó el segundo lugar en la primera vuelta presidencial frente a la primera votación de Gustavo Petro con 8.527.768, según datos tomados de la Registraduría Nacional.

Nuevamente como en 2018, el jefe del partido Liberal, César Gaviria, decidió su apoyo por quien se convierte de manera natural en el candidato del establecimiento; Sergio Fajardo no asume una postura política y el centro se dispersa, ¿a quién le sumará? Petro, además de la bancada del Pacto Histórico, recibiría la votación de las disidencias liberales, el centro, sectores alternativos e independientes y en menor proporción indecisos.

Por Hamilton Fuentes

Análisis
18 junio, 2022

La revancha de la izquierda en Colombia

Sumario: Recuento del poder negado a los partidos alternativos a partir de cuatro momentos históricos con ocasión de las elecciones presidenciales de 2022.


Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, candidatos presidenciales.
FOTO:  ARCHIVO.
Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, candidatos presidenciales. FOTO: ARCHIVO.

Dedicaremos este trabajo a mostrar cuatro momentos en la historia política del país estableciendo especial atención a la reconfiguración de fuerzas políticas y de la clase dominante para mantener el poder. En un primer momento retomaremos el Frente Nacional, en un segundo bloque las elecciones de 1970 y por último las elecciones presidenciales de 2018 y 2022, con ello intentaremos plantear una hipótesis sobre la exclusión de la izquierda del poder político del país concentrado en las élites tradicionales.

Cada cuatro años las campañas políticas al Congreso y Presidencia de la República de Colombia polarizan y dividen la opinión y decisión de los colombianos, a la par y de manera lenta, el pueblo intenta reivindicar el goce efectivo de sus derechos frente al abandono estatal; proporcional a la construcción de la República de Colombia y del ideal del Estado Social de Derecho. 

Es menester de la ciudadanía equivocarse menos, a la hora de elegir a los ‘padres de la patria’, en la búsqueda de una liberación de la alianza entre la clase dominante y política, al servicio de sus propios intereses particulares, alejado de las necesidades básicas insatisfechas, NBI, del pueblo que los elige.

Nicos Poulantzas en su obra Poder político y clases sociales en el Estado capitalista’ establece una alianza “en el nivel de la dominación política” constitutivas de un bloque de poder hegemónico, como consecuencia del entramado de los modos de producción capitalista (MPC), sumado a la herencia ‘maldita’, llamada Noble, del poder en contumacia con la clase burguesa defensora de los intereses particulares, antepuestos al bienestar colectivo, evidenciando el abuso de la posición dominante, con la anuencia del Estado capitalista, propiciando el desmedro de las clases o capas sociales menos favorecidas, perpetuando la inequidad en la distribución de las riquezas y el acceso al poder de las clases populares.

Lo anterior a través de tradiciones y costumbres políticas ‘non sancta’ de repartición del poder, llamados en la modernidad ejercicios de gobernabilidad, constituyendo el factor de dominación de las bancadas oficialistas y la intromisión en la polarización y división, de otros sectores, para beneficio propio. Así las cosas, el costo político se refleja en la falta de autonomía de los bloques hegemónicos y/o bancadas de gobierno y en consecuencia la falta de debates de control y veedurías al ejecutivo; por el contrario, los partidos socialistas, comunistas y minoritarios se convierten en opciones legítimas de oposición a los gobernantes, como fue el caso del Frente Nacional en Colombia, pacto entre los partidos Liberal y Conservador para rotarse la Presidencia de la República de Colombia, entre 1958 a 1974.

La  idea  del  Frente  Nacional, FN,  se  originó  en  la  estrategia  de  colaboración  de  los  dos partidos tradicionales en el manejo del poder político durante la administración de Olaya, pero fue López Pumarejo quien en 1946, cuando ya la violencia se salía de madre, propuso que los liberales presentaran a los conservadores una lista de presidenciables para que estos escogieran. El gran opositor de la colaboración entre los partidos tradicionales había sido Laureano, pero en 1957, tras el exilio en España, aceptó la iniciativa liberal de turnarse el poder los dos partidos. Para los liberales y muchos conservadores –así no lo confesaran–, la violencia tenía que ver con el botín burocrático, según documenta Alfredo Molano Bravo.

Precisamente, el Frente Nacional, iniciado en 1958, fue el resultado de un acuerdo político para poner fin al conflicto bipartidista; acuerdo que, en últimas, integró las elites liberales y conservadoras, pero abrió una honda brecha con los sectores populares, que esperaban cambios profundos que les permitieran mejorar sus condiciones de vida.

La creencia de que la coalición liquidaría la lucha  banderiza  no  resultó  cierta.  El  vacío  fue  llenado  por  el  MRL  y  la  Anapo, movimientos que en última instancia trasladaron su fuerza social a los grupos armados. No en vano el MRL tuvo que ver con la fundación del ELN, y la Anapo con el M-19. (Molano Bravo, Afredo).

Misael Pastrana

ELECCIONES ROJAS PINILLA – MISAEL PASTRANA

En el imaginario colectivo permanece el recuerdo de un fraude electoral en la elección presidencial de 1970; las incógnitas sobre el conteo de los votos y la consolidación de los resultados oficiales generaron en su momento fuertes polémicas, manifestaciones y acciones de protesta de los electores inconformes. “Además, subsiste una brecha entre aquello que recuerdan los diversos actores y la legalidad de los registros. La historiografía electoral en Colombia, aunque ha avanzado considerablemente en analizar la participación de los diversos actores sociales, las estrategias de poder y los mecanismos de presión a los electores, ha dejado fuertes vacíos sobre las redes, el papel de los actores sociales y los intereses que se mueven alrededor de los resultados electorales con los que se pretende legitimar el poder, como lo plantean Eduardo Posada y David Bushnell. Para bien o para mal, las elecciones siguen siendo el medio que legitima el poder de las instituciones del Estado; sin embargo, para obtener el triunfo es necesario poner en juego diversos mecanismos de poder, entre los que se destacan el fraude, la violencia y el clientelismo, que a la vez son prácticas consustanciales al sistema democrático y han acompañado el desarrollo de las elecciones. 

