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Blog EL PILÓN - 11 julio, 2021

La normalización de la corrupción en Colombia

En Colombia, se ha normalizado la corrupción; ya nos da igual la legalidad que la ilegalidad.

En Colombia se ha normalizado la corrupción; ya nos da igual la legalidad que la ilegalidad. Es decir, que se han perdido los límites entre lo legal con lo ilegal debido a la cultura del atajo que se ha forjado en contra de las normas jurídicas y morales. ¡Es la lógica del tramposo! Además, el informe Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) del 2020 nos ubica en el puesto 39 de 180 países, como uno de lo más corruptos. Estos datos, según la agencia Transparencia internacional. Pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación, y qué se entiende por corrupción?

Una de las razones por las cuales Colombia ha llegado a esta situación es cómo la política ha sido el trampolín para los tramposos. La política entendida como el proceso mediante el cual se eligen las reglas que nos gobernarán institucionalmente. Por eso, la política como tal es donde subyace el gran problema de la corrupción, provocando formal e informalmente la cultura del atajo tanto en lo jurídico como en lo moral.

Por el lado de lo jurídico, por ejemplo, hay casos por doquier y para mencionar algunos recientes: el de Odebrecht y el de Hidroituango. Estos dos hechos de corrupción muestran, al mismo tiempo, la política como el fin para alcanzar unos medios y ellos han puesto la debilidad institucional del Estado para juzgar a los culpables del desfalco financiero y el daño ecológico ocasionado al río Cauca.

Por el lado de lo moral, por ejemplo, se manifiesta como consecuencia de la política en la que hoy se ve como héroe al corrupto. Una costumbre que se fortaleció enormemente en la época del narcotráfico y todavía hoy sigue teniendo resonancia en los colombianos. Tanto así, que algunos tienen como referente moral y cultural al asesino Pablo Escobar.

Sin embargo, la moral coincide con lo cultural, como el conjunto de prácticas cotidianas incorporadas por los individuos a través de un proceso de socialización que crea esquemas de percepción y de comprensión de un mundo. Por lo tanto, la corrupción no es solo un problema político, también lo es moral y cultural.

Ahora bien, pero ¿qué se entiende por corrupción? La palabra corrupción es tan vieja como la palabra gobierno, la cual ha tenido su propio tiempo y espacio en la historia. Por lo tanto, la corrupción es -a pesar de sus variaciones y complicaciones en la forma de conceptualizarla- un modo particular de ejercer influencia ilícita, ilegal e ilegítima. Esta se encuadra en referencia al funcionamiento de un sistema y, en particular, a su modo de tomar las decisiones. Estas decisiones son netamente políticas.

Finalmente, hay que entender que es por medio de la política que podemos transformar la sociedad colombiana. Por eso, debemos saber elegir a los candidatos que nos van a representar tanto en el Congreso como en la Presidencia. Aunque no se trata de darle muerte a la política, sino de reconocerla y recuperar la ilusión. ¡La muerte es para la política corrupta!

Por: Janner Sanjuanelo Obregón

Blog EL PILÓN
11 julio, 2021

La normalización de la corrupción en Colombia

En Colombia, se ha normalizado la corrupción; ya nos da igual la legalidad que la ilegalidad.


En Colombia se ha normalizado la corrupción; ya nos da igual la legalidad que la ilegalidad. Es decir, que se han perdido los límites entre lo legal con lo ilegal debido a la cultura del atajo que se ha forjado en contra de las normas jurídicas y morales. ¡Es la lógica del tramposo! Además, el informe Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) del 2020 nos ubica en el puesto 39 de 180 países, como uno de lo más corruptos. Estos datos, según la agencia Transparencia internacional. Pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación, y qué se entiende por corrupción?

Una de las razones por las cuales Colombia ha llegado a esta situación es cómo la política ha sido el trampolín para los tramposos. La política entendida como el proceso mediante el cual se eligen las reglas que nos gobernarán institucionalmente. Por eso, la política como tal es donde subyace el gran problema de la corrupción, provocando formal e informalmente la cultura del atajo tanto en lo jurídico como en lo moral.

Por el lado de lo jurídico, por ejemplo, hay casos por doquier y para mencionar algunos recientes: el de Odebrecht y el de Hidroituango. Estos dos hechos de corrupción muestran, al mismo tiempo, la política como el fin para alcanzar unos medios y ellos han puesto la debilidad institucional del Estado para juzgar a los culpables del desfalco financiero y el daño ecológico ocasionado al río Cauca.

Por el lado de lo moral, por ejemplo, se manifiesta como consecuencia de la política en la que hoy se ve como héroe al corrupto. Una costumbre que se fortaleció enormemente en la época del narcotráfico y todavía hoy sigue teniendo resonancia en los colombianos. Tanto así, que algunos tienen como referente moral y cultural al asesino Pablo Escobar.

Sin embargo, la moral coincide con lo cultural, como el conjunto de prácticas cotidianas incorporadas por los individuos a través de un proceso de socialización que crea esquemas de percepción y de comprensión de un mundo. Por lo tanto, la corrupción no es solo un problema político, también lo es moral y cultural.

Ahora bien, pero ¿qué se entiende por corrupción? La palabra corrupción es tan vieja como la palabra gobierno, la cual ha tenido su propio tiempo y espacio en la historia. Por lo tanto, la corrupción es -a pesar de sus variaciones y complicaciones en la forma de conceptualizarla- un modo particular de ejercer influencia ilícita, ilegal e ilegítima. Esta se encuadra en referencia al funcionamiento de un sistema y, en particular, a su modo de tomar las decisiones. Estas decisiones son netamente políticas.

Finalmente, hay que entender que es por medio de la política que podemos transformar la sociedad colombiana. Por eso, debemos saber elegir a los candidatos que nos van a representar tanto en el Congreso como en la Presidencia. Aunque no se trata de darle muerte a la política, sino de reconocerla y recuperar la ilusión. ¡La muerte es para la política corrupta!

Por: Janner Sanjuanelo Obregón