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Columnista - 11 octubre, 2018

La raza que no se consolidó

Hace 526 años, con la llegada de los españoles a lo que hoy llamamos América, comenzó un proceso de mestizaje basado en el estupro, la violencia y el irrespeto hacia las comunidades nativas, en especial en los territorios conquistados por España. Como consecuencia de este pillaje, mañana en Colombia celebramos el llamado día de la […]

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Hace 526 años, con la llegada de los españoles a lo que hoy llamamos América, comenzó un proceso de mestizaje basado en el estupro, la violencia y el irrespeto hacia las comunidades nativas, en especial en los territorios conquistados por España. Como consecuencia de este pillaje, mañana en Colombia celebramos el llamado día de la raza que no somos, un mosaico genético cuyos cruces todavía no han terminado de evolucionar hasta lograr un espécimen estandarizado pero que banalizamos diciendo que somos la raza cósmica, un eufemismo para explotar la vanidad latina. Es difícil, por eso, predecir el comportamiento de los colombianos, ubicado por encima de toda lógica. Fueron 100 años de conquista salvaje durante los cuales la dignidad de las nativas era pisoteada, más doscientos años de colonia a ultranza que dejaron un mosaico racial con tres clases sociales integradas por los criollos, los mestizos diversos y los nativos; quedaron muchas heridas. El mestizaje fue posible por la casuística identidad cromosómica de tres tipos de homos compatibles: el homo sapiens euroasiático, el descendiente, quizás, del homo Naledi africano, y el nativo proveniente, tal vez, de la raza polinesia fruto del sapiens con el homo erectus. Todo fue forzoso y violento; por eso la propensión del colombiano a comportarse irracionalmente, tara genética que no ha podido decantar tras 500 años; la conformación de la familia durante ese periodo no tuvo bases sólidas, los padres eran apócrifos y muchos apellidos prestados, sin identidad paterna; aún hoy, uno de cada cinco de nuestros niños no sabe quién es su papá; de ahí que nuestra consanguinidad es dudosa al hablar de parentelas; los negros y muchas comunidades indígenas adoptaron apellidos; los negros no son Mobutu ni Amín sino Mosquera y Valencia, los arhuacos Torres y Villazón, p. ej. Los atroces crímenes contra niños que vemos cada día y el vil atropello a la mujer constituyen un rezago de nuestra herencia fálica.

Lo peor que nos pudo pasar fueron la conquista y la colonia españolas; no me explico porque a España se le llama la “madre patria”, con tanta generosidad, sin amamantarnos ni siquiera sutilmente; la enseñanza de su idioma y religión nos resultó cara. Desde entonces nada ha cambiado, los resguardos y las alcabalas siguen funcionando, se siente la ley del más fuerte, los criollos siguen viviendo de la trampa y del huaquerismo que es atávico, la receta es la misma. Con la fe cristiana y con el poder de las armas del Estado a su servicio, después de la guaca, los criollos pasaron a arrebatarle la tierra a los nativos a quienes enseñaron a orar cerrando los ojos con la Biblia abierta en la mano, pero al terminar la oración y abrir los ojos, ya no tenían las tierras pero sí la Biblia; les dieron un dios, les hurtaron su patrimonio. Así comenzamos a crecer como Nación, adoctrinando y masacrando a mestizos e indígenas, en un proceso que parece irreversible; ya no se podrá ni protestar según las iniciativas del actual gobierno, nuestra raquítica democracia se hace regresiva. Pese a todo este desastre nacional, falsos moralistas pretenden formar familias desde las cenizas. ¿Cuál familia?

Luis Napoleón de Armas P.

Columnista
11 octubre, 2018

La raza que no se consolidó

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Hace 526 años, con la llegada de los españoles a lo que hoy llamamos América, comenzó un proceso de mestizaje basado en el estupro, la violencia y el irrespeto hacia las comunidades nativas, en especial en los territorios conquistados por España. Como consecuencia de este pillaje, mañana en Colombia celebramos el llamado día de la […]


Hace 526 años, con la llegada de los españoles a lo que hoy llamamos América, comenzó un proceso de mestizaje basado en el estupro, la violencia y el irrespeto hacia las comunidades nativas, en especial en los territorios conquistados por España. Como consecuencia de este pillaje, mañana en Colombia celebramos el llamado día de la raza que no somos, un mosaico genético cuyos cruces todavía no han terminado de evolucionar hasta lograr un espécimen estandarizado pero que banalizamos diciendo que somos la raza cósmica, un eufemismo para explotar la vanidad latina. Es difícil, por eso, predecir el comportamiento de los colombianos, ubicado por encima de toda lógica. Fueron 100 años de conquista salvaje durante los cuales la dignidad de las nativas era pisoteada, más doscientos años de colonia a ultranza que dejaron un mosaico racial con tres clases sociales integradas por los criollos, los mestizos diversos y los nativos; quedaron muchas heridas. El mestizaje fue posible por la casuística identidad cromosómica de tres tipos de homos compatibles: el homo sapiens euroasiático, el descendiente, quizás, del homo Naledi africano, y el nativo proveniente, tal vez, de la raza polinesia fruto del sapiens con el homo erectus. Todo fue forzoso y violento; por eso la propensión del colombiano a comportarse irracionalmente, tara genética que no ha podido decantar tras 500 años; la conformación de la familia durante ese periodo no tuvo bases sólidas, los padres eran apócrifos y muchos apellidos prestados, sin identidad paterna; aún hoy, uno de cada cinco de nuestros niños no sabe quién es su papá; de ahí que nuestra consanguinidad es dudosa al hablar de parentelas; los negros y muchas comunidades indígenas adoptaron apellidos; los negros no son Mobutu ni Amín sino Mosquera y Valencia, los arhuacos Torres y Villazón, p. ej. Los atroces crímenes contra niños que vemos cada día y el vil atropello a la mujer constituyen un rezago de nuestra herencia fálica.

Lo peor que nos pudo pasar fueron la conquista y la colonia españolas; no me explico porque a España se le llama la “madre patria”, con tanta generosidad, sin amamantarnos ni siquiera sutilmente; la enseñanza de su idioma y religión nos resultó cara. Desde entonces nada ha cambiado, los resguardos y las alcabalas siguen funcionando, se siente la ley del más fuerte, los criollos siguen viviendo de la trampa y del huaquerismo que es atávico, la receta es la misma. Con la fe cristiana y con el poder de las armas del Estado a su servicio, después de la guaca, los criollos pasaron a arrebatarle la tierra a los nativos a quienes enseñaron a orar cerrando los ojos con la Biblia abierta en la mano, pero al terminar la oración y abrir los ojos, ya no tenían las tierras pero sí la Biblia; les dieron un dios, les hurtaron su patrimonio. Así comenzamos a crecer como Nación, adoctrinando y masacrando a mestizos e indígenas, en un proceso que parece irreversible; ya no se podrá ni protestar según las iniciativas del actual gobierno, nuestra raquítica democracia se hace regresiva. Pese a todo este desastre nacional, falsos moralistas pretenden formar familias desde las cenizas. ¿Cuál familia?

Luis Napoleón de Armas P.