En el evento de 1970, los actores sociales, colectivamente recuerdan cómo se transformaron los resultados electorales en favor del candidato oficialista”, conforme al artículo “Las elecciones presidenciales de 1970 en Colombia a través de la prensa. Un fraude nunca resuelto” de la investigadora Olga Yanet Acuña (2015).

En el proceso electoral se presentaron cuatro candidatos godos, era la última del Frente Nacional, el turno le correspondía al Partido Conservador. Misael Pastrana Borrero, representante del oficialismo frente-nacionalista, era el candidato de la elite. Seguido por el general, Gustavo Rojas Pinilla, de ascendencia conservadora y representante de la Alianza Nacional Popular, ANAPO, un nuevo partido político fundado por disidencias liberales, conservadoras, sectores populares y una fracción de la izquierda. En tercer lugar, Belisario Betancourt, antioqueño, con una propuesta social-cristiana. Y por último, Evaristo Sourdís, del Caribe colombiano, defensor de la autonomía de las regiones.

A la medianoche del 19 de abril de 1970, “se generaron ambivalencias en la presentación de los resultados electorales, lo que causó fuertes confusiones en los medios de comunicación y en los electores, que dieron pie a la emisión de versiones diferentes sobre una misma situación. Estas versiones, al mismo tiempo, se entrecruzaron y crearon polémicas entre el gobierno y los medios, puesto que los electores recibieron comunicaciones que ponían en duda el triunfo de los candidatos o sugerían el fraude en el conteo de los votos. El ministro de Gobierno, Carlos Augusto Noriega, desmintió la información emitida por la radio y cuestionó cualquier tipo de información diferente a la “oficial”; pidió a las emisoras no hacer “telenovela electoral” y desautorizó las cifras que habían transmitido las emisoras, las consideró improvisadas y no oficiales

El 20 de abril, al otro día del debate electoral, según los datos de la Registraduría General de la Nación, Misael Pastrana era ganador con una pequeña mayoría. Pero, según los reportajes emitidos por las emisoras antes de la medianoche del 19, el ganador era Gustavo Rojas Pinilla. (Acuña, 2015).

Gustavo Rojas Pinillas 

PETRO – DUQUE

La República de Colombia ha estado gobernada en los últimos años por Álvaro Uribe Vélez, durante dos períodos presidenciales, equivalentes a 8 años de gobierno, y su exministro de Defensa, Juan Manuel Santos, con el mismo tiempo en el poder; Iván Duque Márquez del Partido Centro Democrático 4 años. Uribe, Santos y Duque suman, por lo menos, 20 años en el poder a través de una configuración como lo fue el Frente Nacional. En 2018 la contienda electoral se polarizó entre el candidato de la derecha Iván Duque, apadrinado y con el respaldo de Uribe Velez, y el candidato de la izquierda Gustavo Petro. Al igual, durante el Frente Nacional la izquierda fue excluida del acuerdo en la repartición del poder. En su momento, los sectores políticos alternativos tuvieron una ‘carta’ opcional para llegar a la presidencia de la República, dependió de la reconfiguración de fuerzas políticas. Por su parte el excandidato del oficialismo, Germán Vargas Lleras, derrotado en primera vuelta, se unió al candidato Iván Duque. El partido Liberal y el centro político anunciaron que votarían en blanco, pero es de conocimiento público que el jefe liberal César Gaviria terminó apoyando a Duque y el candidato del centro Sergio Fajardo dejó en libertad a los electores que terminaría favoreciendo al candidato Duque como han dicho los analistas políticos. Así las cosas, cobra vigencia el planteamiento de que la clase política oficialista no reparte el poder sino que conforma un bloque con intereses únicos y unificados políticamente, para ejercer el poder. (Poulantzas, N).

Al sumar la votación de Duque, el candidato de Uribe y la de Vargas Lleras del Partido Cambio Radical y la U, candidato del oficialismo; es decir del gobierno de Juan Manuel Santos, la sumatoria de la votación en primera vuelta da un total de 8.977.533. Iván Duque Márquez con la fórmula vicepresidencial de Martha Lucía Ramírez (Partido Conservador) en segunda vuelta sacaron 10.373.080 y Gustavo Petro con la fórmula vicepresidencial de Angela María Robledo (Alianza Verde) registraron 8.034.189 votos.

Iván Duque

PETRO – HERNÁNDEZ

En 2022 el fenómeno político se repite donde no logra consolidarse el candidato ‘oficialista’ Federico Gutiérrez con 5.058.010 ocupando el tercer lugar lo que genera una reconfiguración de las fuerzas políticas con su respaldo al candidato Rodolfo Hernández que con 5.953.209 votos ocupó el segundo lugar en la primera vuelta presidencial frente a la primera votación de Gustavo Petro con 8.527.768, según datos tomados de la Registraduría Nacional.

Nuevamente como en 2018, el jefe del partido Liberal, César Gaviria, decidió su apoyo por quien se convierte de manera natural en el candidato del establecimiento; Sergio Fajardo no asume una postura política y el centro se dispersa, ¿a quién le sumará? Petro, además de la bancada del Pacto Histórico, recibiría la votación de las disidencias liberales, el centro, sectores alternativos e independientes y en menor proporción indecisos.

Por Hamilton Fuentes